Colaboración de Paco Pérez
El
pueblo de Dios caminaba zigzagueante porque sus costumbres eran malas y eso les
hacía desviarse. El Señor los advertía por mediación de los profetas y ellos no
siempre lo escuchaban. En una de estas etapas el comportamiento de los
gobernantes y del pueblo entró en una situación caótica y fueron invadidos por
otros pueblos emergentes, los arrasaron, los deportaron a Babilonia y allí
estuvieron cautivos un tiempo.
Cuando
nos ocurren desgracias, la descrita lo fue para el pueblo de Israel, entonces
no analizamos lo que hicimos y acusamos a Dios de ser el que nos manda nuestros
problemas pero la realidad es que Él no es el castigador nunca y sí el efecto
corrosivo de nuestro proceder injusto que actúa de manera lenta e invisible.
Hay
una realidad que no conocemos o que no queremos valorar: Cuando el gobernante es autoritario, déspota,
débil y corrupto es respetado por miedo durante un tiempo corto pero finalmente
cae porque termina imponiéndose la fuerza de la verdad, el deseo de justicia,
la solidaridad entre todos… Aplicar
estos principios es lo que Dios proponía a su pueblo pero no lo escucharon y,
finalmente, cuando no se cumple con el DEBER
la ley natural acaba imponiéndose
sin que podamos impedirlo, luego se demuestra que Dios no es el castigador y sí
nuestros actos.
DIOS NOS OFRECE, NOSOTROS ELEGIMOS Y ÉL SIEMPRE
NOS AMA
Por
ello, desde Adán y Eva, el hombre estaba muerto por los efectos del pecado pero
Dios, por su inmensa misericordia, nos envió a Jesús y por mediación de ÉL nos
salvó. Este regalo de Él es obra de
su gracia y mediante la fe. Es difícil de entender este hecho maravilloso pero
será bueno aclarar que no se nos da como fruto de las buenas acciones del
hombre y sí porque Él nos AMA.
Lo
único que nos pide es que hagamos buenas obras con los demás… ¿Las hacemos?
Los
judíos creían que su actuar, estando ajustado a las leyes que emanaban del A.T.,
era el camino correcto para cumplir con Dios. El encuentro de Jesús con Nicodemo nos muestra lo que no se debe
de hacer.
Éste, un gran hombre que cumplía fielmente con las leyes judías, era
un fariseo que no pensaba como los
otros sobre el Mesías que vendría. Él respetaba a Jesús y le reconocía su
condición divina pero a pesar de ello, como todos los judíos, aún no había
comprendido la esencia del mensaje de Jesús: [El hombre no puede llegar a
obtener la plenitud como hombre sólo con el cumplimiento de la Ley pero sí por
su capacidad de amar a los demás y de ayudarles.]
Los
judíos se habían redactado una normativa escrupulosa basada en el AT pero se
olvidaban de la esencia del mensaje. Este proceder nos demuestra que ponían
mucho empeño en lo que no tenía valor y minimizaran lo que sí era importante.
Por conocer las leyes y tener cultura se consideraban superiores (Jesús
humilde), eran clasistas (Jesús se juntaba y ayudaba a todos), les gustaba ser
ostentosos y que lo supieran los demás (Jesús ayudaba y les pedía no
divulgarlo), mostraban mucho apego al dinero (Jesús no) y eran muy ricos (Jesús
muy pobre), tuvieron una gran influencia
en la vida pública (Jesús no y por eso lo mataron)…
Si
alguien se excluye del “Plan de Salvación”
será porque él no quiere aceptar el diseño y lo que no podremos hacer después
será culpar a Dios de las consecuencias de nuestra libre elección.
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