domingo, 17 de mayo de 2015

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR A LOS CIELOS

Colaboración de Paco Pérez
¿Cómo se entiende la “Ascensión de Jesús a los cielos”?
Recordemos que “ascender” = “elevarse” = “subir” y que el hombre de nuestros días está acostumbrado a presenciar cómo otros hombres, a bordo de  cohetes, suben hacia lo que llamamos cielos para entrar en el espacio exterior y viajar por él hasta el lugar de destino. Una vez que acaban la tarea encomendada regresan al lugar de donde partieron.
Jesús, después de morir, resucitó y permaneció entre sus discípulos durante algunos días, se maneja el número cuarenta, pero lo único cierto que está comprobado, a la luz de la Biblia, es que ese número aparece en más de una ocasión.

Jesús resucitado se manifestó a sus discípulos y a los primeros cristianos mediante acontecimientos de diversas clases, los que ocurrieron durante ese espacio de tiempo que medió entre la Resurrección y la Ascensión.
Decir que lo hizo durante cuarenta días se interpreta como un período temporal suficientemente completo para transmitirles lo que deseaba. Durante él los discípulos tuvieron diversas vivencias: Experimentaron vivo a Jesús, sintieron su presencia en la comunidad de forma única, su fe tomó consistencia y toda su vida cambió y se orientó al seguimiento del camino de Jesús.
Después de estos acontecimientos ya empezó a extenderse la fe cristiana por Israel y por el mediterráneo.
Durante ese tiempo, Jesús estuvo presente realmente, lo hizo mediante el Espíritu, presentó a los hombres su triunfo sobre la muerte y, además, lo hizo de manera definitiva.
Así es como tenemos que entender el "Misterio de la Ascensión”.
En Lucas 24,51 se describe así: [Jesús los sacó fuera hasta un lugar cercano a Betania, levantando las manos los bendijo, y mientras los bendecía, se separó de ellos y se lo llevaron al cielo.]
Los astronautas regresan a la Tierra cuando acaba el periodo de permanencia en el espacio exterior porque los plazos de su misión han concluido pero dispuestos a volver, cuando llegue el momento, con una nueva misión. Pues igual ocurre con Jesús, al final de los tiempos volverá. Lo comunica Lucas en 9,1: [Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
- Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.]
Mientras llega el momento de su vuelta final, nosotros no podemos quedarnos de brazos cruzados, nos corresponde caminar por aquí según las directrices que Él enseñó a los apóstoles y que ellos nos transmitieron. Lucas nos deja las instrucciones en EFESIOS 4,1-13: [Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios Padre de todo, que lo transciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: “Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres”. Él “subió” supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo quien subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y Él constituyó a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros como evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del Cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.]
La PROCLAMACIÓN de la PALABRA no es misión exclusiva de los clérigos, también es de los fieles.







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