Colaboración de Manuel
Torres García “Carchenilla”
Padre, anoche desperté,
y oí llorar al abuelo…
¿Por qué se nos va de
casa,
ahora que está torpe y
viejo?
¡Yo no quiero que se
marche!
¡No quiero, padre, no
quiero!
Tampoco yo, hijo mío,
mas... tienes que
comprenderlo:
este piso que habitamos
es en extremo pequeño.
En este cuarto los
padres,
en éste, tu hermano
Pedro,
este otro para ti...
¡Y el pequeño para el
perro!
Dime ahora: ¿Dónde
quieres
que pongamos al abuelo?
Por eso, le hemos
buscado
para su vejez un centro
y allí estará
acompañado,
no nos echará de menos.
Y jugará sus partidas,
tendrá nuevos compañeros
a quienes contará las
batallas
de la guerra de otros
tiempos,
y frío no pasará,
le he comprado abrigo
nuevo,
y aquella manta de lana
que guardó como recuerdo
porque era de su madre
y le tenía mucho
aprecio.
Pero padre… ¿Tú has
pensado,
ni tan siguiera un
momento,
que es otra clase de
frío
por lo que llora el
abuelo?
¡Su frío es verse
asilado,
arrinconado por viejo,
su frío es la vergüenza
de valer menos que el
perro!
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