Colaboración de José Martínez Ramírez
Entrega IV
Hoy,
la campana de tu risa,
como
la rosa que habita
el
tiempo callado,
permanece
y no marchita,
la
miel de tus labios.
Me
dicen del tornado,
de
la mar cornalina,
del
cielo negro y ufano,
del
rocío, de la escarcha…
¡Que
también arde la nevada!
Me
piden que alegre tu risa,
lluvia
lunar en una caricia,
que
tirita como el lucero de la mañana.
Tiembla
la flor de miedo.
Si
pasas orillando la ría
sus
aguas se paran.
Me
piden que alegre tu risa.
XI
Tan
cotidiano como la canción
eterna
del verano.
Apenas
un sábado,
mientras
barrías la puerta.
Que
todo vuelva otra vez,
que
la luna dé marcha atrás
y
que el sol amanezca al revés.
Las
canciones del verano
todas
suenan igual…
¡Que
inventen otra vez la rueda!
XII
Flor
cortada del jardín ajeno.
Cogido
de tu mano robé la tarde
a
lo que quedaba de aquel día.
Voz
arrebatada a otro aliento.
Tu
entrega sustraída.
¿Existe
amargura más grande
que
la certeza de perderse
en
unos labios desconocidos?
Abandonado
y rendido te fuiste,
llevándote
mi corazón.
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