jueves, 5 de marzo de 2015

EL “RUSO CON FUERZA”

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo III
SU VIDA LEJOS DE VILLARGORDO
Una vez en Barcelona su espíritu rebelde le hizo no adaptarse a lo que es una vida normal ajustada a un horario, a un trabajo, a un tiempo de descanso y unas preocupaciones por la familia. Él prefirió vivir libre como el viento, ser una cometa sin ataduras para dejarse arrastrar por él, y de ahí que no se casara y haya vivido siempre como indigente.

Tras largos periodos de ausencia se presentaba en el hogar paterno, estaba unos días con ellos para reponer fuerzas y, cuando menos lo esperaban, se volvía a perder de nuevo.
Esta línea explica lo que decía Paco sobre él al reconocerle un porte altivo, tal vez forjado por la influencia cultural que recibió en sus continuos desplazamientos por la geografía europea y nacional.
Juan ValeroEl sastre” aprendió en Barcelona el oficio, con el cuñado de Cristóbal y en el 2005 viajó con su familia hasta allí en viaje de placer para visitar a las familias de sus hermanos, Pedro y Pepe viven en ella.
Un día acordó con Pepe, éste trabajó de taxista allí, ir a dar una vuelta por el centro y en ese recorrido visitaron la Plaza de Cataluña. Desde lejos reconocieron al indigente que pedía en la puerta del “Edificio de Telefónica”, Cristóbal Melguizo CañasEl ruso con fuerza”.
Pepe le comentó a Juan que era muy especial y por eso no quería que nadie le hablara como miembro de su familia pues en una ocasión le dijo que era para evitar que otros mendigos los asociaran y tomaran represalias contra los suyos. La estrategia que montaron entonces consistió en acercarse los mayores, Juan y Pepe, hasta él para hacerles un donativo y hablarles sin saludos. El hijo de Juan se mantendría alejado y les grabaría el encuentro con la cámara.
De ese diálogo aprendieron que vivía cerca de allí, en un hostal. Una noticia buena fue que recibía una pensión de la Generalitat pero que a él no le daban ni un euro, la paga pasaba directamente a la dirección del establecimiento, y así conseguía la administración que no se quedara sin una perra a los dos días de cobrarla. Así tenía garantizada la comida y la cama.
Si el señor Cristóbal ha logrado sobrevivir con esta forma de vida pues seguirá haciendo el escalón y esperando que alguien de los transeúntes le deposite alguna moneda que le permita colmar sus pequeños caprichos de todo humano.
Si sigue al pie del cañón lo estará haciendo con 81 años, que no son pocos.









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