Colaboración de Paco Pérez
Capítulo I
Si
les propongo el tema de la Luna no
es para recordarles los conceptos teóricos que se plantean en los libros y sí
para tratarla como la fuente de inspiración que el hombre usa en determinados
momentos, bien como deleite de la belleza que le muestra y por otras razones
diferentes.
Los
hombres de ciencia, con sus estudios, tratan de descifrar sus secretos para así
salvar los obstáculos que impiden al hombre desarrollar allí una vida normal,
de ahí los viajes al satélite con tripulación o sin ella; también nos explican
las influencias que los movimientos de giro que ésta realiza en su
desplazamiento asociado con la Tierra tiene sobre las aguas del mar, las
mareas, o las incidencias que sus fases tienen sobre los ritmos biológicos del
ser humano durante el sueño… Mucho más antiguo que lo anterior es el fenómeno
de las observaciones que el hombre siempre realizó sobre los puntos luminosos
que colgaban en el cielo, desde que vivía en las cuevas ya comenzó a fijarse en
ella.
Se
intuye que lo primero que les llamó la atención de ella fue su tamaño, era
vista más grande que la mayoría de los puntos luminosos que pendían sobre sus
cabezas. Con el paso de los años descubrieron que era única y extraordinaria y
por ello nació en ellos un enamoramiento hacia ella, la mitificaron. Les
sobrevino este sentimiento porque le notaron que cambiaba su formato con
demasiada frecuencia y este descubrimiento les hizo tener hacia ella un
sentimiento de cariño mayor que al resto de cuerpos celestes gigantes del
firmamento. Más adelante ya comprobaron que esos cambios ocurrían cada
veintiocho días y como la mujer también sufría cambios con la misma
periodicidad pues hicieron un nuevo descubrimiento asociativo con ella y la
idealizaron aún más, hasta el punto de compararla con la mujer y elevarla a la
categoría de deidad.
Con
el paso de los años este planteamiento simple evolucionó y generó infinidad de
temas que fueron plasmados por los artistas y los escritores. Tampoco tenemos
que olvidarnos de su presencia en las religiones de la antigüedad, en el
judaísmo aparece en determinadas fiestas y en el islamismo y el cristianismo se
menciona en el Corán y la Biblia.
Por
todo lo dicho el mundo del arte se sensibilizó, incorporándola a sus obras, y
los escritores también mitifican las noches de “Luna llena”, por ello la incluye en sus escritos y la cantan en sus
poemas.
Nuestro
querido poeta local José Carlos Castellano Calles
ya le dedicó uno de sus poemas:
La Luna
Astro rey de la noche, luminaria
por excelencia, esfera reflectante.
En tu girar no paras un instante,
Luna, de una Tierra
milenaria.
Das luz, a éste mundo, casi constante,
proyectas lumínica energía diaria.
En la noche, lucerna solitaria,
de tu planeta fiel acompañante.
Guías a gente nómada y sedentaria,
de leyendas y mitos detonante,
cruzando el firmamento rutinaria.
A tu luz nació: el amor rutilante,
relatos de entes sobrenaturales,
e historias de gentes y seres reales.
En
la obra poética de Federico García Lorca
la Luna tiene una manifestación muy
notoria. Os propongo disfrutar con el vídeo de la escenificación de “Romance de la luna, luna”.
La
luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario