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domingo, 27 de abril de 2014

RESUCITÓ, CONFIRMÓ, PERDONÓ E IMPULSÓ

Colaboración de Paco Pérez
TEXTOS
HECHOS 2, 42-47
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. 
Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. 
A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.


1 PEDRO 1, 3-9
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. 
No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.


JUAN 20,19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
- Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió:
- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
- Hemos visto al Señor. 
Pero él les contestó:
- Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y dijo:
- Paz con vosotros.
Luego dijo a Tomás:
- Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
- Señor mío y Dios mío.
Jesús le dijo:
- Porque me has visto has creído. Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
REFLEXIÓN
El mensaje de Jesús caló hondo entre sus discípulos y las gentes sencillas del pueblo, Él era para ellos la esperanza de un cambio fuerte en todos los estamentos sociales.
Mientras estuvo entre ellos a diario como un hombre normal no entendieron su predicación y por esa razón -cuando es apresado, condenado y crucificado- los que estaban más próximos a él quedan desconcertados y lo abandonan, ausentándose del lugar de los hechos –Jerusalén- y refugiándose en Galilea.
Cuando resucita y se les manifiesta lo primero que hace es perdonarlos, entonces toman impulso por este hecho, pierden el miedo que se había apoderado de ellos, regresan a Jerusalén, predican su enseñanza y dan testimonio de Él.
A primera vista la acción de huir me llevó a pensar que habían sido unos hombres con poca fe y lo pensé porque habían vivido en primera persona la vida pública de Jesús. Poco a poco se fue enfriando esa primera impresión y, cuando medité el tema un poco más ya cambié de opinión y entonces me pregunté… ¿Si se nos presenta un reto nuevo somos capaces de responder siempre con la misma fuerza, tanto si tenemos algún miedo o si, por el contrario, estamos eufóricos? ¿Cuál era la situación anímica que se nos describe de estos señores? ¿Es más comprensible ahora su huida?
Dios lo comprende todo y nosotros, nadando en nuestra insignificancia, nos dedicamos a juzgarlo todo y a todos. Nos ponemos las gafas de la subjetividad y entonces lo explicamos usando la palabra fe con suma ligereza, tanto para adjudicárnosla como para quitársela a los demás, cuando la justificación que aportamos para proceder así está sustentada en que subjetivamente manifestamos que conocemos el hecho religioso y eso, para mí, no significa creer de verdad en Jesús. Para creer un poco necesitamos conocerlo de manera profunda y, si lo logramos, entonces será cuando la fuerza que nos dé ese conocimiento nos hará perder el miedo, nos ayudará a proclamar su grandeza, entonces comenzaremos a comprender más por qué actúa el prójimo de una forma determinada y ya procederemos a dejarlo en paz.
Dios ama al hombre y nos regaló a Jesús, su Hijo único. Éste murió por amor a los demás hombres, resucitó, nos perdonó y nos salvó de la situación en que vivíamos hasta entonces.
Partiendo de estos principios deberemos adoptar una postura de apertura hacia la palabra, así permitiremos que nuestra fe se incremente con ella. Rechazaremos posturas como la que nos muestra Tomas, tener que ver y tocar para creer.
Hoy, creer es muy difícil pues vivimos inmersos en una sociedad y en unos tiempos donde se exigen realidades tocables y se rechaza lo que es cuestión de fe, la existencia de Dios.
Jesús, en su momento, ya nos mostró el camino y por eso cada vez que un incrédulo levante la voz contra Él no va a venir a mostrarle las secuelas de su martirio. Ahora, el partido se juega en el campo de la fe y con un césped que ayuda poco a los jugadores a mantenerse de pie.
Pedro nos recuerda el significado de la resurrección de Jesús para el hombre, la salvación en el momento final de nuestra vida.
Nos conmina a mantenernos firmes en la fe y para ello nos recuerda que sin conocer a Jesús creeremos en él y lo amaremos, todo como fruto de ella.
Para conseguir el objetivo deberemos ser conscientes de que sufriremos, cada uno en distintas escalas, que lucharemos para no sucumbir y que así estaremos preparados para cuando se manifieste Jesús.
Hoy se puede comprobar cómo actuaban y vivían los primeros cristianos, de manera totalmente diferente a la actual.
Esta forma de proceder se instauró, dicen los estudiosos, porque los apóstoles predicaban la inminente llegada del Reino y más adelante, cuando pasaron los años y comprobaron que no se producía, entonces comprendieron que no habían captado bien las palabras de Jesús.
Este es un ejemplo más de la facilidad que tenemos los humanos para interpretar a Dios, un grave error porque pueden seguirnos otros en nuestro caminar torcido y entonces… ¿De quién será la responsabilidad?
Con su extraordinario comportamiento se ganaron la simpatía y el respeto de la sociedad que los rodeaba. También contribuyó a ello el hecho de que los apóstoles, llenos de fe, realizaran prodigios de manera permanente. Poco a poco el mensaje y el ejemplo que transmitían fueron calando entre los vecinos y entonces la comunidad cristiana fue creciendo poco a poco, formando una piña.

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