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viernes, 12 de abril de 2013


VIAJANDO

CON

DON RECUERDO

Colaboración de Paco Pérez

Capítulo I

Todos los años me sucede igual, cuando llega abril el cuerpo me pide abandonar las rutinas diarias de mi querido Villargordo para marcharme a Nerja y, una vez allí, funcionar con otras que no son ni nuevas ni viejas y tampoco ni iguales ni diferentes, son otras y sus características me las suele marcar el lugar.
Si somos observadores comprobaremos que nuestras acciones se repiten casi a diario, estemos donde estemos, nos acostumbramos a ello y la mayor parte de las veces ni reparamos en que procedemos de manera rutinaria, como las máquinas, a pesar de ello nos sentimos orgullosos de ser humanos y cuando ciertas personas deciden que hay que abandonar la rutina de trabajar todos los días para coger una bicicleta y darle la vuelta al mundo pidiendo para comer, de pelarse como Dios manda o no pelarse, de no mear en el servicio y sí hacerlo como los perros en la rueda de un coche  o en la esquina más próxima (por eso ha nacido la sana rutina de poner garrafas de 5 litros en ellas), de coger una cámara fotográfica y captar a diario todas esas rutinas y algunas más… ¿Somos así o me he pasado?
Cuando suceden esas circunstancias nuestro entorno comienza a tomar posicionamiento ante la libertad del observado y hasta se permite la sana costumbre de criticar al que mea fuera del lugar habitual… ¿Qué es lo normal para la sociedad? Parece ser, según consta en el ritual local de la rutina, que lo es el meterse en la vida del vecino, criticarle con total libertinaje los actos que el otro ejecuta haciendo uso de su libertad sana y después, si la lima cree en Dios, se da una vuelta por la parroquia y comulga sin confesar.
Continuando con el filón de las rutinas les comento que entre ambos pueblos hay algunas diferencias notables, una de ellas está en las tonalidades cromáticas del campo visual que percibo.
 
 
En nuestro entorno disfruto con el intenso verde del mar de olivares que nos circunda, impregnado de vez en cuando por unas leves salpicaduras de marrón oscuro, el que nos regalan las tierras sin olivos, sospecho que en un intento de rebeldía para mostrar a los lugareños que ya está bien de no respetar su pasado glorioso, el que se ganaron a pulso como terrenos apreciados para el cultivo del trigo, la cebada, los garbanzos de pico abierto, las lentejas, las ricas habas de mesa y morunas para el ganado… ¿Ya no nos acordamos de esa realidad?
Ahora, en Nerja, observo de manera rutinaria la belleza del color azul de sus montañas y del agua, sobre todo cuando alterna sus tonalidades para anunciar que se aproximan cambios en el lugar, Levante o Poniente. Después de unos días por estos lares estos tonos azulados se meten en mi disco duro y me hacen olvidar los tonos con los que nací, me crie, crecí y fui y sigo siendo feliz al percibirlos.
Todo este jaleo que os he metido tiene la sana intención de opinar de ellas en el sentido de que hay que dominarlas, para que no sea lo contrario, y, lo más importante, para el equilibrio personal no hay que olvidarse nunca de adquirir la sana costumbre de ser felices con las que tengamos porque nos acompañarán siempre, estemos donde estemos, si no ponemos de nuestra parte para cambiar.
Ayer estaba sentado junto a Mari en uno de los bancos que hay en el paseo marítimo de la playa de Torrecilla, ausente, con la mirada perdida en el azul que tenía frente a mí y pensando en las cosas de la familia. De pronto, Mari rompe el silencio relajante que me invadía y me pregunta:
- ¿Cuándo vas a cambiar el modelo de pelado que te haces?
Nos conocemos desde hace cuarenta y tres años y sólo una vez no le hizo esa observación a mi estilo de pelado. La razón por la que me pelo así está en que tengo muchos remolinos, así crece de manera uniforme y no me causa trastornos diariamente al peinarme.
De regreso a casa continuamos tomando fotos a todo lo que se movía y a lo que no, dentro de este segundo grupo préstamos una especial atención a las flores porque, desde su inmovilidad, pedían a los transeúntes, usando la voz silenciosa de su belleza natural, unos minutos de atención.
Acabada la sesión fotográfica continuamos nuestro recorrido y entonces comentamos la suerte que tienen las flores por no tener que visitar al peluquero para que les haga el pelado adecuado, ese que les favorezca aún más su línea estética y que ahora hace tanto furor entre los jóvenes.
Al llegar a casa me acomodé delante del ordenador para hacer la descarga y entonces me afloró el tema del pelado, subí en el vehículo del recuerdo y viajé hasta Villargordo, lo hice husmeando  en los archivos fotográficos y entonces decidí que la palabra pelado sería la protagonista de unos escritos. Lo será hoy porque tiene grabados varios temas en la historia de nuestro pueblo que merecen ser presentados en unos capítulos, éstos se derivarán de sus diversos significados. Por ejemplo:
- Persona que pierde el pelo por una enfermedad o porque visita la peluquería para que se lo recorten.
- Perder algo por un revés de la vida o en un lance del juego, normalmente el dinero.
- Apodo, muy conocido en Villargordo es el de El Pelado”.
Hoy voy a comenzar por la primera acepción y por ella os relataré la historia de mi último pelado, tuvo lugar el 7 de marzo en la peluquería de Miguel, ubicada en el Pasaje Cervantes.
En el otoño suelo calcular la fecha del pelado para que cuando aterricen los fríos en el pueblo mi cabeza esté ya algo protegida por la natural crecida del pelo y también para que éste, por su abundancia, no me dé la lata si se prolongan los fríos demasiado. El otoño último se me complicó el poder cumplir con las previsiones debido a que en casa los resfriados fueron madrugadores y ello me impidió hacer las cosas como tengo por costumbre. Una vez recuperado recurrí, considero que demasiado tarde, a un pelado inusual en mí pues pedí recibir uno de esos que te dejan muy bonito el conjunto pero medio cubierto. Como el invierno no abandonaba su crudeza y las cervicales me fastidiaban casi a diario pues opté por retrasar el pelado hasta el momento en que mejoraran los fríos y de esta manera sus efectos no incidieran en mi cuello.
Cuando quise acordar me metí en marzo sin pelarme cuando su momento correcto hubiera sido a finales de enero. Este aspecto era el fruto de lo que os he relatado y por esa situación de mi peluca tuve que acostumbrarme a escuchar todos los días de mis paisanos la ocurrencia de turno:
- ¡Ya va siendo hora de que te peles!
- En mi casa tengo una máquina de esquilar borregos… ¿Quieres que te pele?
La verdad es que no era agradable esta situación diaria pero, como yo sabía que estaba propiciada por las buenas relaciones que mantengo con la inmensa mayoría de los bromistas y no porque pretendieran fastidiarme, opté por no escucharlas y aguanté hasta el primer día que el hombre del tiempo anunció que tendríamos unas fechas con sol.
Visité la barbería después de haber acordado con Miguel el día y la hora con anterioridad, venía de caminar y por ello llevaba la cámara de fotos. Cuando estaba el pelado en plena fiesta se presentó Ramón Jiménez Fernández, amigo y experto aficionado a la fotografía, y le pedí que tomara la máquina para que el momento quedara inmortalizado. Estas fueron las imágenes que capturó:
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Cuando llegué a casa Mari retomó la vieja costumbre de recriminarme el pelado tan tremendo que me había vuelto a hacer:
- ¿No podías haberte pelado más suavemente?
En días sucesivos tuve que torear las bromas de los mismos en dirección contraria, ahora se escandalizaban de que me hubiera pelado tanto… ¡Vivir para oir!
Como estoy acostumbrado a la rutina de mis excesos o deficiencias de pelo pues me aplico ese refrán que dice:
- Ande yo caliente y que la gente diga sobre mi pelo lo que considere oportuno en cada momento.
El próximo pelado me lo hará Luís, un vecino de Nerja que tiene peluquería. El verano pasado ya me peló y, mientras me pasaba la máquina, se me ocurrió preguntarle por cómo le iba con la pesca… ¿Saben lo que ocurrió?
Se emocionó con sus historietas de pescador y la máquina iba que volaba, dándome algunos estirones, los que me levantaban del asiento. Cuando vuelva a requerir sus servicios dentro de un mes no le hablaré jamás de los peces.

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