A
NUESTRO PADRE,
UN BUEN HOMBRE y UN HOMBRE BUENO
D. PEDRO
RAMÍREZ MARTÍNEZ
nació el 06 de Julio de 1938 en el número 50 de la actual calle 14 de Abril, es
hijo de D. Miguel Ramírez Navarro y Dª. Brígida Martínez Melguizo y el segundo
de cuatro hermanos: Lucía (mayor) y Mª. Carmen y Manuel (menores).
Estudió en el colegio
hasta los 12 años, siendo sus maestros D. Francisco Badillo y D. Miguel Quílez.
Con esa edad tuvo que dejar de estudiar para ayudar a su padre en el bar que éste le había alquilado a Santiago
Pérez, a pesar de que su último maestro habló con su padre para que se fuese a
estudiar a Jaén ya que era un buen y aplicado estudiante, pero las
circunstancias en ese momento no lo permitieron.
Junto con su padre atendió el negocio, que en ese momento era muy pequeño y dónde sólo
se servían “chatos” y “medios litros” de vino que se acompañaban
con las tapas que preparaba su madre. Allí estuvo hasta que en el año 1959 se fue a realizar el servicio militar obligatorio, con
destino en Zaragoza, en el Campamento del Río, Zarpadores 5 durante 14 meses,
aunque de esos 14 meses casi tres estuvo en Esmara, perteneciente a El Aaiún
(El Sahara).
Una
vez finalizado el servicio militar obligatorio, con casi 23 años, vuelve de
nuevo a Villargordo y de nuevo ayuda a su padre en el bar “El Recreo” que en ese momento ya era de la familia.
Continuó
trabajando y dos años más tarde, con 25, conoce a Dª. Teresa Jiménez Martínez, con quién se pone “novio” durante unos años y termina
casándose el 18 de septiembre de 1.971. Tienen dos hijos: Miguel Nicasio y
Brígida.
A
partir de este momento comienza alternar
su trabajo en el bar con el de “Auxiliar de reparto” en CORREOS, empresa en la que estuvo casi 27
años.
A
partir de 1.977, Pedro se hace cargo
del negocio familiar junto a su hermano Manuel
y es dónde ha permanecido trabajando hasta su
jubilación, en Julio de 2000.
Aficionado a escuchar las
tertulias políticas, a la lectura periodística y a la radio.
En
la actualidad, sigue viviendo en su casa de toda la vida junto a su mujer,
Teresa, y rodeado de la familia: sus hijos, Miguel Nicasio y Brígida; su nuera
y yerno, Laura y Fernando; y sus cuatro nietas/os: Maite, Andrea, Miguel y Leo,
así como hermanos, cuñados, sobrinos y demás familia.
¿POR
QUÉ ESTAMOS HOY AQUÍ?
Como todos sabemos, el pasado año ya
se celebró por primera vez el Certamen del Buen Vecino. Con ese acto social el
Ayuntamiento de Villatorres, homenajea el día 17 de enero a las personas
mayores del municipio que han llevado una vida digna y ejemplar, en la familia
y en sus profesiones.
Este año a nuestro padre, D. Pedro
Ramírez Martínez, se le ha hecho entrega de uno de esos galardones.
“Villargordo
nos reúne” se hace eco de las costumbres que se implantaron el año anterior
con dos publicaciones, según nos informaron los que administran el espacio
virtual. En la primera se una amplia información de lo que ocurre en la gala y
unas fechas después ya es un tratamiento personalizado de los homenajeados.
Para que se dé esta segunda publicación comunican a las familias su interés y les
piden su colaboración y participación con los datos biográficos, desarrollo
profesional y familiar, anécdotas vividas, fotografías…
Nuestra familia la ha recibido y sus
hijos, Miguel Nicasio y Brígida, hemos decidido aprovechar esta oportunidad que
se nos ha brindado para mostrarle a nuestro padre lo que sentimos por él.
Han sido varios los días, sobre todo
estos últimos, en los que nos hemos dedicado a preparar este acto-homenaje mediante la recopilación
de fotos, la recogida de datos autobiográficos, charlas con familiares cercanos
para aportar mayor cantidad de información... Al final de todo este proceso te
das cuenta de que estás rodeado de
muchas fotos y documentos autobiográficos pero entonces compruebas que éstos aportan
datos, algo frío, y poco sobre cómo es realmente nuestro padre, lo único que
nos interesa de él y que queremos trasmitirles mediante estas letras.
Para conocerlo un poco más, lo primero
que se nos viene a la cabeza es que ha sido un hombre muy trabajador, de hecho, ya con doce años tuvo que dejar los estudios para ayudar a nuestro abuelo
con el bar “El Recreo”, y todo ello
a pesar de que su maestro habló con nuestro abuelo para que se fuera a estudiar
a Jaén, ya que le consideraba muy inteligente, pero las circunstancias de
entonces no lo permitieron y no pudo (quizás este sea uno de los principales
motivos por los que mi padre siempre nos animaba a que “aprendiéramos y estudiáramos una carrera”).
Decimos que fue trabajador porque,
aparte de estar toda su vida haciéndolo como camarero, también fue auxiliar
de reparto en Correos, dos
profesiones que le permitieron relacionarse con mucha gente, y esto lo vemos
como algo positivo, como una oportunidad que le ha dado la vida (frente a la
que le quitó de no estudiar) para conocer a la mayoría de los paisanos, creemos
que la aprovechó muy bien porque ayudó cuanto pudo y por ello siempre ha sido
muy querido, así nos lo hace llegar la gente que nos pregunta por él ahora que
sale poco.
Una cosa que también nos ha llamado
poderosamente la atención es que nunca
ha hablado mal de nadie. Cuando llegaba a casa podía venir enfadado por
algo o con alguien pero jamás nos decía éste es “así o asá” o “tener cuidado
con éste o con ésta”, al contrario, nosotros le preguntábamos y él le “quitaba hierro”, justificándolo; quizás
por eso, que nosotros sepamos, nunca lo hemos visto involucrado en ningún
conflicto o pelea, es más, siempre las ha evitado. No sólo no fue, ni es,
conflictivo sino todo lo contrario, es una persona que sabe escuchar primero a todo el mundo, aunque no comparta sus ideas,
y luego conversar sobre lo escuchado, intentando siempre razonarle sobre y ayudarle
a aclarar sus errores si éstos estuvieran equivocados.
Con lo de que es conversador yo, Miguel,
siempre cuento una anécdota:
[Cuando era adolescente trasnochaba,
junto con mis amigos, y muchos días llega tarde a casa; lo “normal” en esa
época era que te esperasen tus padres despiertos y te “echasen la bronca”, como
ocurría con algunos de mis amigos, pero él no me esperaba despierto y no me la
echaba, hacía algo peor…
¡No me decía nada!
Al día siguiente, después de terminar
su trabajo en el bar y después de comer, me decía:
- Miguel, tenemos que hablar.
Yo le aceptaba su propuesta y nos
sentábamos en salón. Una vez acomodados retomábamos la conversación y él, sin
levantar la voz, me hacía entender que lo que había hecho la noche anterior no
era lo correcto.]
Quizás una de las cosas que resalta
más de nuestro padre es que es un hombre muy
educado y correcto, siempre ha sido así, e incluso hoy en día, donde
algunas de sus facultades están mermadas, sigue siendo correcto y agradecido,
siendo un ejemplo para nosotros y para la familia (hermanos, sobrinos,...).
Además ha sabido trasmitirlo a todas las personas que estamos a su alrededor
porque otra de la cualidades de nuestro padre es que ha sido muy inteligente, ha sabido trasmitir cosas y no imponer.
Otra anécdota, es la enseñanza que me
dio y que siempre cuento (Miguel):
[Cuándo estaba estudiando, primero en
Jaén y luego en Granada, entre semana no salía con los amigos porque tenía que
estudiar pero el viernes me venía de Granada a pasar el fin de semana en mi
casa y lo primero que hacía era ayudar por la noche a mis padres y tíos en el
bar y luego, de que terminaba, me iba con mis amigos a divertirnos, llegando en
muchas ocasiones tarde a casa. Mi madre no paraba de decirme, una y otra vez,
que no llegara tan tarde y mi padre no me decía nada.
En aquellos años, mi padre era el
encargado de abrir el bar los sábados por la mañana, allí se juntaban en esa
hora muchas gentes a las que les encantaba jugar a las cartas y al dominó, lo
hacían en el interior del bar y en la puerta.
Me acuerdo que, cuándo el viernes me
acostaba temprano, al día siguiente me levantaba a la hora que yo quería pero
si el viernes me había acostado tarde no. Entonces llegaba mi padre sobre las 08:00
horas, me despertaba y me preguntaba si me podía bajar al bar a atender la
barra porque él tenía que hacer alguna cosa. Cuando esto ocurría yo siempre me
decía a mí mismo, al abrir los ojos:
- ¡Que atino tiene mi padre, siempre
me llama para ayudarle cuándo me he acostado tarde!
Él lo siguió haciendo una y otra vez,
sin decirme nada, hasta que “aprendí la
lección”: Había que salir a divertirse pero no había que regresar tan tarde.
Nos gustaría destacar una cosa muy
importante de él: [Siempre ha sabido
estar en segundo plano pero también ha sabido dar un paso al frente cuándo ha
sido necesario]. Esta forma de proceder también ha sido, en parte,
favorecida por tener siempre el apoyo incondicional de toda su familia y, sobre todo, de nuestra madre, esto es muy importante
porque si no hubiese sido así “otro
gallo hubiese cantado” en la vida de mi padre.
Por último, intentaremos resumir en
unas palabras lo dicho anteriormente (aunque sea difícil hacerlo): [Nuestro padre es UN BUEN HOMBRE y UN HOMBRE
BUENO que nos ha enseñado muchísimo, que ojalá nosotros sepamos trasmitir sus
enseñanzas a nuestros hijos, que presumimos de padre y que estamos muy
orgullosos de él.]
PACO
PÉREZ, DESDE SU VENTANA
Hoy,
comentamos mucho los problemas que azotan a la sociedad y, casi de manera
generalizada, el deterioro tan grande que ha experimentado la figura
incuestionable de “La FAMILIA” desde
un tiempo atrás, no muy lejano, a esta parte. He sido prudente y por eso no he
dicho de manera total. La razón que he tenido para hacerlo así es porque el ser
tajantes, en nuestras afirmaciones o calificaciones, puede llevarnos a contratiempos
y como hemos aprendido que, hasta que no se emita una sentencia en sede
judicial, todos tenemos derecho a ser tratados como presuntos, en nuestro caso la familia también debe de recibir ese
tratamiento porque siempre habrá alguna que nos enseñe el camino correcto y por ella ya estaríamos fallando si
generalizáramos el problema.
¿Por qué he planteado esta entrada?
Porque
hay cosas que saltan a la vista y, en el caso de Pedro, no creo que sea un halago decirle que tuvo unos maestros
excelentes en ese campo… ¡¡¡Sus padres!!!
Se
dice en nuestro pueblo que de lo que se come se cría y en el caso de su familia puedo afirmar: [De aquellas buenas cosas que ellos les
enseñaron aprendieron sus hijos.].
Los
retoños de la familia Ramírez Martínez
recibieron la lección, Pedro siempre
fue fiel a su línea de buen alumno y, con el paso de los años, lo aprendido de
ellos pudo transmitirlo a sus hijos. Miguel
ha proclamado cómo le enseñabas el camino, yo me hago eco de esa proclama y
tomo de mi abuelo estas palabras… ¡¡¡A
las pruebas me remito!!!
Ser
algo mayor es un problema porque las hojas del calendario de pared que nos
regala CajaSur todos los años las arrancamos muy deprisa, se agotan y entonces
nos entristecemos en vez de alegrarnos porque sabemos que esos días caídos como
hojas de otoño no están guardados en ningún banco o caja y que ya nos vamos
aproximando a la meta. Para combatir ese sentimiento hay dos soluciones
caseras: Recurrir al lema de mi querido amigo José Carlos Castellano, aburrirse mucho para que el tiempo tarde en
pasarse más o viajar al pasado para revivir aquellos acontecimientos que ya son
historia de nuestro Villargordo del
alma y así poder disfrutar con el recuerdo de lo que vivimos o nos ocurrió
entonces. Si fue bueno será cojonudo el disfrute y si fue malo también porque
nos imaginaremos más jóvenes otra vez, seremos de nuevo los héroes que
sobrevivieron a las adversidades de aquella película y esta sensación nos
ayudará a seguir luchando para volver a salir adelante en el mundo de locos en
que nos han embarcado, sin que nosotros sacáramos billete para esta travesía.
Querido
Pedro, te invito a viajar a mi lado y
retroceder hasta la década de los sesenta, ahí está guardada la prueba de lo
que afirmo.
En
aquellos años, no recuerdo con precisión en cuál de ellos ocurrió, España
estaba soliviantándose en el plano político y los estudiantes de las grandes
ciudades se movían contra el régimen. Una de las decisiones que se tomaron
desde el poder para hacer unos cortafuegos fueron las deportaciones y los confinamientos de determinadas personas
que ellos consideraron contrarias a sus intereses políticos y personales, entre
los afectados por esta determinación se encontró D. Elías Díaz García y su primer destino fue Torrequebradilla. Como allí no había posibilidades de alojamiento recaló,
de manera fortuita, en Villargordo y
en vuestra casa fue alojado,
acompañado de su esposa y de un pequeñajo de uno o dos años.
Supongo que, para un señor de su categoría profesional e intelectual,
lo sucedido sería un fuerte contratiempo y un dolor moral enorme el tener que
abandonar muchas cosas y, además, porque lo desconocido siempre nos hacer
temer. Recuerdo la curiosidad que despertó entre el vecindario aquel hecho
político y, durante el tiempo que estuvieron aquí, fue de dominio público el trato tan excelente que tu familia supo dar a la suya.
Hay
otra persona que puede hablar en la misma dirección que D. Elías pues también lo acogisteis muy bien, éste vino al pueblo
de maestro. Conozco bien lo que digo porque entonces yo era estudiante, él me
dio clase y y así fue como labramos una buena amistad… Antonio Liébana Ocaña “El jamilenúo”, se llama, vive en Jaén y puede atestiguar que también se
sintió entre vosotros como en su hogar familiar. Más de una vez pasé con él a la
cocina del bar, lo hice cada vez que estábamos juntos y él necesitaba hablar
con tu madre o tomar algún alimento. Se me quedaron grabadas las imágenes del
trato tan maternal que siempre tenía con él, de manera especial recuerdo la
escena de aquel día en el que entró a la cocina para tomar el desayuno y ella
le preparó unas tostadas con aceite y tomate, no se quedó ahí el tema, porque ella
también se preocupó de mí. Le agradecí el gesto y le comenté que yo había desayunado unos momentos antes.
Son
estampas inolvidables y creo que me quedaron así por la forma tan sencilla de
hacerlo. Lo siento por los incrédulos pero quienes me conocen bien saben que me
gusta llamar al pan pan y al vino, en esta casa, no se le puedo
llamar de otra manera. Hablo de los tiempos en que estaba instalada la cocina en
aquella viaja casa que alojó a dos personajes locales de leyenda, “Romanones” y “Arturo López”, se entraba a ella por “El Paseo” o por el patio del bar.
Retomo
a D. Elías, para recordar la escena
tan familiar que nos regalaba con frecuencia cuando salía con la familia a
pasear y volvía con el niño subido en sus hombros. Ese comportamiento me
impactó porque entonces, en el pueblo, ninguna familia solía salir a pasear de
la forma tan natural y sencilla que ellos lo hacían. Una muestra de cómo eran
fue su manera de vestir: pantalones de peto, camisas de cuadros y jersey. Si al
regresar sentían calor se lo anudaban al cuello, nada de convencionalismos.
Los
villargordeños tenemos fama de ser expertos en poner motes y ellos no se
escaparon de esa gracia, fueron bautizados como “Locomotoro y Valentina”…
¿Por qué ese apodo? Por cómo vestían,
ese fue el motivo inspirador.
A
finales de los sesenta se emitía en RTVE
un programa infantil que se llamaba
“Los Chiripitifláuticos” y entre sus
personajes estaban estos dos genios del humor, los que solían vestir en la
línea de D. Elías y esposa. No sé si a ellos les llegó la
noticia, lo que sí tengo claro es que si los bautizaron no fue con acritud y sí
para cumplir con la tradición local, del apodo no se escapa aquí ni el gato.
Estaba
con los amigos en el bar tomando la liguera del mediodía, justamente en la
barra y frente a la ventana de la taquilla, la que solía estar abierta para las
tapas o con clientes que no podían ubicarse ya en el interior. Desde nuestra
posición observamos intrigados que en el patio la familia de D. Elías estaba acompañada por otras personas
forasteras, se encontraban de pie, próximos a la cocina, debajo del tejadillo
de chapas de uralita y tomando unas consumiciones que les habían sido servidas
en aquellos típicos veladores metálicos de tres patas y tablero circular
pintado de rojo.
Al
día siguiente ya se supo que uno de los visitantes del día anterior había sido D. Joaquín Ruiz-Jiménez Cortés, un
personaje importante del panorama político español de aquellos tiempos y del
mundo universitario. Nuestro ilustre confinado fue, desde muy joven, un
estrecho colaborador de su ilustre visitante y de D, José Luís López-Aranguren Jiménez, eminente filósofo y profesor
de ética en la Universidad Complutense de Madrid.
Quienes
recibieron vuestro trato siempre quedaron contentos y la familia de D. Elías también, todos sabemos que ha
vuelto por Villargordo en más de una ocasión… ¿Casualidad?
Pedro, sabemos que
la profesión que has tenido fue muy sacrificada porque tenías que trabajar
cuando los demás íbamos a divertirnos, eso cierto, pero también es verdad que de
vez en cuando nos divertíamos con aquellas anécdotas
graciosas que se originaban con las peñas vinateras, unas veces las vivías
en directo y otras te las contábamos.
Recuerdo
la manía de aquel buen cliente que tenías en aquellos años, una de sus orejas
estaba un poco maltrecha y siempre la llevaba cubierta con un esparadrapo, no
lo digo como burla y sí para orientar a los lectores de una cierta edad. Ese
señor no era del pueblo pero le gustaba con locura el vino blanco y, para
guardar las apariencias, le ponías un vaso de los de caña con blanco y un
botellín de cerveza al lado. Al principio nos la pegó con queso pero un día uno
de los amigos se percató de la jugada, de vez en cuando le echaba un chorrete
de cerveza al vino y… ¡¡¡Llénatelo Pedro!!!
Hubo
un personaje foráneo que vino a
trabajar a la fábrica de harina que regentaban en aquellos años los hermanos Manuel y Abelardo Ruiz, me refiero a Mariano,
era un hombre bueno y demasiado inocente. Te apreciaba mucho y, cuando se
apipaba, le daba por cantarte aquella canción que te compuso de manera
espontánea y cuya letra, más o menos, se limitaba a unas palabras que repetía y
musicalizada a su aire. Algunos restos de ella, alumbrados por nuestro común
amigo Alonso Jiménez García:
¿Dónde estrá
mi Pedrito,
mi Pedrito
dónde está?
Recreo Pedro
está.
Pedro echa
vino vaso,
vino Pedro
bueno está.
Pedro vaso
vino Pedro,
Pin, pun, pun,
pan, pin, pun, pan.
Pedro vino
bueno está…
Así
cantaba sus canciones durante un buen rato y, mientras cantaba, se cogía las
orejas con las manos y juntaba las partes. No supimos por qué lo hacía, pudiera
ser que se escuchara mejor.
El
famoso cantante Juan Guerra también hace algo parecido en sus actuaciones,
luego, Mariano fue pionero en ese
hábito cantor.
Una
noche estaba el buen señor en plena actuación y recordarás que en la puerta de
entrada del bar poníais un esterillo de esparto en invierno. Él, pura
coincidencia, estaba actuando sobre el esterillo una noche y lo hacía tan abstraído
durante su actuación que no se percató del hecho de que unos cuantos bromistas se
pusieron de acuerdo para agacharse sigilosamente, coger el esterillo por los
bordes y, a una señal, lo subieron para arriba.
Mariano, cuando quiso
acordar, subió como un cohete y se dio con la cabeza en el techo.
La
verdad, esa acción no estuvo correcta pero también es cierto que nadie
pretendió hacerlo daño ya que todo fue fruto del ambiente de juerga que se
montaba como consecuencia lógica de los vapores del alcohol ingerido. Nadie
pensó que pudo ocurrir una desgracia por no medir bien el impulso de subirlo y,
al hacerlo, el bueno de Mariano cayó
al suelo como un fardo, perdió durante unos minutos el conocimiento, los
bromistas se asustaron.
Mi
buen amigo Joselillo “El de Concha” me ha comentado en
repetidas ocasiones que, cuando venía de vacaciones desde Madrid, se juntaba al
medidodía en “El Recreo” para la
liguera con la peña de: Antonio “Peñón”, conocido también como “El joven”;
Avelino “Paratrenes”, José Antonio “Turbinas”, Juan “El Inspector”…
Cuando
se sentaban a tomarse los vinos, en algunas ocasiones, alguien proponía jugar a
“Cesta y puntos”, se puso de moda
por aquel famoso programa cultural de la RTVE que consistía en hacer preguntas
a los alumnos de los colegios. Juan, por si jugaban, siempre se sentaba al lado
de su gran amigo José y la razón era bien sencilla, que le echara una mano si
estaba apurado con la respuesta.
Un
día jugaron y decidieron elevar la penalización del fallo desde las dos pesetas
al duro, discutieron la subida pero al final así fue. La razón que argumentaron
los promotores fue que así no tenían que estar pendientes de los cambios.
Tomó
la palabra Avelino y dijo:
-
Señores, atentos, vamos a comenzar y nada de hablar. La carta más alta empieza
el primero.
Repartió
las cartas y le correspondió a Juan. Entonces tomó de nuevo la palabra y les
propuso:
-
Palabras que empiecen por “i”, por ejemplo, Ignacio.
Juan
dijo Ignacio y los demás fueron diciendo la suya. Como se aproximaba la segunda
ronda de respuestas Juan le dijo a su amigo José de manera disimulada:
-
Josééé, que me toca, dime una palabra.
–
Tu mama.
-
¿Mi mama?
-
Sííí, Inééés.
-
¡Ahora, sí!
Hicieron
un descanso para tomar un trago y el señor Antonio, recriminó a su consuegro
Juan el haber recibido ayuda:
-
Joven, te has escapado de echar el duro de puro milagro, José te ha dicho la
palabra.
José
negó la acusación y el señor Juan tres cuartos de lo mismo.
Como
estaban más vigilados que antes, Juan comenzó a pisarle ahora el zapato a José
y éste se hizo el loco, entonces le tiró del pantalón y José le susurró suavemente:
-
Al lado del campanario y...
Esta
vez fue “El Turbi” quien les llamó al orden y Juan, nervioso por el regañón
recibido respondió:
-
¡Campana!
-
Echa el duro, le dijo el jefe de mesa.
Entonces
José salió en su ayuda y les dijo:
-
Se acepta, está bien dicha porque es de la iglesia
y ésta empieza por la “i”.
La
risa se apoderó de la reunión, dieron por concluido el juego y continuaron con
la charla y el sopleteo.
Un
domingo, algo después de las 12:00 horas, entré con José “El ciego” al patio del bar con la intención de colocarnos en “La taquilla” porque hacía un
día espléndido de sol y creímos que sería el lugar adecuado.
Al entrar nos
encontramos con dos buenos clientes que habían sido más madrugadores que
nosotros, Lorenzo Jiménez “El estanquero” y Santiago Martos “Santiagorro”, esta
pareja de amigos era conocida popularmente como “Los camioneros”, no conozco la
razón de ese apodo.
Nada
más entrar, José recibió los saludos de Santiago, invitándolo a acercarse hasta
ellos. Estaban sentados alrededor de un velador, junto al pozo, y tomando también
ellos el sol. Sobre el tablero del velador la botella de vino blanco, dos vaso
llenos y unos papeles de estraza con variados alimentos ya troceados. Se acercó
José y le dijo Santiago:
-
Toma un trago.
Obedeció
sin rechistar y le dio un trinque al vaso. Se lo devolvió, Santiago le ofreció
una banderita de aperitivo y José le preguntó:
-
¿Qué me has dado Santiago?
-
Tú calla y bebe otro trago.
José
obedeció de nuevo, bebió y recibió otra banderita.
-
¿Qué me has dado ahora?
-
¡Vino en píldoras!
José
se tronchaba riendo mientras escuchaba a Santiago decir sus cosas:
-
Toma otro trago, que ahora sí te voy a dar algo que te gusta.
Obedeció
y, cuando regresó a “La taquilla” me comentó que la primera tapa fue un
pimiento verde crudo, la segunda una uva y la tercera un trozo de chorizo.
El
19 de marzo de 2011 entré a tomar unos vinos y allí estaba mi buen amigo Tomás García Jiménez “Zamorita” y le propuse hacer una foto
para el recuerdo, accedió y esta fue la toma conseguida:
Nada
más acabar de hacérsela le vino la inspiración y llamó al camarero:
-
¡Chico, haz el favor de venir!
Acudió
el camarero y le pidió que le trajera la botella de “Anís del Mono”, se marchó
y se la trajo. Una vez que la tuvo en la mesa hizo esta pose y disparé:
A
continuación me pidió que le hiciera esta otra:
Cuando
acabé de inmortalizarlo me dijo:
-
Ahora ya no habrá duda de lo que realmente me gusta el alpiste.
Depositó
la botella en la mesa y nos reímos un poco con la ocurrencia que tuvo, los
protagonistas y los clientes que estuvieron presenciando el movimiento escénico
y la grabación de la escena.
Por
todas estas cosas hay muchas personas que dicen de él:
-
Tomás está loco.
Quienes
hablan así de él desconocen que es un genio y que, como tal, su actuación
produce escenas no habituales y éstas, como se suelen escapar de la vulgaridad,
no son comprendidas.
Por
razones de profesión ha trabajo durante muchos años fuera del pueblo y, cuando
ha regresado jubilado, siempre ha procurado vivir su vida de una manera
desenfadada, sin importarle el qué dirán. Una prueba de lo que digo son las
imágenes grabadas ese día.
Esta
escena que voy a relatarles ahora ocurrió antes de que cerrara “El Recreo” sus puertas de manera
temporal y los hechos sucedieron tal y como los cuento, aquí no hay truco.
Ocurren
los hechos sobre las once de la mañana, era verano y ese mismo día se enterró a su amigo de la infancia,
Manuel Agudo “Gafillas”. Estábamos en la puerta, sentados en unos sillones verdes
y esperábamos aproximarnos a la hora del entierro para irnos a la iglesia. No nos
encotrábamos solos y la conversación giraba de un tema a otro con suma
facilidad. Estábamos así cuando un coche de la marca Mercedes aparca en el seto
y se baja un señor de raza gitana, grueso, barrigudo, de estatura mediana,
vestía camisa blanca de manga corta, pantalones de listas azules muy finas y
zapatos veraniegos sin cordones.
Se
acercó hasta nosotros y nos saludó:
-
Buenos días señores.
Nosotros
le devolvimos el saludo y entonces él nos hizo esta pregunta:
-
¿Saben ustedes quién pudiera tener en este pueblo puertas viejas?
Quedamos
sorprendidos por la pregunta y nadie le respondió. Durante unos minutos hubo
silencio y entonces emergió la figura de Tomás:
-
Yo tengo lo que usted busca.
-
¿Cuántas tiene? –le preguntó intrigado el comerciante.
–
Las que usted quiera –le respondió Tomás.
-
¿Cuántas?
-
Muchas.
-
¿Podemos ir a verlas?
-
Hoy es imposible, estamos esperando que entre el coche fúnebre que trae a un
amigo y nos tenemos que marchar al entierro, otro día que venga usted por aquí
se las mostraré.
El
señor se despidió muy correctamente y se encaminó hacia el coche, ya tenía la
puerta abierta para entrar en él y regresó hasta nosotros:
-
Señor, cuando venga otro día por quién pregunto.
-
Yo suelo estar aquí, en este restaurante, normalmente sobre el mediodía…
Pregunte usted por “El albarillo”,
ese soy yo.
Se marchó el señor y Tomás tuvo la suerte
de que los que estábamos allí no soltáramos en su presencia una carcajada, se
hubiera metido la de San Quintín.
Hay
que aclarar que el señor al que suplantó su identidad aún no había fallecido.
¿Cuántas escenas de esta índole o de otras
habrá presenciado el amigo Pedro en su dilatada carrera profesional? ¿Cuántas veces te habrás tenido que morder
la lengua? ¿Cuántos secretos
inconfesables habrás escuchado y que nunca salieron por tu boca?
Pedro, con estos
cuadros he intentado hacerte feliz unos momentos y, si lo he conseguido, ya me
doy por satisfecho porque eso es lo que buscaba. Te los regalo como muestra de agradecimiento
y como reconocimiento de que tu
establecimiento fue, para quienes aparecen en mi relato y otros muchos, un
espacio de encuentro en el que muchos villargordeños vivimos momentos
inolvidables durante nuestros años mozos.
¡¡¡Querido amigo, va por ti!!!
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