Colaboración de Paco Pérez
Capítulo
I
Un día, tomando unas copas
en el restaurante “El Recreo”, coincidí
con Manuel Navarro Moral “Manolín el de Juan Fernando”, hablamos
de muchas cosas del pasado y, como es lógico, nuestra infancia también salió a
relucir. Comentamos algo sobre las publicaciones que hacemos en “Villargordo nos reúne”, dijo tener una
foto muy interesante de su pasado escolar en la clase de D. Francisco Bautista Tirado y se comprometió a remitírmela por el
correo electrónico, compromiso que cumplió y que me alegró mucho el espíritu al
recibirla.
Cuando la observé lo
primero que hice fue intentar reconocer a los personajes, me quedaron tres sin
identificar y para lograrlo la pasé a papel porque de esa manera se la
mostraría a los reconocidos hasta identificarlos a todos. Algunos de los
protagonistas consultados no se ponían de acuerdo sobre su identidad y un día,
después de hablar con unos y otros, por fin quedaron nominados todos. Ese honor
le corresponde a Juan “El pelotas”, a él hay que adjudicarle
el mérito de las identificaciones finales.
La identidad que no me
ofreció ninguna duda fue la de su maestro, el inigualable e inolvidable D. Francisco Bautista Tirado, conocido
popularmente como “Don Nipo”. En su
momento se comprenderá el porqué de su apodo.
D. Francisco
y mi padre fueron íntimos amigos desde la infancia, aunque hubiera entre ambos
una diferencia en la edad de algo más de un año a favor del primero, como
referencia temporal apuntaré que mi padre nació el 2 de agosto de 1920.
Estudiaron en la misma
época, profesionalmente coincidieron como maestros en Linares -D. Francisco y
Paquita ya estaban casados y mi padre aún no- y, finalmente, desembarcaron
en Villargordo, donde trabajaron
hasta su jubilación. Yo, desde 1975 fui compañero de ambos y por eso conozco
muchas de las cosas inolvidables que atesoraba. Por su relación con mi padre
los sentimientos que destilo hacia él provienen de ahí pero lo que exponga me
saldrá del alma y con objetividad, son los hechos buenos y desconocidos que
nunca trascienden al gran público. De él, y de todos, siempre se cuenta aumentado
lo poco negativo que tengamos y de lo bueno nunca encontramos el momento de
exponerlo ante el gran público para que la balanza quede equilibrada, es lo
menos que se debería de hacer.
¡¡¡ HOMENAJE PÓSTUMO A MI VIEJO Y QUERIDO COLEGA, D.
FRANCISCO!!!
Eran las 14:00 horas cuando
iba a comenzar a escribir los recuerdos inmejorables que guardo de tu vida,
personal y profesional, pero no pude continuar haciéndolo después de escribir
el rótulo porque me acordé de las palabras que el gran Santiago Martos “Santiagorro”
solía dirigir a mi amigo José “EL ciego”:
- A las doce, si no has probado el vino, viene el demonio y te lleva.
Como tú también eras un
buen amigo del ritual de la “liguera” pues decidí que había que
hacerlo de manera correcta, en memoria vuestra. Para que el ritual fuera
correcto apagué el ordenador, salí de casa, me encaminé al “Tropezón” y me tomé tres copas de vino
blanco en recuerdo de mis amigos fallecidos y de mi padre, a él tampoco se lo
llevaba el diablo a las doce. Tenía que
empezar por honrar tu recuerdo de manera correcta y de paso no defraudar a ningún
practicante del ritual, vivo o muerto.
Tuviste un gran padre, D. José Bautista Arista “Don Pepe”, y
por eso te hiciste maestro. A ti te encantaba todo menos los libros y él, con
gran esfuerzo personal y cariño te daba clase, así fue consiguiendo que
avanzaras en los estudios. Reconocerás que, si hubieras tenido un padre
blandengue, no hubieras sido funcionario y por eso nadie mejor que tú sabe que
quienes hoy no ponen a sus hijos firmes es porque no saben ser padres y optan
por lo fácil, darles lo que les piden y justificar sus travesuras para que no
los molesten. Tu padre no era así, optó por lo difícil y el éxito te llegó
gracias a su labor personal y a los
encierros que te aplicaba en la cámara de la casa. Por eso, la cámara, es la inspiradora
de las historias que hoy voy a relatar.
En una ocasión estabas
encerrado en ella y en vez de estudiar te dedicaste a trastear en los bártulos
que siempre se guardaban en esa dependencia de las casas, la que en aquella
ocasión era tu cárcel improvisada. Como fruto de tus búsquedas para matar el
tiempo te encontraste con una pistola que tenía tu padre bien guardada en un
lugar que él consideró seguro. Tú hiciste lo propio de la poca edad, jugar a los
pistoleros, y la cargaste. Estaban tus padres en casa muy tranquilos y, de
pronto:
- ¡¡¡Bang, bang!!!
Cuando escucharon el
atronador ruido de los dos disparos quedaron medio atontados porque se temieron
lo peor y D. Pepe, así es como era
conocido tu padre en el pueblo, se dirigió a tu madre en estos términos:
- Teresa… ¿Quién sube ahora a la cámara?
Cuando se armaron de valor
ascendieron por las escaleras hasta ella, abrieron la puerta, se lo encontraron
muy asustado y vivo, dieron gracias a Dios
y se abrazaron a él. Después de haberlo recuperado dieron por acabado el
castigo, él se comprometió a no hacer más travesuras y todos fueron felices
durante unos días.
Tus buenas intenciones no
te duraban mucho, sabes que es verdad lo que digo, y al poco tiempo volvías a
ser confinado en el lugar en que pudiste perder la vida. Esta vez te encerraron
unos días antes de las “Fiestas de
Santiago” y, aunque ya era el día 24 de julio, el encierro aún no te lo
habían levantado tus padres.
Como estudiabas en el
Instituto “Virgen del Carmen” de Jaén, mi padre y tú teníais allí como
amigos a dos hermanos: Raimundo, al
comenzar la década de los setenta estuvo destinado en Villargordo como Secretario
del Ayuntamiento y Sacramento, éste también fue maestro y
desarrolló su labor profesional en Mengíbar,
su hija se casó con un señor que después fue alcalde del pueblo, Barahona.
Mi padre invitó a estos
amigos comunes a pasar las fiestas con él y cuando llegaron al pueblo se
enteraron de que te tenían enchiquerado en la cámara de nuevo. Los tres amigos
decidieron ir a la botica, situada en la calle Ramón y Cajal, para hablar con tus padres y pedirles que te dejaran
salir. Mi padre le hablo al tuyo en estos términos:
- D. Pepe, han venido estos amigos de Jaén para pasar las fiestas del pueblo y nos gustaría que Francisco nos acompañara estos días,
nos hace mucha ilusión pasarlas juntos… ¿Por qué no le levantan el arresto y le
permiten que salga en estos días tan especiales?
D. Pepe se
mostró muy emocionado con la visita que habían recibido y les habló así:
- Francisco no se merece salir pero como sois unos buenos amigos suyos,
lo habéis demostrado al venir hoy a casa, y a mí, en honor de vuestro buen
gesto, no me queda otro camino que concederos lo que me habéis pedido.
Los cuatro se marcharon
muy contentos y comenzaron a disfrutar de la fiesta. En aquellas fechas, Torresblascopedro también estaba de
fiestas y habían programado allí un encuentro de fútbol con Villargordo, él y mi padre formaban
parte del equipo. El desplazamiento estaba organizado con el medio de transporte
que entonces se estilaba, en el cajón de un camión.
A la hora de salir D. Francisco no estuvo y se marcharon
sin él. La razón por la que se quedó en tierra no creo que haya que relatarla, se
entretuvo más de la cuenta. Era un portento físico y lo que hizo para
solucionar su despiste fue increíble.
En aquellos tiempos los mozos
se vestían con traje, camisa y corbata en los días de fiesta, él también iba
así vestido ese día. Llegó a casa y su madre había cocinado cocido, se tomó las
sopas y los garbanzos se los echó en un bolsillo de la chaqueta y salió
corriendo por la puerta… ¿Qué le había
picado al buen mozo?
Se encaminó hacía el vado
del río Guadalquivir corriendo en
plena siesta y, a la vez, se iba comiendo los garbanzos a puñados. Cruzó el
río, llegó a Torreblascopedro y jugó
el partido… ¡¡¡Increíble pero cierto!!!
Cuando regresó a casa por
la noche le señalaron otra vez el camino de la cámara y al finalizar el primer
día de Santiago ya se acabaron las fiestas para él.
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