Colaboración de José Martínez Ramírez
Otro gran hombre de mi querido Villargordo, con sus encantos,
penas y alegrías.
Esa
sonrisa afable y contagiosa
que
muestra quieta la fotografía,
vuelve
las piedras inertes, musgosas,
en
pálpito radiante de alegría.
Ese
joven que a su amada esposa
abraza
fuerte cada mediodía,
horizonte
marino en sus ojos posa,
su
corazón inquieto nunca dormía.
¡Basta,
inválida la esencia de tu sombra,
hermosura
y linaje de tu gallardía,
canto
sereno, amanecer de alondra!
Cuando
tu vida se tornó temblosa,
nadie
recuerda la noche de aquel día…
¡Triunfal
belleza, incansable y hermosa!
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