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viernes, 16 de noviembre de 2012


HISTORIAS PARA NO DORMIR,
 EN “LAS ERAS” 

Colaboración de José Carlos Castellano

Los hechos que voy a rescatar del recuerdo ocurrieron hace ya bastantes años, los viví en primera persona y son conocidos por bastantes paisanos. Unos los vivimos en directo y otros porque se los contaron.
Algunos de los protagonistas ya fallecieron.

Voy a mostrarles la misma historia en dos formatos diferentes.

Nº 1 

Las calurosas y placenteras noches de laseras” las viví, desde que era niño y hoy recuerdo, con añoranza, esas noches de verano en las que dormíamos y nos divertíamos en las eras. 

Coincidíamos, en ellas, con los labradores que estaban sacando el agosto. Hacíamos un camastro en la paja, cada uno donde podía.
Contaré una de las tantas historias que viví en ellas, tan real como la vida misma.

Cierta noche de un caluroso verano y con luna llena a reventar, hace ya unos cuarenta y cinco o cincuenta años, llegamos José Carlos "Pancho", Pedro Porras "El de los veinte mil duros” y José Luís Castellano "El de Faustino de Teléfonos", a dormir a la era del antiguo campo de fútbol. La era, era, valga la redundancia, propiedad de Tomás Castellano "Calderas".En ella dormían, o al menos lo parecía, mi chacho Tomás, Alonso Aznar "El tío el carro" y Juan Martínez Ramírez "El Tropezón" (Que Dios los tenga en su Santa Gloria). Esa noche, como he indicado con anterioridad, había luna llena. No se apareció Drácula, ni el hombre Lobo, ni vampiros, ni “dios que pintó a Perico" pero… 
¡"Tela", la noche que nos dieron por culpa de las bromas de Juan Martínez!
Al poco de acostarnos, mi chacho Tomás se levanta muy cabreado, en calzoncillos, diciendo que nos estuviésemos quietos. Porras, José Luís y yo, nos miramos sin entender nada. Mi chacho Tomás, tras tomar un buche de agua del botijo que siempre llevaba a la era, se acostó de nuevo.
No habían pasado ni cinco minutos, cuando se levanta más cabreado aún y nos desarropó tirando de las mantas. Nos dijo que nos fuéramos de la era a otro sitio y lo dejáramos descansar tranquilo, todo ello bastante enfadado.
Seguíamos sin comprender nada, pues nada estábamos haciendo.
Pero le hicimos caso y nos fuimos a la era de la Soledad, ésta estaba a unos cien metros de la suya.
Pedro, José Luís y un servidor (que no picapedrero), estando ya en la susodicha era, empezamos a recelar los unos de los otros, echándonos la culpa mutuamente. Pero, estando con éstas sospechas, todas se aclararon de pronto. De nuevo se presentó ante nosotros mi chacho Tomás, venía otra vez hecho una fiera y, tirándose de los calzoncillos hasta los sobacos, no paraba de despotricar barbaridades contra nosotros. Lo hacía desde lejos, porque nosotros ya nos habíamos ido a las primeras olivas. Desde allá veíamos su silueta recortada e iluminada por la luna en la línea del horizonte. Era un espectáculo observarlo en continua actuación pues, a la vez, se tiraba de los calzoncillos para arriba y nos amenazaba pronunciando estas graciosas frases:
- ¡Ya veréis vosotros tres, aunque seáis de la familia, mañana vais al cuartel y que os saquen los cuartos!
- ¡Ay, torerotes! ¡Ya veréis de que os pille!
- ¿Dónde andáis peloteros? ¡Mañana os rajo el balón!
- ¡Ay pajaretes! ¿Os escaparéis?
Nosotros, por nuestra parte, nos fuimos a dormir a mi corralón tras el ajetreado periplo. Desde los vestuarios de los futbolistas lo oíamos cómo seguía dando voces y diciendo barbaridades. Aquella noche no dormimos en las eras.

Pero fue una experiencia gratificante, sobre todo, cuando al día siguiente y por la mañana, nos encontramos con Juan Martínez, (éste le daba muchas bromas a mi chacho Tomás, porque siempre estaba en el "Tropezón" y siempre lo atendía él) nos explicó la realidad de lo que pasó.
Juan se llenó un bolsillo de chinas y, ya acostados, no paró de tirarle con ellas durante un buen rato para gastarle una broma y de paso que nos culpara a nosotros del incordio.
Juan las hacía caer cerca de ellos, para que golpearan en la paja. Por eso fue tantas veces en nuestra búsqueda. En un momento de nueva caída de piedras comenzó a dar voces de dolor porque le habían dado con una, eso le hizo creer él al chaco Tomás, y entonces éste le soltó esta frase:
- Esas son las cosas del ratoncillo del “Niño José Luís”.
Esta última frase la aporta Paco Pérez, porque su íntimo amigo Juanito se la contó muchas veces cuando, mientras recordaban el pasado, tomaban unas copas. Cuenta Paco que siempre que Juan la recordaba se mondaban de risa, no era la frase la que les causaba el momento placentero y sí por lo bien que imitaba Juanito al chacho Tomás, hablando y en los movimientos.

Nº 2


Planos en altozanos, son las eras,
en hileras cinas de mieses.
Julio y agosto, a vueltas con trilleras,
separan paja de grano, sin reveses.
Agricultores con enormes sudaderas,
aventan paja y grano.
Para separarlas, antes de las primeras
nubes de verano.
A dormir irán a guardar el grano.
Para conseguir las doradas mieses,
trabajaron duro durante meses,
y tanto trabajo no puede ser vano. 
Noche de llena luna, en la era.
Tomás, Juan y Alonso Aznar
descansan, desde hora primera.
Pancho, Pedro y José, acaban de llegar.
Juan incordia con chinas,
a su gran amigo Tomás,
que reposa junto a las cinas,
e intenta dormir por demás. 
Alonso con angelical sueño,
se despierta con sobresalto,
ve enfadado, de la era, al dueño.
¿Qué pasa, qué vocifera tan alto? 
Pancho, Pedro y José Luís, sin querer,
cambiaron de sitio el aposento,
rápido y a todo correr,
en sólo un momento.
Juan con chinas jorobadas,
el cabreo de Tomás aumenta,
alejando nuestras paradas,
y desatando la tormenta.
A dormir fuimos al corralón,
y al día siguiente supimos,
la broma del zagalón,
cuando Tomás se enteró,
todos nos reímos,
y la historia se cerró.

    
                                        Villargordo, noviembre de 2012

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