Colaboración de Paco Pérez
PRIMERA PARTE
Un
año más, la noche del 16 de enero nuestro pueblo, Villargordo, se viste de los colores propios de esa noche, el verde que se desprende del ramón, el negro de la noche en las zonas ausentes
de luminosidad, el gris blancuzco
del humo que asciende por los efectos de la combustión de la leña y los amarillos y rojizos que se desprenden de las llamas para pintar a las personas
y paredes de las casas colindantes de ellos… ¡¡¡Qué belleza de claroscuros!!!
Por
la tarde corrían rumores de que las lumbres no se iban a poder encender debido
a que la lluvia estaba amenazando con aparecer y por esa razón no me desplacé
hasta la ermita. Cuando comprobé que no se cumplían los temores, tomé mi
inseparable amiga y decidí dar una vuelta por nuestro callejero más próximo.
Mari escuchó el movimiento que había en el piso superior de la casa, se apuntó
y juntos hicimos el recorrido, la verdad es que mereció la pena porque pudimos
obtener algunas imágenes muy bellas y lo pasamos fenomenal con el recuerdo y
las anécdotas.
Esta
fue la EXPERIENCIA que vivimos, esperamos que los villargordeños ausentes podáis matar el gusanillo de esa noche
desde vuestros hogares, allá donde os encontréis… ¡¡¡Va por vosotros!!!
Nuestro
recorrido:
1.-
En la calle Ramón y Cajal debutamos,
ahí encontramos la peña más numerosa. Juan
Almagro Tirado “Bellezas”, aglutina
todos los años a la gente joven de su entorno de amistades y a la vecindad de
la calle. Hacen la lumbre delante de su casa y, como tiene cochera, pues en
caso de lluvia encuentran un resguardo estupendo. Otro elemento favorecedor es
que Juan les proporciona lo más importante
de esta celebración el ramón pues su
tractor y el motosierra les facilita el obtenerlo.
2.-
Unos metros más arriba, y en la misma calle, nos topamos delante del Mesón “La Verja” con la Peña “Los dos”.
Les
saludamos y nos comentaron que estaban esperando que los palos comenzaran a dar
buenas ascuas para que entonces empezara el chuleteo.
Nos
despedimos y seguimos.
3.-
Al llegar a la esquina de “Zamorita”,
en la calle José María Polo,
sentimos alboroto y decimos explorarla para comprobar qué había ahí. Llegamos a
la rinconada de “Checa” y observamos, desde lejos, que
delante de los portones de la cochera de Jesús
“El trapero” y Tere “La papata” había
un animado ambiente de amigos y vecinos.
Tomamos
la foto y nos volvimos con rumbo a Ramón
y Cajal. Cuando estábamos llegando a la esquina del estanco escuché las
inconfundibles carcajadas de mi buen amigo Matías
“el de la tororona”. Mientras
avanzábamos le conté a Mari dos de las historietas vividas con Matías:
a)
La escena ocurre en la escuela que
regentaba mi padre, tendríamos unos siete u ocho años. Estábamos alrededor de
la mesa del maestro para mostrarle los trabajos y que él los corrigiera. Era
invierno y él vestía aquel día con un abrigo corto de color marrón claro, un
tres cuartos. De pronto estornudó y se le descolgaron dos “velas” de color verde intenso, más o menos como el del ramón, y de
un tamaño descomunal. Se exploró con desesperación los bolsillos en busca de un
pañuelo y, como no encontró la respuesta, de pronto tomó una sabia decisión…
¡¡¡Se pasó la mano por la nariz,
dejándola limpia de “velas”, y guardándolas en el bolsillo del abrigo!!!
Cada
vez que hemos recordado la escena, al saludarnos cuando viene de Madrid y
charlamos un rato, el espíritu se nos libera de los malos humos.
b)
Alrededor de 1965 se sitúa esta segunda estampa y los hechos ocurren en la casa
de Catalina “La zarata”, en Jaén, donde
nos alojábamos como huéspedes. También teníamos de compañero a Diego, un compañero de Matías. Yo estudiaba el primer año de
carrera y ellos “Formación Profesional”.
Matías era, y sigue
siéndolo, muy gracioso. Todas las noches nos daba un espectáculo diferente, su
fama se cundió entre los vecinos de la calle Calvache y en el número 1 se concentraban con los de la casa los amigos
y amigas jóvenes y, como no, su fans más grande, una señora ya mayor que se llamaba
Pepa.
Cada
noche nos hacía un número diferente. Una se encerró en nuestro dormitorio y
cuando salió venía disfrazado de municipal de Jaén: Abrigo corto (la bata blanca que usaba Pedro, el hijo de Catalina,
en el laboratorio donde trabajaba), silbato,
casco (un orinar) y porra (una tripa de salchichón colgada
en el cinto). Nada más verle la estampa al salir ya empezamos con las risas,
pues nos recordaba al genial “Charlot”.
En
medio del salón puso una silla, era el altillo en el que se subían entonces los
municipales de Jaén para dirigir la
circulación, y él comenzó su número una vez subido. Silbaba, movía las manos,
otras cogía la porra en plano
amenazante hacia los conductores y, de vez en cuando, tenía que coger el bacín porque se le caía al suelo.
Mientras
ocurrían estas acciones todos reíamos y Diego,
que era muy exagerado riendo, se mondaba. Pero lo genial vino cuando el
bueno de Diego descubrió que la porra que manoseaba Matías era su tripa de salchichón. Entonces salió corriendo detrás de Matías, mientras lo hacía se cagaba en
todo lo que volaba, éste corrió y se escondió en su camerino. Así acabó aquella
noche la función.
¡¡¡Qué tiempo tan felices, nos bastaba con
aquellos números improvisados!!!
Me
da pena cuando observo a la generación actual, sólo son felices tecleando en el
móvil.
4.-
Llegamos a la esquina de “Segundo”
y, en el solar de la casa de la “Zorrica”,
estaba Juanito Alonso “EL chinda”, su esposa María Dolores y dos muchachos.
Comentamos algunas cosillas lugareñas y nos comentaron que la Peña “San Francisco” estaba en su lugar habitual.
5.-
Nos despedimos y, antes de hacerlo, observamos que en la calle Pablo Iglesia había una lumbre en los
aledaños de la casa de la familia “Lindes”.
Desde la misma esquina de “Segundo”
disparé y seguimos ruta.
6.-
Unos cuantos metros más adelante estaban “Los
San Franciscos” con un buen ambiente familiar y amigable. Nos invitaron a
acompañarlos, declinamos hacerlo y les agradecimos su gesto.
Antes
de irnos se me ocurrió dirigirles esta frase como despedida:
-
¡¡¡Que os lo paséis bomba!!!
Francisco “Tajaillas”, el municipal… ¿Está bien identificado con el sombrero? Me contestó en
estos términos:
-
¡¡¡No sé cómo acabaremos pero que ya hay
más de uno medio borrachuzo sí que es verdad!!!
Con
su respuesta ya no tuve más remedio que aclararle la mala interpretación que
dio a mis palabras:
-
Francisco, os he deseado que lo
paséis bomba y no he dicho que estéis bombas.
Entonces
rectificó así:
-
Eso le pasa a los que ya están medio sorduscos.
-
No te apures que los sorducos somos legión – le contesté.
7.-
Unos pasos más adelante nos encontramos con Noemí y su peña de jovenzuelos, les tomamos la foto sin intercambio
palabrero y continuamos.
8.-
Seguimos ruta hacía “El Paseo” y
entonces nos encontramos la lumbre de la Peña
“Unión”. Uno de sus integrantes, Manolillo “El Tropezocillo”, reclamó mi presencia para que les inmortalizara
el momento.
Nos acercamos y charlamos, de manera más dilatada con Antoñita Bergillos, Angélica, Mari Pauli “La cachorra”,
nuestra prima, y con mis amigos Juan y Fernando “Pelotas”. Juan nos hizo
comer una sardina asada, muy rica por cierto, y a mí me resultó imposible el
rechazarle el darle un trago al vino de su bota.
Ya
hacía mucho tiempo que no había practicado ese arte, cuando jugábamos a hacerle
espumilla en la boca y nos sabía a gloria bendita, ahora también, pero ya se
nos pasó el momento.
Antes
de marcharnos tuvimos ocasión de presenciar dos fenómenos extraordinarios:
a)
Un eclipse total de lumbre:
b)
Una aparición, sobre los tejados de los edificios, en movimiento de unos
objetos voladores de colores rojo y amarillo en perfecta formación. Algunos
hablaron de OVNI pero no le dimos más relevancia al asunto. Vean la prueba:
Los
dejamos con el tema y nos despedimos de ellos, dirigiéndonos a continuación hasta el restaurante “El Recreo”. Acomodamos nuestras
delicadas posaderas en dos taburetes de la barra; tomamos dos copas, mosto mi
esposa y vino el de la cámara; pedimos para picar algo ligero, un plato de “sol y sombra” compartido; pagamos antes
de salir por la puerta, cosa lógica; marchamos a casa y pasamos, en directo, a
la cama.
Así
fue nuestra noche de “Las LUMBRES de San
Antón”.
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