LA
SOLUCIÓN
Colaboración de Paco Pérez
Por presenciar el partido de fútbol que España jugó con Uruguay me ocurrió igual
que a muchísimos españoles que no tenían que levantarse el lunes para trabajar,
unos porque están en el paro y otros porque estamos jubilados… ¿Qué? Acostarme más tarde de lo
habitual, dar durante el partido más de una cabezada en el sofá, entrar en la cama a las 02:00 horas y, consecuentemente, tener dificultades para conciliar el sueño
después por culpa de esas calamonadas.
¿Qué persona no se ha desvelado más de una noche afectada por el temor a que otro día le pudiera afectar la crisis o a cualquiera de sus miembros?
Cuando nos sucede esta realidad pensamos, razonamos y después concluimos con el aterrizaje en la idea de que es una afectación generalidad, así ya podemos mitigar con más facilidad la quemazón que nos consume en esos momentos el alma y entonces, para reforzar la estrategia, recurrimos a recalar voluntariamente en la añeja y típica expresión… ¡¡¡Mal de muchos consuelo de tontos!!!
El consuelo nos viene cuando razonas y concluyes con… ¿A todos nos va a comer el tigre de una tacada y al día siguiente vamos a ejercer en la selva de alimento para sus exuberantes plantas en la modalidad de abono natural suministrado por el tigre a coste cero?
Cuando subido en ese avión viajaba por el mundo comprobé que también había países enfermos pero que no se debatían como nosotros entre salir o no de la UCI financiera. La realidad era que ellos también están afectados por el drama que ocasiona a las familias ese síndrome al que todos llamamos “crisis económica”. Entonces me acordé de España porque, como nuestra dichosa nación es muy progresista pues se apunta siempre a ser la primera en todo (fútbol, baloncesto, motos, coches, tenis…), incluso en la “crisis económica”, estaría bueno. Debido a ese argumento ya hay quienes opinan que ese es el secreto de que nuestra crisis sea tan profunda y que por ello somos muy amigos de poner en práctica ese dicho popular que nos aconseja “No ser menos que Orteguilla”. Y pensándolo bien… ¿quién era ese dichoso Orteguilla y qué hizo para que siguiéramos su estela con los ojos cerrados?
Entonces me dio tanto coraje que solté esta expresión villargordeña en el interior de mi mente para no despertar a quien, a mi lado, dormía plácidamente:
- ¿Me cago en las muelas de Orteguilla?
Logré olvidarme de este señor, volví a mis observaciones desde las alturas, comprobé con dolor que también están sumidas las familias en la misma problemática que nosotros y que también hay algunos curas al pie de las camas aplicando lo habitual en estos casos. Agudicé el oído y entonces escuché los lamentos de esas familias que, como plañideras, lloraban porque no sabían cómo iban a llegar a fin de mes.
Un poco más adelante descubrí el movimiento incesante de dos grupos bastante numerosos, ambos iban de un lado a otro sin un rumbo fijo pero, cuando tienes una cierta edad, usas las gafas y te fijas bien. Cuando hice estas dos labores me puse a escudriñar detenidamente el panorama, le di muchas vueltas a lo que había delante de mi campo visual y entonces comprobé que al final de su caminar todos entraban en el mismo sitio muy delgados y un tiempo después, cuando salían por otra puerta, ya habían engordado… Descendí hasta una altura más razonable y así pude descubrir a los clientes de ese programa de engorde:
- Los banqueros/as que habían visto pelar las barbas de un colega y no deseaban que se las pelaran a ellos o, si se veían en la misma situación, se curaban en salud y, para que sus espaldas estuvieran bien protegidas, se ponían una pensión bien retribuida y se acercaban a depositar su pesada carga.
- Los políticos/as, esos abnegados ciudadanos que optan a esa labor porque los empuja a ello la gran preocupación que les inspira la paupérrima situación de la ciudadanía. Esa verdadera razón se comprende mejor observando desde donde yo estaba y por eso me percaté de que era honrado lo que perseguían, conseguir que los jueces no les miren la ropa interior porque, tal vez, más de uno/a tengan pintados los calzoncillos, o las braguitas, de marrón.
Seguí viajando, no puedo afirmar si era durmiendo o despierto, pero os aseguro que ahora divisé a un grupo numerosísimo y lo afirmo porque no necesité ponerme las antiparras. Comprobé que llovía torrencialmente y que los allí concentrados no tenían paraguas para guarecerse del chaparrón que les estaba descargando en esos momentos. Intrigado por la escena seguí observando, divisé muchas banderas de España, comprobé que entre los que ahí estaban reunidos había muchos españoles, tuve la paciencia de contarlos uno a uno y, cuando sobrepasé los seis millones… Lo siento, sólo puedo decirles que eran las 08:30 horas cuando Mari me despertó.
PROFESOR---------------
GRAN VIDENTE AFRICANO
CON RAPIDEZ, EFICACIA Y GRANTÍA.
TELÉFONOS: __________/____________
Cuando me percaté de que había entrado en esa
situación intenté seguir el consejo que el nieto mayor le dio a su abuela, mi
esposa:
- Abuela, cuando no te puedas dormir pones la mente
en blanco.
Como no conseguía descifrar la fórmula mágica del
nieto pues en vez de ponerla en blanco lo que hice fue viajar gratis a uno y
mil sitios, no sé cuánto tiempo tardé en conciliar el sueño y, por culpa del
dichoso viaje, me levanté un poco más tarde de lo habitual.¿Qué persona no se ha desvelado más de una noche afectada por el temor a que otro día le pudiera afectar la crisis o a cualquiera de sus miembros?
Cuando nos sucede esta realidad pensamos, razonamos y después concluimos con el aterrizaje en la idea de que es una afectación generalidad, así ya podemos mitigar con más facilidad la quemazón que nos consume en esos momentos el alma y entonces, para reforzar la estrategia, recurrimos a recalar voluntariamente en la añeja y típica expresión… ¡¡¡Mal de muchos consuelo de tontos!!!
El consuelo nos viene cuando razonas y concluyes con… ¿A todos nos va a comer el tigre de una tacada y al día siguiente vamos a ejercer en la selva de alimento para sus exuberantes plantas en la modalidad de abono natural suministrado por el tigre a coste cero?
Cuando subido en ese avión viajaba por el mundo comprobé que también había países enfermos pero que no se debatían como nosotros entre salir o no de la UCI financiera. La realidad era que ellos también están afectados por el drama que ocasiona a las familias ese síndrome al que todos llamamos “crisis económica”. Entonces me acordé de España porque, como nuestra dichosa nación es muy progresista pues se apunta siempre a ser la primera en todo (fútbol, baloncesto, motos, coches, tenis…), incluso en la “crisis económica”, estaría bueno. Debido a ese argumento ya hay quienes opinan que ese es el secreto de que nuestra crisis sea tan profunda y que por ello somos muy amigos de poner en práctica ese dicho popular que nos aconseja “No ser menos que Orteguilla”. Y pensándolo bien… ¿quién era ese dichoso Orteguilla y qué hizo para que siguiéramos su estela con los ojos cerrados?
Entonces me dio tanto coraje que solté esta expresión villargordeña en el interior de mi mente para no despertar a quien, a mi lado, dormía plácidamente:
- ¿Me cago en las muelas de Orteguilla?
Logré olvidarme de este señor, volví a mis observaciones desde las alturas, comprobé con dolor que también están sumidas las familias en la misma problemática que nosotros y que también hay algunos curas al pie de las camas aplicando lo habitual en estos casos. Agudicé el oído y entonces escuché los lamentos de esas familias que, como plañideras, lloraban porque no sabían cómo iban a llegar a fin de mes.
Un poco más adelante descubrí el movimiento incesante de dos grupos bastante numerosos, ambos iban de un lado a otro sin un rumbo fijo pero, cuando tienes una cierta edad, usas las gafas y te fijas bien. Cuando hice estas dos labores me puse a escudriñar detenidamente el panorama, le di muchas vueltas a lo que había delante de mi campo visual y entonces comprobé que al final de su caminar todos entraban en el mismo sitio muy delgados y un tiempo después, cuando salían por otra puerta, ya habían engordado… Descendí hasta una altura más razonable y así pude descubrir a los clientes de ese programa de engorde:
- Los banqueros/as que habían visto pelar las barbas de un colega y no deseaban que se las pelaran a ellos o, si se veían en la misma situación, se curaban en salud y, para que sus espaldas estuvieran bien protegidas, se ponían una pensión bien retribuida y se acercaban a depositar su pesada carga.
- Los políticos/as, esos abnegados ciudadanos que optan a esa labor porque los empuja a ello la gran preocupación que les inspira la paupérrima situación de la ciudadanía. Esa verdadera razón se comprende mejor observando desde donde yo estaba y por eso me percaté de que era honrado lo que perseguían, conseguir que los jueces no les miren la ropa interior porque, tal vez, más de uno/a tengan pintados los calzoncillos, o las braguitas, de marrón.
Seguí viajando, no puedo afirmar si era durmiendo o despierto, pero os aseguro que ahora divisé a un grupo numerosísimo y lo afirmo porque no necesité ponerme las antiparras. Comprobé que llovía torrencialmente y que los allí concentrados no tenían paraguas para guarecerse del chaparrón que les estaba descargando en esos momentos. Intrigado por la escena seguí observando, divisé muchas banderas de España, comprobé que entre los que ahí estaban reunidos había muchos españoles, tuve la paciencia de contarlos uno a uno y, cuando sobrepasé los seis millones… Lo siento, sólo puedo decirles que eran las 08:30 horas cuando Mari me despertó.
Después de desayunar salimos, como de costumbre, a
realizar las compras y en nuestra conversación apareció la desastrosa noche que
había pasado por no saber poner la mente en blanco. Le relaté a Mari los hechos, comentamos la
actualidad nacional, lamentamos la situación y entonces lancé esta pregunta al
aire:
¿Qué español no estaría dispuesto a contar el
chiste del “minusválido que va al Cerro
del Cabezo en su carro…” y, al acabar de hacerlo, elevar sus brazos al
cielo para pedirle al Padre que nos conceda la petición de “seguir como estamos”?
Caminábamos inmersos en esta conversación por una
acera de la “Plaza de la Ermita”,
nos disponíamos a cruzar una calle, miramos en todas las direcciones y, al
volver nuestra vista al frente, reanudamos nuestra marcha. Cruzamos la calle y,
en la esquina de la otra acera, nos encontramos a un señor de raza negra que
ofrecía a los transeúntes esta hojita:
Siempre atiendo a quien se me acerca con
publicidad porque entiendo que intenta ganarse la vida de manera honrada y en
esta ocasión no iba a salirme de esa línea. Le di las gracias, me guardé la
hojita en el bolsillo y al llegar a casa retomé la lectura de su texto, lo
escribo por si no pueden leerlo bien en la foto. He ocultado el nombre del señor
que ofrece sus servicios y los teléfonos porque nos interesa el tema y no los
datos personales de quien lo ofrece.
TEXTO:PROFESOR---------------
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Cuando acabé de leerlo pasé de una situación de
respeto hacia la persona que me lo regaló a un estado de ironía, me ocurrió esa
transformación como consecuencia de la indignación que me ocasionaba la lectura
de lo que nos ofrecía, sobre todo me impactó su capacidad para encontrar trabajo. Entonces le dije a Mari:
- Lee este texto, es muy interesante. En él está
la respuesta que necesita nuestra querida España
para dar solución a todos los problemas que la agobian, incluido el mundo
laboral. Debería de plantearse Rajoy
el hacer una remodelación de su gabinete e incluir entre las novedades
ministeriales a este señor tan sobrado de todo.
Inmediatamente retomamos la normalidad y pasamos a
la fase cachonda cuando Mari se
acordó de aquella escena jocosa que nos regaló nuestro muy admirado actor Clint Eastwood.
En un poblado del oeste americano entra el
pistolero y se topa con el tradicional charlatán de traje blanco y sombrero. El
pistolero pasa cerca del carromato que sirve de establecimiento al charlatán,
camina mascando el trozo de tabaco que previamente había cortado con la navaja,
se aproxima al negociante, se detiene delante de él y se origina esta escena:
- Aquí tienen el elixir que soluciona todos sus problemas,
cómprenlo y comprobarán sus efectos beneficiosos.
A continuación se dirige al pistolero y le ofrece
la oportunidad de comprar una de las pocas botellas que le quedan de su
maravilloso producto. Clint Eastwood lo
mira en todas las direcciones, desde los zapatos al sombrero, le transmite sin
hablar el estupor que le causan sus palabras y sin que nadie espere su
reacción, espectador y charlatán, le escupe su mascadura de tabaco sobre la
solapa izquierda de la chaqueta y le dice:
- Ahora lo limpias con tu elixir si puedes.
Después de ejecutar esa acción continuó su marcha,
sin prestarle atención a las protestas y como muestra de desprecio por la
conducta indigna de quien trataba de engañar a la sociedad.
El profesor
africano es una muestra más de cómo está la sociedad en nuestros días y, a
pesar de que hablamos de grandes avances y logros en las distintas ramas de la
ciencia, aún podría venir el charlatán del carromato de la película y estoy
seguro que lograría vender algún bote de potingue mágico.
Cuando éramos niños también venían a Villargordo los charlatanes, lo hacían en un camioncillo y lo aparcaban frente a
la fuente que había en “El Paseo”.
Sus apariciones estaban muy bien calculadas,
cuando acababa la recolección de la aceituna y los vecinos tenían dinero
fresco.
La
mercancía que ofrecían eran lotes de toallas y mantas, el secreto estaba en ponerlas
apiladas, unas sobre otras, y con varios dobleces, aquí residía el engaño. Cuando
los compradores llegaban a casa con la ganga que habían adquirido se daban
cuenta del engaño a que habían sido sometidos pues al desplegarlas comprobaban
que eran diminutas y de una calidad muy baja.
Otro engaño que me ha venido volando desde el
recuerdo es el que se ocasiona cuando las personas que están afectadas por
temas derivados de su estado de ánimo, el profesor africano podría ser
encuadrado de manera presunta en este grupo, giran visitas a los santones que
se ponen de moda en cada época.
¿Nadie lee la prensa para informarse de las dudosas
prácticas que les ofrecen y para conocer que los dejan sin un euro?
Hace ya bastantes años que me comentaron el
procedimiento que usaban estos magos para sus entrevistas con el enfermo. Había
por el lugar una persona que aparentaba ir también a la consulta, se hacía el
encontradizo con el conductor del vehículo en el que había viajado el enfermo/a
y hablaban de sus transportados. Luego pasaba hasta el mago y le contaba los
secretos que atenazaban a las personas. Cuando salía la persona de la consulta
proclamaba que era muy bueno pues él mago ya que conocía todas las cosas que le
pasaban ates de que ella se las contara.
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