miércoles, 4 de marzo de 2015

EL “RUSO CON FUERZA”

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo II
SU VIDA EN VILLARGORDO
Cristóbal Melguizo Cañas vino al mundo en Villargordo (Jaén), en el año 1933 y fue conocido popularmente entre sus paisanos como el “Ruso con fuerza”, apodo que él mismo se puso. Nació en el seno de una familia humilde cuyos padres, Juan e Isabel, vivían con sus hijos en una casa de la calle Jesús. Cuando marcharon a Barcelona en busca de trabajo, a mediados de la década de los cuarenta, esta propiedad urbana fue adquirida por sus parientes Carolina Fernández Cañas y José AnguloEl manchego”.
Este matrimonio tuvo varios hijos, además de Cristóbal: Juan Melguizo Cañas, conocido como Juanito, era un artista en su profesión y parece ser que esas condiciones fueron heredadas de su padre.
Cuando le llegó la hora de cumplir sus deberes con la Patria ya se encontraban en Barcelona y a Juanito le tocó ir a las Islas Canarias. Quien también hizo la mili allí fue Juan Antonio Molina Lorente, éste llegó unas fechas más tarde que él y después de un tiempo lo vio y lo reconoció pero, como Juanito decía a todos que era de Barcelona y no quería reconocer que era de Andalucía, pues Juan Antonio aceptó que se había confundido.
Pasan unas fechas y otro soldado que presenció lo que le contestó a Juan Antonio le dijo que desde el primer momento, antes de que él llegara, ya venía presumiendo de ser catalán pero que un día otro soldado le paró los pies y le razonó la imposibilidad de tal circunstancia diciéndole:
- Tú no puedes ser de Cataluña porque aquí sólo venimos soldados de Andalucía, que vivas en Cataluña es otra cosa.
Después de esa noticia Juan Antonio volvió a la carga y por fin aceptó que era de Villargordo. No quería que lo asociaran con su hermano, el “Ruso con fuerza”.
A Cristóbal no le ayudó a formarse como persona la marcha de la familia a Barcelona, su carácter le llevó por caminos equivocados, no cuajó en el mundo laboral, mendigaba por los tradicionales puntos que en Barcelona suelen estar los mendigos, vivía fuera del hogar paterno la mayor parte del tiempo y se pasaba largas temporadas sin que la familia supiera por dónde estaba. De vez en cuando se presentaba en la casa de los padres y, después de unos días con ellos, se volvía a marchar.
Este clima fue el que propició que Juanito no quisiera darse a conocer ante Juan Antonio y los otros andaluces.
Juana, cuando ya estaban viviendo en Barcelona, fue pretendida por Manolo Escobar cuando éste era en aquella ciudad un trabajador más y una persona sin fama.
María Antonia se casó con un señor cuya profesión era sastre, viven en la Plaza de España de Barcelona y son testigos de Jehová. Paquita se casó con un villargordeño llamado Miguel y cuya familia es conocida en el pueblo con el apodo de “Los picachos”. Éste vivía aquí, antes de emigrar a Cataluña, en una casa del “Pecho de la Ermita”. La madre de PedroEl mudillo” era hermana de ese señor. Ana, la madre Miguel LópezEl cantante” también es familiar de él.
De Isabelita, se recuerda que mantuvo unas relaciones de amistad muy buenas con Sofía García La campanera” y que, aunque era algo mayor que ésta, fueron muy amigas. Esta amistad fue tan grande que, como Sofía era muy achacosa a los resfriados de pequeña, pues Isabelita la visitaba todos los días para que a su amiga no le faltara la compañía y en esas visitas le cantaba canciones para alegrarla.
Francisca Almagro CañasLa tita Paca” comenta que tenía una vocecilla muy fina y delicada.
En Navidad le cantó a Sofía este villancico:
Este precioso Niño,
yo me muero por Él,
su padre lo acaricia
y su madre también.
No llores Jesús
que te llevo de comer,
tu madre te cambia los pañales
y tú te vuelves a dormir.
Sus ojillos me encantan
y su cara también.
Unos abuelos de Cristóbal, no se sabe si maternos o paternos, vivieron en la calle Tercia, la abuela se llamaba Juana y, hasta  muy mayor, estuvo trabajando en el servicio doméstico o de criada en casa del médico del pueblo, D. Tomás Domper Sesé y de su esposa Dª Hispacia Martín Miranda, maestra de escuela.
Éstos tenían su domicilio en la calle La Parra, hoy Granadillos.
Cristóbal era un muchacho tremendamente feo y parece ser que iba siempre despeinado y que se echaba los pelos hacía adelante.
Por la imagen que daba algunos de los niños que acudían a la Plaza de la Iglesia no querían jugar con él porque siempre vestía con ropas muy deterioradas y, como no se aseaba suficientemente, pues iba siempre muy sucio.
Este detalle ha sido resaltado por las señoras y los caballeros ni lo han mencionado. Esta circunstancia nos denota una mayor capacidad de observación en ellas, relacionada, tal vez, con la mayor preocupación que tienen por la higiene. A pesar de todo no ha sido recordado como un niño malo pero sí como algo travieso y muy fuerte.
Como en aquellos años lo que más abundaba era el hambre pues todos solían comer con mucha ansia, él también lo hacía así. Un día se atragantó con un hueso y tuvieron que llevarlo a prisa y corriendo al médico, D. Tomás, porque se estaba ahogando.
En aquellos años todas las casas tenían un corral en el que se encerraban los animales, la leña, se tiraba la basura, se ponían los trastes viejos… Pues un día hubo un incendio en el corral de la casa de los abuelos del “Ruso" y, según las costumbres de entonces,  tuvieron que tocar las campanas de la iglesia, lo hicieron con la señal de auxilio para los incendios y acudieron los vecinos para ayudarles a sofocar el fuego.
Como las dificultades económicas afectaban a todas las familias pues en la de Cristóbal ocurría tres cuartos de lo mismo. La madre parece ser que trapicheaba para ganarse unas perras y así poder ayudar a la familiar, lo hacía con el estraperlo de alimentos.
Un día, la buena señora había adquirido una cesta con tortas y, cuando llegó a casa con ellas la dejó en la alacena, se dedicó a sus labores de ama de casa, se le olvidó echarle la llave y el travieso de Cristóbal se dio una panzá de tortas tan grande que iba a explotar. Cuando la madre se dio cuenta, comprendió que las poquitas ganancias que conseguía con su venta se habían ido ese día al estercolero y entonces lo cogió y comenzó a darle guantazos en donde pillaba; fue una reacción de impotencia y desesperación. Él no derramó ni una lágrima y, cuando dejó de pegarle, escenificó su respuesta:
- Mama, tú pégame, pégame… Pero yo ya tengo mi panza alimenticia.
Mientras decía estas palabras irresponsables se daba palmotazos en la barriga.
Esta gesta irresponsable de Cristóbal fue, yo así lo interpreto, un anticipo de su comportamiento posterior no reglado y sí guiado por lo que daba el tiempo en cada momento.
Él jugaba, como los todos los niños en aquellos años, a los juegos que había entonces:
1.- Las “cartetas”.  Éstas eran los cartones que resultaban de romper las cajas de las cerillas y quienes perdían pagaban con ellas.
2.- El “romo”. Consistía en un trozo de rama de olivo con uno de sus extremos acabado en punta pues el objetivo era clavarlo en el suelo. Se practicaba en periodos de lluvia.
3.- Los “árboles”. Juego practicado en la plaza de la Iglesia.
Los participantes se partían en dos equipos unos intentaban apresar a los otros, la farola que había en el cetro era la prisión. Había ciertos árboles que eran refugio y el resto no. Era un continuo correr, apresar y liberar. Esta última acción ocurría cuando un compañero del apresado lograba tocarlo.
Según Mariano MorcilloAntonio Navarro El de la gasolinera”, él y los demás niños del barrio, entre ellos estaba Cristóbal, se juntaban todos los días con los tirachinas en la escalinata que había en la casa del “Prior”, hoy “Centro San Juan Pablo II”…
¿Por qué tenían ese punto de reunión?
Porque ahí la pared estaba muy baja y eso les permitía saltársela con facilidad para entrar en el huerto de JoséPilritos”, éste estaba ubicado en los terrenos donde se construyeron hace unos años las casillas que hay frente a los pilares, para poderse comer lo que pillaran: granadas, brevas, tomates… Lo que daba el tiempo en cada momento.
José dejó el huerto a Vicente Molina “Botella” para que cuidara de los árboles frutales que había y para que sembrara los productos hortícolas que necesitara en su casa.
Un día, cuando estaba la pandilla reunida en las escaleras, el señor Vicente se presentó por detrás, los pilló sin escape posible y les preguntó al llegar:
- ¿Qué hacéis aquí?
– Vamos a ir a pillar pájaros con los tirachinas –le respondieron.
- ¿Quién tiene un papel y un lápiz?
– Aquí no tengo pero si voy a mi casa que está muy cerquita sí tengo –le contestó Antonio Navarro.
Cristóbal y los otros niños permanecieron allí sin moverse, Antonio fue a su casa, volvió con el papel y el lápiz y se los entregó al señor Vicente.
– Bueno, ahora me vais a dar vuestros nombres y voy a empezar a escribir en este papel el nombre del mensajero, tú el primero por ir a por el papel y el lápiz.
Cuando escribió todos los nombres les dijo:
- Ahora os voy a denunciar al Cuartel de la Guardia Civil por saltaros al huerto a comeros las frutas y os pondrán una multa que os va a costar diez duros.
Al escuchar la amenaza los niños le contestaron, cada uno con una cosa diferente, mientras lo hacían gritando y sollozando:
- ¡¡¡Diez duros!!!
- ¡¡¡Mi papa me va a matar!!!
- ¡¡¡Si no tenemos ni un duro, cómo vamos a pagar diez!!!
El señor Vicente los escuchaba muy atento pero, como ya no podía contener por más tiempo la risa optó por mantener el principio de autoridad para que no lo hicieran más, en un santiamén se  quitó  el cinto y se lio a zurriagazos con ellos. Esta acción ocasionó un alboroto enorme y se produjo un esturreo de zagales de inmediato, cada uno salió como pudo de la situación que les planteó.
Unos días después el bueno de Antonio fue en busca de él para pedirle que no los multara porque sus padres entonces le iban a romper el lomo. Entonces recibió del señor hortelano esta propuesta:
- De acuerdo pero te tienes que comprometer conmigo a una cosa. - ¿A qué? – le preguntó Antonio.
– Cuando yo no esté aquí tú te vienes a guardar el huerto, todos los días te daré una peseta y, además, podrás comer lo que quieras.
Una vez que cerraron el acuerdo el señor Vicente perdonó a los ladronzuelos y así fue como Antonio, siendo un niño, comenzó a ganarse su primer salario. Lo mejor de esta historia es que acabaron siendo amigos para siempre y, desde entonces, ya hubo muy buenas relaciones entre el hortelano y la pandilla de peques. Acudían al huerto cuando estaba trabajando y él se divertía mucho con ellos, les organizaba concursos de “Tiragatos”.
Este juego de dos y consistía en atar a los dos participantes en los extremos de una soga. Cuando estaban preparados se daba la señal de inicio y quien lograba arrastrar al otro hasta la marca fijada resultaba el ganador. El concurso del huerto siempre tenía como premios una pieza de fruta limpia para el ganador y una picada por los pájaros para el perdedor.
¿Quién resultaba ganador siempre?  
En todas estas acciones de fuerza Cristóbal “El ruso con fuerza” era invencible y cuando acaba victoriosa su gesta siempre exclamaba:
- ¡¡¡Yo soy el “ruso con fuerza” y me cargo a todos los alemanes!!!
Juan Melguizo, el padre del “Ruso”, tenía una hermana que se llamaba Josefa y era conocida popularmente como “La Josefona”. Ésta señora tuvo dos hijas muy guapas, Carmelita y Nani, y ambas trabajaron como criadas en la casa de Domingo ArandaPoco aceite”.
Josefa fue la primera de la familia que se marchó para Barcelona y, una vez allí, tiró de la de su hermano. La marcha del pueblo de ambas familias tuvo lugar en 1946, con unos meses de separación, y Cristóbal tenía entonces 13 años. 
Cuentan que esta señora, una vez allí, enviudó y se volvió a casar. De las hijas nunca más se supo algo de ellas por Villargordo.

La familia de CristóbalEl ruso con fuerza” estaba emparentada con la de Catalinala de Juan López", la madre de “Frascuelo”, y eso explica la estampa tan familiar que nos ha relatado Paco Tirado del encuentro de su padre con él, eran primos.

2 comentarios:

  1. Josefa nunca se volvio a casar cuando viajo a Barcelona antes de la guerra ya vino viuda y tenia tenia tres hijos
    carmeñita JUana conocida por Nani y Juanito las dos hijas todavía viven Junanito murió hace unos tres o cuatro años

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  2. Hola, soy sobrino de Hipacia Martín Miranda, la mujer de D. Tomás Domper Sesé. Me gustaría saber si alguien me pudiera contar historias o enseñar alguna foto de ellos. Estoy escribiendo la historia familiar. Muchas Gracias.

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