HISTORIAS PARA NO DORMIR,
EN “LAS ERAS”
Colaboración de
José Carlos Castellano
Los hechos que voy a
rescatar del recuerdo ocurrieron hace ya bastantes años, los viví en primera
persona y son conocidos por bastantes paisanos. Unos los vivimos en directo y
otros porque se los contaron.
Algunos de los
protagonistas ya fallecieron.
Voy a mostrarles la misma
historia en dos formatos diferentes.
Nº 1
Las calurosas y placenteras
noches de las “eras” las viví, desde que era niño y hoy recuerdo, con añoranza,
esas noches de verano en las que dormíamos y nos divertíamos
en las eras.
Coincidíamos, en ellas, con los labradores que estaban sacando el agosto. Hacíamos un camastro en la paja, cada uno donde podía.
Coincidíamos, en ellas, con los labradores que estaban sacando el agosto. Hacíamos un camastro en la paja, cada uno donde podía.
Contaré una de las tantas
historias que viví en ellas, tan real como la vida misma.
Cierta noche de un caluroso
verano y con luna llena a reventar, hace ya unos cuarenta y cinco o cincuenta
años, llegamos José Carlos "Pancho",
Pedro Porras "El de los veinte mil
duros” y José Luís Castellano "El
de Faustino de Teléfonos", a dormir a la era del antiguo campo de
fútbol. La era, era, valga la
redundancia, propiedad de Tomás Castellano "Calderas".En ella dormían,
o al menos lo parecía, mi chacho Tomás, Alonso Aznar "El tío el carro" y Juan Martínez Ramírez "El Tropezón" (Que Dios los tenga en su Santa Gloria). Esa noche,
como he indicado con anterioridad, había luna llena. No se apareció Drácula, ni el hombre Lobo, ni vampiros, ni “dios que pintó a Perico" pero…
¡"Tela",
la noche que nos dieron por culpa de las
bromas de Juan Martínez!
Al poco de acostarnos, mi
chacho Tomás se levanta muy cabreado, en calzoncillos, diciendo que
nos estuviésemos quietos. Porras, José Luís y yo, nos miramos sin entender
nada. Mi chacho Tomás, tras tomar un buche de agua del botijo que
siempre llevaba a la era, se acostó de nuevo.
No habían pasado ni cinco
minutos, cuando se levanta más cabreado aún y nos desarropó tirando de las
mantas. Nos dijo que nos fuéramos de la era a otro sitio y lo
dejáramos descansar tranquilo, todo ello bastante enfadado.
Seguíamos sin comprender
nada, pues nada estábamos haciendo.
Pero le hicimos caso y nos
fuimos a la era de la Soledad ,
ésta estaba a unos cien metros de la suya.
Pedro, José Luís y un
servidor (que no picapedrero), estando ya en la susodicha era, empezamos a
recelar los unos de los otros, echándonos la culpa mutuamente. Pero,
estando con éstas sospechas, todas se aclararon de pronto. De nuevo se presentó
ante nosotros mi chacho Tomás, venía otra vez hecho una fiera y, tirándose de
los calzoncillos hasta los sobacos, no paraba de
despotricar barbaridades contra nosotros. Lo hacía desde lejos, porque nosotros
ya nos habíamos ido a las primeras olivas. Desde allá veíamos su silueta
recortada e iluminada por la luna en la línea del horizonte. Era un espectáculo
observarlo en continua actuación pues, a la vez, se tiraba de los calzoncillos
para arriba y nos amenazaba pronunciando estas graciosas frases:
- ¡Ya veréis vosotros tres,
aunque seáis de la familia, mañana vais al cuartel y que os saquen los cuartos!
- ¡Ay, torerotes! ¡Ya veréis
de que os pille!
- ¿Dónde andáis peloteros? ¡Mañana
os rajo el balón!
- ¡Ay pajaretes! ¿Os
escaparéis?
Nosotros, por nuestra parte,
nos fuimos a dormir a mi corralón tras el ajetreado periplo. Desde los
vestuarios de los futbolistas lo oíamos cómo seguía dando voces y
diciendo barbaridades. Aquella noche no dormimos en las eras.
Pero fue una experiencia gratificante, sobre todo, cuando al día siguiente y por la mañana, nos encontramos con Juan Martínez, (éste le daba muchas bromas a mi chacho Tomás, porque siempre estaba en el "Tropezón" y siempre lo atendía él) nos explicó la realidad de lo que pasó.
Pero fue una experiencia gratificante, sobre todo, cuando al día siguiente y por la mañana, nos encontramos con Juan Martínez, (éste le daba muchas bromas a mi chacho Tomás, porque siempre estaba en el "Tropezón" y siempre lo atendía él) nos explicó la realidad de lo que pasó.
Juan se llenó un bolsillo de
chinas y, ya acostados, no paró de tirarle con ellas durante un buen rato para
gastarle una broma y de paso que nos culpara a nosotros del incordio.
Juan las hacía caer cerca de
ellos, para que golpearan en la paja. Por eso fue tantas veces en nuestra
búsqueda. En un momento de nueva caída de piedras comenzó a dar voces de dolor
porque le habían dado con una, eso le hizo creer él al chaco Tomás, y entonces
éste le soltó esta frase:
- Esas son las cosas del ratoncillo del “Niño José Luís”.
Esta última frase la aporta
Paco Pérez, porque su íntimo amigo Juanito se la contó muchas veces cuando,
mientras recordaban el pasado, tomaban unas copas. Cuenta Paco que siempre que Juan la recordaba se mondaban de risa, no era la frase la que les causaba el momento
placentero y sí por lo bien que imitaba Juanito al chacho Tomás, hablando y en
los movimientos.
Nº 2
Planos en altozanos, son las
eras,
en hileras cinas de mieses.
Julio y agosto, a vueltas con
trilleras,
separan paja de grano, sin
reveses.
Agricultores con enormes
sudaderas,
aventan paja y grano.
Para separarlas, antes de las
primeras
nubes de verano.
A dormir irán a guardar el
grano.
Para conseguir las doradas
mieses,
trabajaron duro durante
meses,
y tanto trabajo no puede ser
vano.
Noche de llena luna, en la
era.
Tomás, Juan y Alonso Aznar
descansan, desde hora primera.
Pancho, Pedro y José, acaban
de llegar.
Juan incordia con chinas,
a su gran amigo Tomás,
que reposa junto a las cinas,
e intenta dormir por demás.
Alonso con angelical sueño,
se despierta con sobresalto,
ve enfadado, de la era, al
dueño.
¿Qué pasa, qué vocifera tan
alto?
Pancho, Pedro y José Luís,
sin querer,
cambiaron de sitio el
aposento,
rápido y a todo correr,
en sólo un momento.
Juan con chinas jorobadas,
el cabreo de Tomás aumenta,
alejando nuestras paradas,
y desatando la tormenta.
A dormir fuimos al corralón,
y al día siguiente supimos,
la broma del zagalón,
cuando Tomás se enteró,
todos nos reímos,
y la historia se cerró.
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