Colaboración
de Paco Pérez
Capítulo III
SU VIDA LEJOS DE VILLARGORDO
Una
vez en Barcelona su espíritu rebelde
le hizo no adaptarse a lo que es una vida normal ajustada a un horario, a un
trabajo, a un tiempo de descanso y unas preocupaciones por la familia. Él
prefirió vivir libre como el viento, ser una cometa sin ataduras para dejarse
arrastrar por él, y de ahí que no se casara y haya vivido siempre como
indigente.
Tras
largos periodos de ausencia se presentaba en el hogar paterno, estaba unos días
con ellos para reponer fuerzas y, cuando menos lo esperaban, se volvía a perder
de nuevo.
Esta
línea explica lo que decía Paco sobre
él al reconocerle un porte altivo, tal vez forjado por la influencia cultural
que recibió en sus continuos desplazamientos por la geografía europea y
nacional.
Juan Valero “El sastre” aprendió en Barcelona el oficio, con el cuñado de Cristóbal y en el 2005 viajó con su
familia hasta allí en viaje de placer para visitar a las familias de sus
hermanos, Pedro y Pepe viven en ella.
Un
día acordó con Pepe, éste trabajó de taxista allí, ir a dar una vuelta por el
centro y en ese recorrido visitaron la Plaza
de Cataluña. Desde lejos reconocieron al indigente que pedía en la puerta
del “Edificio de Telefónica”, Cristóbal Melguizo Cañas “El ruso con fuerza”.
Pepe le comentó a
Juan que era muy especial y por eso no quería que nadie le hablara como miembro
de su familia pues en una ocasión le dijo que era para evitar que otros
mendigos los asociaran y tomaran represalias contra los suyos. La estrategia
que montaron entonces consistió en acercarse los mayores, Juan y Pepe, hasta él
para hacerles un donativo y hablarles sin saludos. El hijo de Juan se
mantendría alejado y les grabaría el encuentro con la cámara.
De
ese diálogo aprendieron que vivía cerca de allí, en un hostal. Una noticia
buena fue que recibía una pensión de la Generalitat pero que a él no le daban
ni un euro, la paga pasaba directamente a la dirección del establecimiento, y
así conseguía la administración que no se quedara sin una perra a los dos días
de cobrarla. Así tenía garantizada la comida y la cama.
Si
el señor Cristóbal ha logrado sobrevivir con esta forma de vida pues seguirá
haciendo el escalón y esperando que alguien de los transeúntes le deposite
alguna moneda que le permita colmar sus pequeños caprichos de todo humano.
Si
sigue al pie del cañón lo estará haciendo con 81 años, que no son pocos.
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