Colaboración de Paco Pérez
¿Cómo
se entiende la “Ascensión de Jesús a los
cielos”?
Recordemos
que “ascender” = “elevarse” = “subir” y que el hombre de nuestros días está
acostumbrado a presenciar cómo otros hombres, a bordo de cohetes, suben hacia lo que llamamos cielos
para entrar en el espacio exterior y viajar por él hasta el lugar de destino.
Una vez que acaban la tarea encomendada regresan al lugar de donde partieron.
Jesús,
después de morir, resucitó y permaneció entre sus discípulos durante algunos
días, se maneja el número cuarenta, pero lo único cierto que está comprobado, a
la luz de la Biblia, es que ese número aparece en más de una ocasión.
Jesús
resucitado se manifestó a sus discípulos y a los primeros cristianos mediante
acontecimientos de diversas clases, los que ocurrieron durante ese espacio de
tiempo que medió entre la Resurrección y la Ascensión.
Decir que lo hizo durante
cuarenta días se interpreta como un período temporal suficientemente completo
para transmitirles lo que deseaba. Durante él los discípulos tuvieron
diversas vivencias: Experimentaron
vivo a Jesús, sintieron su presencia
en la comunidad de forma única, su fe
tomó consistencia y toda su vida cambió y
se orientó al seguimiento del camino
de Jesús.
Después
de estos acontecimientos ya empezó a extenderse la fe cristiana por Israel y
por el mediterráneo.
Durante
ese tiempo, Jesús estuvo presente realmente, lo hizo mediante el Espíritu,
presentó a los hombres su triunfo sobre la muerte y, además, lo hizo de manera definitiva.
Así
es como tenemos que entender el "Misterio
de la Ascensión”.
En
Lucas 24,51 se describe así: [Jesús los sacó fuera hasta un lugar cercano
a Betania, levantando las manos los bendijo, y mientras los bendecía, se separó
de ellos y se lo llevaron al cielo.]
Los
astronautas regresan a la Tierra
cuando acaba el periodo de permanencia en el espacio exterior porque los plazos
de su misión han concluido pero dispuestos a volver, cuando llegue el momento,
con una nueva misión. Pues igual ocurre con Jesús, al final de los tiempos
volverá. Lo comunica Lucas en 9,1: [Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la
vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos
hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
- Galileos,
¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado
para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.]
Mientras
llega el momento de su vuelta final, nosotros no podemos quedarnos de brazos
cruzados, nos corresponde caminar por aquí según las directrices que Él enseñó
a los apóstoles y que ellos nos transmitieron. Lucas nos deja las instrucciones en EFESIOS 4,1-13: [Yo, el
prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que
habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos,
sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu
con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es
la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe,
un bautismo. Un Dios Padre de todo, que lo transciende todo, y lo penetra todo,
y lo invade todo. A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la
medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: “Subió a lo alto llevando
cautivos y dio dones a los hombres”. Él “subió” supone que había bajado a lo
profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo quien subió por encima de
todos los cielos para llenar el universo. Y Él constituyó a unos, apóstoles, a
otros, profetas, a otros como evangelizadores, a otros, pastores y maestros,
para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la
edificación del Cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad de la
fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de
Cristo en su plenitud.]
La PROCLAMACIÓN de la PALABRA no es
misión exclusiva de los clérigos, también es de los fieles.
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