Colaboración de Jacinto Cobo Moreno
Julio
Verne nos hizo fantasear con extraordinarias aventuras en la Luna y en el
centro de la Tierra. Emilio Herrera,
llamado por algunos el 'Verne español', también soñaba con viajar en vertical,
pero se inclinó por la ciencia más que por la ficción y luchó por
hacer sus sueños tecnológicamente realizables. Gracias a sus estudios
aeronáuticos, toda una generación de españoles comenzó a creer que algún día
viajaría por el espacio.
Relataba
hace 80 años, en 1933, en su discurso de entrada en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales: "Toda mi preferencia ha sido siempre
por los viajes en dirección normal [perpendicular] a la superficie terrestre,
bien elevándome a las nubes, bien descendiendo a las entrañas de la Tierra
o bajo el agua de los mares".
La
pasión por volar de este ingeniero militar le llevó a ser uno de los
primeros pilotos de globo de España, pero enseguida pasó a interesarse por los
aviones, fáciles de maniobrar. En 1914 ocupó las portadas de los periódicos por
ser el primero en cruzar el estrecho de Gibraltar en aeroplano. Años
antes, en 1905, se elevó bajo la mirada del rey Alfonso XIII para observar un
eclipse solar.
Herrera,
un hombre inquieto, no se conformó con el vuelo atmosférico por mucho
tiempo. Tan pronto como lo consideró un problema resuelto, se centró en
conquistar el espacio exterior. Lo justificaba así: "Presentaba para mí muchos más atractivos un sencillo viaje
vertical –añadía en su discurso–, que una expedición a los países más remotos,
siguiendo las vías de comunicación habituales".
Hasta el
infinito y más allá
Según
Emilio Atienza, doctor en Historia
Contemporánea de España y especialista en historia de la aeronáutica, Emilio Herrera ha sido inmerecidamente olvidado. Justificó su opinión asegurando:
"Es uno de los grandes desconocidos
de la tecnología española. La famosa frase de Unamuno de 'que inventen ellos' no encaja con él,
ni con tantos otros de la llamada Edad
de Plata española".
Su
proyecto más ambicioso, aunque frustrado, fue la ascensión a más de 22.000
metros de altitud –por encima del récord de altura del momento– en un globo de
barquilla abierta. Una vez en la estratosfera, su plan era tomar medidas
para estudiar la radiación cósmica. Este proyecto fue de enorme importancia,
sobre todo, por el diseño de la
escafandra Herrera, una de las mayores aportaciones europeas a la conquista
del espacio, aseguró Atienza.
La escafandra
del espacio era una vestimenta diseñada por Herrera para protegerse de las
temperaturas extremas, la baja presión y la falta de oxígeno de la
estratosfera. Muchos la consideran precursora de los trajes espaciales
actuales.
Aseguraba
Herrera en la revista Madrid Científico en 1935: Este
será el atuendo de los navegantes que en los futuros paseos por la estratosfera
podremos admirar brillantes y deslumbradores.
El
científico tenía muy claro que llegar a las capas superiores de la atmósfera
era el paso previo a la conquista del espacio, y que, en los viajes
extraterrestres, el astronauta necesitaría un traje protector para salir de la
cabina a hacer reparaciones de la nave o para caminar sobre el astro de
destino. Sus predicciones tardarían 30 años en probarse, cuando, en 1965, un
astronauta ruso dio el primer paseo espacial.
El
traje de Herrera resuelve un
problema que había costado la vida al comandante Benito Mola y otros españoles que quisieron elevarse en globo a
grandes alturas y se quedaron sin oxígeno, explicó Atienza. Aunque llevaban una
bombona, no contaron con que el frío a estas alturas congela el dióxido de
carbono producido en la respiración y obstruye el sistema. Herrera ideó un
método para eliminar este compuesto a la vez que aportaba oxígeno.
El
traje contaba con tres capas, una de lana, una de caucho y una tercera de
lona muy resistente. La zona de las articulaciones estaba diseñada como un
acordeón reforzado con cables y tirantes de acero para dar libertad de
movimiento al piloto. Una capa de aluminio pulimentado y una tela de plata
recubrían en el casco cilíndrico y el traje para reflejar los rayos solares y
evitar el recalentamiento.
En
1936, cuando por fin el enorme globo y la escafandra estaban listos para la
ascensión, el estallido de la Guerra Civil española se llevó por delante
todo el proyecto. El traje fue destruido y con la tela del globo se
hicieron abrigos para los soldados republicanos.
Dijo NO a la
NASA
Su reconocimiento
internacional llegó hasta la NASA,
que le ofreció trabajo mientras él vivía en el exilio en Francia. Según explica
Atienza, lo rechazó porque "no
quería alejarse de España, ya que pensaba que el exilio no iba a durar tanto
como luego duró". Otras fuentes afirman que declinó la oferta porque
la NASA denegó su solicitud de que la
misión espacial estuviera abanderada
conjuntamente por EE UU y el gobierno de la República Española en el
exilio. Según cuenta Carlos Lázaro Ávila
en su libro 'La aventura aeronáutica',
Herrera comentó a su secretario:
"Los americanos son como niños,
creen que con el dinero lo pueden comprar todo".
Conseguir
una conexión aérea regular
entre Europa y América fue otro de sus sueños incumplidos. Su propuesta
consistía en dos dirigibles semanales con capacidad para 40 pasajeros que
unirían Sevilla con Buenos Aires en solamente tres días y medio. La falta
de fondos españoles hizo que una empresa alemana asumiera el proyecto. El dirigible
Graf Zeppelin hizo el primer vuelo entre los dos continentes el 18 de
septiembre de 1928. El 12 de octubre, Herrera pilotaba la enorme nave sobre
Barcelona con destino a Nueva York.
Un hombre de
acción que se peloteó ecuaciones con Einstein
"Era
un hombre de acción. En los primeros años como ingeniero militar, nada hacía
prever que de pronto descubriera su gran pasión por las matemáticas y la física
–explica Rodrigo Martínez-Val,
profesor en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos de la
Universidad Politécnica de Madrid–. Empezó a estudiarlas con tanta profundidad
que llegó a cartearse con los grandes científicos del momento, como Albert
Einstein".
En
1923, participó en la organización de la visita del gran físico alemán a España
y la prensa de la época recogió el encuentro entre Herrera y el padre de la
relatividad relatando cómo los dos científicos se 'pelotearon ecuaciones'.
Fue precisamente Einstein quien, cuando Herrera se vio obligado a exiliarse a
París, le solucionó su situación profesional al recomendarle para trabajar
en la UNESCO como consultor en temas de energía nuclear.
La
creación en 1928 de la Escuela Superior Aerotecnia fue otra de las grandes
aportaciones de Herrera. "Trajo como profesores a las personalidades más
ilustres de la época. Algunos de ellos incluso habían estado propuestos al
Nobel, como Julio Palacios, y todos trabajaron para conseguir que se
convirtiera en un centro nacional de excelencia", dice Martínez-Val. En
esa escuela de Cuatro Vientos, Herrera promovió la construcción de uno de
los túneles de viento más grandes y modernos del momento. Según Luis Utrilla Navarro, que encabeza el
grupo de Historia en la Sociedad Aeronáutica Española, el laboratorio de Cuatro
Vientos aportó notables avances en el conocimiento de la mecánica de fluidos y
la aerodinámica.
En
un momento en que, como explica Atienza, "se salía de la universidad sin
haber oído hablar de física cuántica", Herrera escribió sobre
cosmología y partículas elementales. Su estudio sobre la bomba atómica, el
primer artículo que explicaba sus devastadoras consecuencias potenciales,
llevó a los periodistas a la puerta de su casa.
El
rechazo del artículo por una revista alemana confirmó sus sospechas de que en
Berlín estaban intentando fabricarla. Fue una publicación francesa la que
finalmente lo aceptó como artículo de divulgación. Veinte días después,
Hiroshima fue bombardeada. Aquel día, los reporteros se apiñaban delante su
apartamento parisino preguntando por el hombre que predijo el desastre.
Era
tal su preocupación sobre las aplicaciones militares de la ciencia, que
también alertó sobre el peligro de la bomba de hidrógeno y la de fotones.
En uno de sus programas en Radio París, con el título ¿Puede la humanidad suicidarse?, reflexionaba: "Todos debemos desear el progreso científico
de la humanidad, pero sin dejar atrás su progreso moral. Si no, la
existencia del género humano corre gran peligro".
Un monárquico
exiliado, presidente de la República
Aunque
fue monárquico declarado y de la alta sociedad, Herrera luchó en el bando
republicano por la convicción moral de que debía lealtad al gobierno
democráticamente elegido por el pueblo. Durante la dictadura se exilió a
Francia y llegó a ser nombrado presidente de la Segunda República en el exilio
durante dos años.
"Era un hombre muy admirado porque siempre
fue muy ecuánime –explica Martinez Val–,
no era una persona sectaria. Siempre que había que recurrir a alguien por
encima de pugnas o peleas, se recurría a él". Su relación con la
República propició que durante los años de dictadura se le silenciara. Según
opina Martínez-Val, esta es una de las razones por las que su reconocimiento
haya sido menor que el de otros personajes, aunque su categoría era superior.
"Sólo a partir de los años 80 se ha
intentado restablecer su figura".
Después
de varios años sin novedades en la vestimenta de los astronautas, la NASA
presentó en diciembre del año pasado un nuevo prototipo de traje espacial.
El Z-1, como ha sido bautizado, se parece mucho más al que usaba Buzz
Light Year en la película Toy Story que a la escafandra de Herrera; sin
embargo, los problemas que aborda son semejantes.
La
principal novedad del Z-1 es que tiene una trampilla en la espalda a
través de la cual queda unido a la pared exterior de la nave. "Esto
permite a la tripulación dar un paseo espacial rápido sin la necesidad de pasar
por una cámara de descompresión", explica a SINC Richard Rhodes, ingeniero
avanzado de trajes espaciales de la NASA.
El
Z-1 también ha sido pensado para facilitar lo máximo posible los movimientos
del astronauta. "En los primeros trajes espaciales el usuario no salía de
la cabina y necesitaba poca libertad de movimiento –explica Rhodes–. Este tiene
una nueva estructura de hombros y un diseño que favorece la movilidad de
las caderas".
En
1935, cuando diseñó su traje, Emilio Herrera ya fue consciente del
problema que presentaría la rigidez del traje espacial cuando el
astronauta tuviera que realizar trabajos o caminar. Para solventar el problema
diseñó las articulaciones con forma de acordeón y las reforzó con cables que
evitan que se hinchara hasta explotar por la diferencia de presiones.
Nochebuena en
globo
Tener
una privilegiada mente científica no impedía que en ocasiones a Herrera se le
ocurrieran ideas disparatadas. Durante sus años de estudiante, fue famoso
por sus correrías nocturnas con otros cadetes y las caricaturas que colaba en
sus tareas.
En
1907, ya adulto, decidió pasar la Nochebuena en globo sin avisar a sus
superiores. La aventura podría haberse desarrollado sin incidentes si no llega
a ser porque en pleno vuelo cayó un aguacero que empapó la tela del aerostato,
y este comenzó a descender sobre un cementerio. La perspectiva de una noche
entre tumbas no le debió de parecer muy apetecible, por lo que soltó lastre
para volver a ascender.
Una
hora después, unos jóvenes comenzaron a tirar de una cuerda que parecía colgar
del oscuro cielo y de repente se les vino encima una enorme esfera. Era el
globo de Herrera, que hacía su segundo intento de descenso. Herrera se
encontró con un grupo de madrileños que le rodearon bailando con panderetas y
zambombas y le invitaron a vino mientras le instaban a unirse a la fiesta.
Tal fue su insistencia que llegaron a intentar sacarle a la fuerza del globo.
Herrera reaccionó sacando su pistola y finalmente le dejaron ir bajo
el grito de “¡soltadle y que se mate!”.
Esta
anécdota le valió el ingreso en el Hyperclub,
una selecta sociedad resultado del sentido del humor de varios
científicos e intelectuales de los años 20. Según los estatutos, para acceder
al club había que demostrar una falta total de sentido común y era
requisito indispensable que se hubiera vivido una situación disparatada.
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