Colaboración de Paco Pérez
Juan Moreno “El esquilaor”, también hizo las maletas
y viajó hasta Barcelona para buscar trabajo y mejorar su nivel de vida, lo hizo
cuando España estaba atravesando una época de nefastos recuerdos históricos, estaba
en fase de reconstrucción nacional, vivíamos aislados del concierto mundial
porque los países nos habían dado la espalda… Como consecuencia de las
circunstancias anteriores teníamos escasez de todo pero disfrutábamos de mucho
sol y más hambre.
En
la familia de Juan también
concurrían esas circunstancias y por eso decidió que tenía que marcharse del
pueblo, su hermano José también preparó
las maletas y emprendieron la aventura catalana.
Una
vez allí, la construcción fue el oficio en el que trabajaron. José era el mayor y, como murió antes
de jubilarse, no pudo regresar al pueblo para disfrutar del descanso merecido. Juan retornó antes de la jubilación, acompañado
de su familia, y trabajó en su especialidad
o en lo que le salía hasta los 65 años. El pasado día 19 de febrero cumplió
87 años.
En
la churrería solemos coincidir algunos días y, como José era de la edad de mi padre y muy amigos, hablamos de ellos y
de los años en los que su hermano vivía en una casa de las “Protegidas”, la que después fue
propiedad de Alfonso Aranda Aparicio “El rubillo” y actualmente de Luís Jiménez
Almagro “Bellezas” y Anita Lerma Moreno. En esa vivienda vivió José, yo era entonces un niño muy
pequeño y, a pesar de ello, recuerdo que se ganaba la vida con un taller
mecánico de motos y bicicletas que montó en una habitación delantera.
Cuento
esta historia porque mi padre tenía una afición al fútbol indescriptible,
pasión por el Real Jaén y el Real Madrid.
Este
deporte lo practicó en su juventud; después
lo seguía en la radio; recibíamos en casa a diario el
periódico deportivo MARCA, estaba abonado y se lo mandaban, e iba al campo del Real Jaén cada vez que jugaba un
partido de Liga, yo le acompañaba algunas veces y el domingo que me llevaba era
el más feliz del mundo.
De
aquellos partidos guardo un recuerdo inolvidable, la publicidad que se hacía en
el descanso del analgésico OKAL.
Consistía en que cuatro señores eran recubiertos con una baja que tenía la
forma geométrica de un prisma cuadrangular regular. Cada caja llevaba imprimida
una letra del producto anunciado, durante el descanso del partido caminaban en
hilera por el borde del campo y por la megafonía del estadio se escuchaba
aquella letra de canción: “Okal, okal…”.
Mi
padre mostraba en cada partido su estado anímico, empujado por sus nervios
genéticos. En uno de ellos, al no marcar goles el Jaén, la tomó con su mítico
delantero centro, Arregui.
Cada
vez que fallaba vociferaba contra él frases reprobatorias:
-
¡¡¡Arregui, eres un mochuelo!!!
Cuando
volvía a desperdiciar otra ocasión insistía en sus voces hacia él:
-
¡¡¡Vaya mochuelo que estás hecho!!!
¡¡¡Vete a tu casa, pepino, eres un pepino amargo!!!
Así
estuvo gran parte del partido. Estaba éste a punto de llegar al minuto noventa
y el árbitro pitó córner a favor del Real
Jaén. Lo sacó Cerrillo, otro de
los inolvidables de este equipo, y Arregui
con su figura blanca inconfundible de camiseta blanca, pantalón blanco y pañuelo blanco cubriéndole
la frente y anudado en la nuca se elevó por encima de los defensores contrarios
en busca del balón que venía volando… ¿Qué ocurrió?
Hizo
un escorzo genial, conectó uno de sus cabezazos famosos y alojó el balón en la
portería del equipo rival.
Entonces
el campo explosionó de júbilo, incluido mi padre, y cuando se sosegaron los
ánimos en las gradas ocurrió esta estampa inolvidable para la historia de mi
familia y para los aficionados locales a este deporte.
Un
señor que estaba muy próximo a la localidad de mi padre, que había estado
soportándole sus impertinencias durante gran parte del partido, que vestía una pelliza
de cuello con pelo, gorra de paño a cuadros y con visera, pantalones de pana
tostados y unas buenas botas de cuero se plantó delante de él y le preguntó con
su aspecto de gañán y armado de coraje y argumentos válidos… ¡¡¡Como se deben
de decir las cosas en la vida!!!:
-
¿Ahora qué dice usted químico del fútbol?
Cuando
vemos partidos en la “Peña del Real Madrid” siempre hay energúmenos como mi
padre, yo de vez en cuando, templados como el señor de la pelliza y, como es
lógico, éstos nos dicen a los otros “químicos…”,
nos meten el resuello para dentro y nos mondamos de risa.
Otra
vez me llevó al viejo estadio de “Los
Cámenes”, ubicado en Granada,
para presenciar un encuentro del titular con el Real Madrid de Di Stéfano,
Puskas, Gento, Rial, Kopa… Le ganamos al Granada por 4 goles a 3 y fue un
recuerdo imborrable. En ese partido también nos ocurrió un hecho anecdótico. Mi
padre me aleccionó bien antes de entrar al estadio:
-
Que no se te ocurra dar voces si marca nuestro equipo que vamos a estar
rodeados de hinchas del Granada y lo podemos pasar mal.
Yo
resistí bien el montón de goles pero en el cuarto del Madrid se me fue la pinza
y grité:
-
¡¡¡Gooool!!!
Mi
padre se disculpó ante los vecinos y, la verdad, fueron correctísimos con
nosotros.
En
Villargordo mi padre puso en marcha,
junto a D. Francisco Bautista Tirado, su íntimo amigo y compañero de profesión,
las bases del actual C. F. Villargordo.
Entre
aquellos niños que estaban con ellos en la escuela formaron la plantilla que
tantas alegrías nos daban a los villargordeños entonces, eran nuestros ídolos
de la infancia.
En
aquel equipo hubo grandes futbolistas y uno de ellos, Antonio Castellano Calles “Botana”,
fue seguido por el equipo técnico del Real Jaén, lo convocaron al viejo estadio
de “La Victoria” para que probara en
un entrenamiento con el primer equipo, un día subió para la prueba y no cuajó.
“Botana” fue un gran delantero
centro que, en nuestros tiempos, hubiera llegado muy lejos.
Como
en aquellos años los viajes a la capital no eran fáciles, la prueba era a una
hora mala, no subía el autobús varias veces al día como ahora y, además, como mi
padre tenía que trabajar pues necesitó compaginar ambas circunstancias para
poder acudir junto a su pupilo al estadio. Para ello se montó la aventura de
pedirle a su gran amigo José Moreno
“El esquilaor” la moto “Guzzi Hispania” que tenía, él aceptó de
inmediato la petición.
Llegado
ese día le dio al intrépido motorista unas leves indicaciones, lo montó, le dio
un empujón y allá que se fue sin más experiencia.
Hizo
bien el viaje de ida, presenció la prueba y regresó al pueblo pero, una vez
aquí, se aliaron varias circunstancias contra él y tuvo un pequeño percance. Contra
él intervino su condición de nerviosillo,
el pavimento de las calles que entonces era de tierra con piedrecitas y, como
no, su nula experiencia con las motos. Al llegar a la puerta de José para devolverle su moto intentó
pararla, no manejó de manera correcta el embrague, el acelerador, los frenos o
quién sabe lo que hizo… ¿Qué le ocurrió?
Dio
un buen cebolletazo en el suelo, puso las manos en él al aterrizar sin
paracaídas para defenderse, las piedras pequeñas que había le destrozaron las
palmas de las manos y las llevó a casa vendadas, dándonos un gran susto. Jamás
en la vida se volvió a montar en otra moto, ni de paquete.
Hace
unas mañanas recordé con Juan estas
anécdotas, hablamos de los fallecidos, de las edades que hubieran tenido ahora
y entonces me comentó que su 87
cumpleaños estaba cercano. Mi esposa, que está muy atenta a todas estas
celebraciones, le dijo:
-
Juan, como usted fuma siempre puros
y en la casa tengo guardados un montón pues, si usted quiere, se los traigo
para ese día.
El
día acordado se cumplió la entrega del regalo.
Tomamos
café y charlamos durante bastante rato. Recordamos otras cosas de aquellos
tiempos y Juan nos relató lo que le
ocurrió en su juventud con “Pencho”,
un cabo primero de la Guardia Civil que estuvo destinado en nuestro pueblo
durante un tiempo. Eran los años de la posguerra y este señor tenía atemorizado
al pueblo, sobre todo a los hombres que regresaban a sus casas tarde.
Serían
la diez de la noche, Juan caminaba hacia
su hogar, venía de tomar unas copas en el bar de “Santiaguillo”, éste estaba ubicado en la plaza de la Iglesia y
frente al viejo Ayuntamiento.
Aquella
noche hacía frío, Juan caminaba por
la calle José Mª Polo con el cuello
de la chaqueta subido, las manos guardadas en los bolsillos y se topó con la
pareja de la Benemérita, aquella
noche la formaban el dichoso “Pencho”
y Manolo Cazalilla, éste sí dejó
buenos recuerdos en el pueblo.
Al
pasar junto a ellos el cabo le echó el alto, él se detuvo y recibió esta orden:
-
¡¡¡Saca las manos de los bolsillos!!!
Juan obedeció de
inmediato y ahora recibió esta pregunta:
-
¿Cómo te llamas?
-
Juan Moreno, “El esquilaor”.
Entonces
el cabo se dirigió a “Cazalilla”,
así es como el pueblo llamaba al otro guardia, y le preguntó:
-
¿Lo conoces tú?
-
Sí, es primo de la novia de mi hijo.
El
cabo se dirigió de nuevo a Juan y le
volvió a interrogar:
-
¿De dónde vienes?
-
He estado con los amigos en el bar de “Santiaguillo”
y ya voy para mi casa.
-
¿No sabes que por la noche no se puede salir? – volvió el cabo a preguntarle.
-
Yo no sabía nada señor guardia– le respondió Juan.
Nos
contó que la escena acabó recibiendo del cabo el encargo de que no volviera a
salir a esas horas por las calles. Así es como asustaban a la gente y él nos
confesó que ya no volvió a salir más por la noche.
También
nos recordó los hechos que ocurrieron algunas noches en el Bar “Pancho”. Cuando
entraba este señor por la puerta y se enteraban los clientes que estaban
jugando al tute o al dominó en el piso superior ya se armaba la marimorena para
intentar evitar el recibir una buena tunda de palos… ¡¡¡Algunos llegaron a descolgarse por el balcón hasta la calle de la
farmacia y otros saltaron desde la terraza que había con vistas al “Paseo”
hasta el patio interior que entonces tenía el edificio!!!
Yo
conocía de este señor, porque me lo contó mi padre, una escena mezcla de violencia y jocosidad. Una noche paró en la calle Eras a uno de los vecinos
que iba a su casa para acostarse y, además, bastante mamado. Lo para y empieza
el turno de preguntas ya conocido:
-
¿Cómo te llamas?
-
Eufrasio Moral, para servir a Dios y
a los presentes. Señor cabo, soy más conocido como Eufrasio “El vago”.
-
El apodo no me interesa… ¿Dónde vives?
-
Yo no vivo.
Eufrasio era un hombre
muy redicho, hablaba con lentitud y estos ingredientes se veían aumentados por
los efectos del vino. Estas formas desesperaron al cabo y ahora preguntó con
palabras más subidas de tono:
-
¿Dónde vives?
-
Le he dicho que yo no vivo.
Ante
la insistencia de Eufrasio, la
soberbia de “Pencho” comenzó a
desbordarse, ya se había elevado el volumen del altavoz, las manos se agitaban
con fuerza y la tragedia se mascaba en el ambiente nocturno. El cabo le repitió
el contenido de la pregunta gritando, Eufrasio
se percató del peligro que se cernía sobre él y, tomando la muleta entre sus
labios, toreó al toro verdial, sin cuernos, así:
-
Señor guardia, si a vivir con la suegra
usted le llama vivir pues entonces vivo en la calle Eras número 6 pero, con
todos mis respetos hacia usted, yo a eso no le llamo vivir.
Cuando
terminó de hablar Eufrasio la escena
dio un giro radical, arrancó de la boca de “Pencho” una carcajada y, cuando se tranquilizó, le dijo:
-
¡¡¡Tiene usted toda la razón del mundo,
eso no es vivir!!!
-
¡¡¡Gracias señor guardia, me ha comprendido!!!
– le respondió.
-
¿Acepta que lo invite a una copa en casa de “Santiaguillo”?
-
Sí que acepto y, como me invita, incluso aguantaría aún alguna más.
Después
de recibir “Pencho” esta genial
respuesta la sonrisa afloró de nuevo en el ambiente y se encaminaron hacia el
bar, inmersos en un ambiente distendido y alegre.
Estas
escenas se vivían a diario en el Villargordo de la posguerra… ¿Quién tenía la culpa?
Los
funcionarios que, como “Pencho”,
denigran el cuerpo profesional al que sirven, en este caso a la Benemérita.
Pero los reproches se elevaban hasta Franco y yo me he preguntado muchas veces,
por los casos hoy expuestos aquí y por otros que viví en mi juventud en los
últimos años de la dictadura… ¿Franco le
decía a “Pencho” que actuara así con los villargordeños y no
se lo decía a “Cazalilla”?
Prefiero
dejar mi respuesta en blanco y así cada uno de mis inteligentes lectores se
regalará una respuesta justa y sensata sobre la actuación de este señor c_ _ _
_, eso era para mí.
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