Colaboración de José Martínez Ramírez
Cada
día te recuerdo
y
se estrechan los lazos
de
tus abrazos, ya eternos.
De
todo lo vivido a tu lado,
lo
sufrido y lo materno,
te
llevaste tus abrazos;
alma
del silencio fraterno,
grito
sonoro y helado
que
aún suena en este infierno,
de
impotencia, llorado.
Paseo
de madrugada, atado
a
ti, por tu calle de invierno.
Cuando
lo hago quiero regresarte
de
un zarpazo, pero eterno,
para
irme y dejar pagado
el
café y aquel cuaderno,
ese
que un día fue mi aliado.
Por
eso con él aún duermo,
y
los ojos me han brillado,
en
este páramo yermo.
La
tormenta de granados
y
celestes pájaros de sueño,
te
elevan por tu costado,
desatendido
y sin aliento.
Serás
la luz del rayo,
de
lo oscuro y lo inquieto.
De
este dolor desesperado,
de
esta noche de soneto
alejandrino
y floreado.
Los
ojos y dientes aprieto.
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