de
San Antón
Colaboración de Santiago López Pérez
Capítulo
I: Reparación
de la imagen
Decía el poeta que se canta lo que se pierde, y en el caso de nuestro pueblo, al que no puedo volver tanto como yo quisiera,
dadas mis circunstancias personales, bien que se le echa de menos, pues no
solemos apreciar lo que tenemos al alcance de la mano hasta que dejamos de
tenerlo.
Gracias a este invento de Internet, los
que vivimos fuera de Villargordo podemos seguir en contacto con todo lo que en
él acontece. Vaya por adelantado mi agradecimiento a todos los que dedican su
tiempo y su esfuerzo en esta tarea que tan buenos momentos nos proporciona,
sobre todo a los que por diversas causas un día tuvimos que marcharnos de
nuestro pueblo.
Sucedió así que un día viendo imágenes de
una procesión de San Antón, que estaban en la página web de “Villargordo
cofrade”, pude apreciar que al Santo le faltaba la mayor parte del
dedo pulgar de la mano derecha y me ofrecí voluntario para repararle ese daño,
trabajo parecido que ya había realizado
en otras imágenes. Algunos miembros de esta Hermandad me comentaron
también la necesidad de reparar las
fisuras que presentaba la peana así como las enormes grietas que
habían provocado el desprendimiento del “marranillo” que acompaña al Santo, además de los pequeños
desperfectos que salpicaban la pintura de la imagen. Aunque, sin duda, lo más
llamativo era la enorme suciedad que presentaba por todas partes y la capa de
barniz grisáceo oscuro que sólo Dios sabe cuándo le fue aplicada y que había
ocultado la expresión y el tono natural del rostro especialmente.
Detectado el problema, no quedaba más que
ponerse manos a la obra. Empecé por reparar el dedo con una pasta especial
para ello, que, una vez seca, fue retocada
con pintura al óleo buscando los tonos encarnados del resto de la mano.
Como cada paso necesita su tiempo de secado, aprovechaba entonces
para ir limpiando, poco a poco, con
algodones y los líquidos convenientes, la cabeza, manos y pies del Santo.
En este proceso tuve la satisfacción de poder comprobar cómo San Antón
ocultaba unos tonos rosáceos en sus
mejillas, inapreciables hasta ese momento por culpa de la suciedad. Las largas barbas también han sido retocadas pues
presentaban un color gris plano que
no favorecía la apreciación del volumen de las mismas.
Después de sellar las fisuras y grietas de la peana con los materiales
necesarios, procedí a recubrirlos
con óleo imitando las tonalidades originales.
Una de las cosas que más me llamó la
atención fue ver que la imagen estaba barnizada
solamente por su parte frontal, quedando la parte trasera de la misma en unas
tonalidades mate cuyo color había perdido su intensidad y fuerza con el paso de
tantos años. Así pues, toda esta zona ha sido reparada con el óleo y
el barniz correspondiente para que
la figura de nuestro Santo quedara
dignamente presentable.
Tengo que aclarar, antes de finalizar, que no he llevado a cabo una restauración
profunda de la imagen pues no soy la
persona indicada para ello. Con mi mejor voluntad y entrega he pretendido arreglar y dignificar esta figura de San
Antonio Abad que estaba verdaderamente bastante deteriorada. Una de mis
mayores preocupaciones ha sido no quitarle “la solera” de la impronta
que el pasar de los años ha dejado sobre ella, pues ese sabor que, en estos
casos, sólo puede dar el tiempo es ya un mérito en sí mismo. Aparte de que se
rompería la estética del retablo que preside la ermita, pues, como todos
sabemos, en la hornacina que hay al otro lado de nuestro Señor de la Salud , se encuentra la
imagen de Santa Ana, acorde en “tonalidades temporales” con la de
San Antón. Es por este motivo por el que no he tocado ni el libro
ni la túnica del Santo, entre cuyos
pliegues se pueden apreciar los chorreones secos de un barniz pésimamente
aplicado sepa Dios cuándo.
También quiero aclarar respecto a la
simpática figura del “marranillo” que, desoyendo los consejos de algunos
que me animaban a cambiarlo de color, he decidido mantenerlo con su
característico color negro puesto que no había recibido indicación alguna de
parte de los responsables de la imagen y también porque considero que así lo
hemos conocido de siempre y así debe permanecer… ¿Sería éste un marrano de pata negra?
Han sido muchos los gestos de simpatía y
cariño que ha recibido San Antón mientras ha estado en mi casa; sin
embargo, casi nadie sabía nada sobre la vida y obra de nuestro Santo.
Conocemos la vida del abad Antonio, cuyo nombre significa "floreciente" y al que la tradición llama el Grande, principalmente a través de la
biografía redactada por su discípulo y admirador, san Atanasio, a fines del siglo IV.
Este escrito, fiel a los estilos literarios de la época y
ateniéndose a las concepciones entonces vigentes acerca de la espiritualidad,
subraya en la vida de Antonio -más
allá de los datos maravillosos- la permanente entrega a Dios en un género de
consagración del cual él no es históricamente el primero, pero sí el prototipo,
y esto no sólo por la inmensa influencia de la obrita de Atanasio.
En su juventud, Antonio,
que era egipcio e hijo de
acaudalados campesinos, se sintió conmovido por las palabras de Jesús,
que le llegaron en el marco de una celebración eucarística: "Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo
que tienes y dalo a los pobres...".
Así lo hizo el rico heredero, reservando sólo parte para una
hermana, a la que entregó, parece, al cuidado de unas vírgenes consagradas.
Llevó inicialmente vida apartada en su propia aldea, pero
pronto se marchó al desierto, adiestrándose en las prácticas eremíticas
junto a un cierto Pablo, anciano
experto en la vida solitaria.
En su busca de soledad y persiguiendo el desarrollo de su
experiencia, llegó a fijar su residencia entre unas antiguas tumbas… ¿Por qué esta elección?
Era un gesto profético, liberador. Los hombres de su tiempo -como los de nuestros días - temían desmesuradamente a los cementerios,
que creían poblados de demonios. La
presencia de Antonio entre los
abandonados sepulcros era un claro mentís a tales supersticiones y proclamaba, a su manera, el triunfo de la
resurrección. Todo -aún los lugares que más espantan a la naturaleza
humana - es de Dios, que en Cristo lo ha redimido todo; la fe descubre siempre
nuevas fronteras donde extender la salvación.
Pronto la fama de su
ascetismo se
propagó y se le unieron muchos fervorosos imitadores, a los que organizó en comunidades
de oración y trabajo.
Dejando sin embargo esta exitosa obra, se retiró a una soledad más estricta en pos de una caravana de beduinos que
se internaba en el desierto.
No sin nuevos esfuerzos y desprendimientos personales, alcanzó
la cumbre de sus dones carismáticos, logrando conciliar el ideal de la vida
solitaria con la dirección de un monasterio cercano, e incluso viajando a Alejandría para terciar en las
interminables controversias arriano-católicas
que signaron su siglo.
Sobre todo, Antonio,
fue
padre de monjes, demostrando en sí
mismo la fecundidad del Espíritu.
Una multisecular colección de anécdotas, conocidas como "apotegmas" o breves ocurrencias
que nos ha legado la tradición, lo revela poseedor de una espiritualidad
incisiva, casi intuitiva, pero siempre genial, desnuda como el desierto que es
su marco y sobre todo implacablemente fiel a la sustancia de la revelación
evangélica. Se conservan algunas de sus cartas, cuyas ideas principales
confirman las que Atanasio le
atribuye en su "Vida".
Poco a poco, fieles
seguidores de aquella forma de vida crean
numerosas colonias monásticas a su
alrededor, convirtiéndole en su padre
espiritual. Se reunían para celebrar juntos los oficios divinos, compaginando, de este modo, el silencio y la soledad con la vida común.
Murió
a los ciento
cinco años de edad, previendo el día de su muerte, ya convertido en
hombre perfecto, dominador de los animales feroces, dueño de SUB pasiones, lleno de sabiduría y sanador de almas y cuerpos.
San Antonio
es el Santo taumaturgo que no solo es invocado en favor
de los hombres, sino también de los animales,
que aún actualmente son bendecidos el día que se celebra la festividad del Santo.
Antonio
murió muy anciano, hacia el año 356, en las laderas del monte Colzim, próximo
al mar Rojo; al ignorarse la fecha de su nacimiento, se le ha adjudicado una
improbable longevidad, aunque ciertamente alcanzó una edad muy avanzada.
PUES NOS ERES PROTECTOR,
SOL DE EGIPTO PEREGRINO
AMPARA ANTONIO DIVINO
A QUIEN TE PIDE FAVOR.
AL DESIERTO TE RETIRAS
DANDO TU HACIENDA A LOS POBRES,
PARA QUE EN EL CIELO COBRES
SEGURO EL PREMIO, A QUE ASPIRAS;
Y PUES AL SOCORRO MIRAS
CON IMPULSO SUPERIOR:
AMPARA ANTONIO DIVINO
A QUIEN TE PIDE FAVOR.
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