Colaboración de Paco Pérez
Los
grandes hombres de la historia de la Iglesia siempre han elaborado frases con
las que intentar explicar el gran misterio de la “Santísima Trinidad” y hacerlo más entendible a los hombres. Si lo logramos
entonces sería importante que nos convenciéramos de que el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo forman una misma unidad y que ésta se han ido manifestando al
hombre por separado y en el momento adecuado, es decir, cuando hacía falta y de
la manera más fácil. La Biblia es un
camino útil para comprobar si lo que afirmamos es o no es verdad, pues seguiré por
ese camino para ayudar a su comprensión:
El
Padre aparece al comienzo de los tiempos en el Paraíso, con Abraham, intimando con los profetas,
hablando con Moisés, liberando de la esclavitud que padecía en
Egipto al pueblo de Israel…
El
Hijo se nos presenta de una manera
más fácil para las entendederas humanas pues viene a enseñarnos, con su
ejemplo de vida, qué es lo que debíamos hacer los hombres y que no para
entrar en el Reino de los Cielos. Él
fue un maestro práctico y no teórico pero no fue comprendido y por ello sufrió la detención, acusación,
condenación y la muerte en la cruz. Después, ya lo había anunciado antes de
morir, RESUCITÓ y se mostró a los
apóstoles.
El
Espíritu Santo también entra en
escena en esta última etapa de Jesús,
se presenta a los apóstoles que estaban encerrados por miedo a las represalias
y les empuja a recuperar la confianza perdida, a no tener miedo y a dar testimonio
de lo que habían visto y oído cuando seguían a Jesús.
La
Santísima Trinidad es una evidencia en
la que Dios, UNO, se nos manifiesta de tres formas distintas y en cada una de
ellas lo hace de manera diferente porque Él
se adapta a la mentalidad y a
las necesidades humanas de cada tiempo…
Fijándome
en lo anterior considero que Dios ya ha cumplido con su parte y que después de
la venida del Espíritu Santo nosotros deberemos continuar la labor iniciada por los apóstoles
y discípulos de Jesús.
En
esas tres etapas ocurren cosas
diferentes:
El
Padre se nos muestra en el Decálogo como “un solo dios”… ¿Por qué? Porque el hombre tenía un dios para cada
circunstancia de la vida de entonces y Él tenía que acabar con esa situación.
Con el paso de los años los hombres retroceden y siguen tan confundidos como al
principio porque no sabemos si creemos o no, si tenemos un dios o
muchos… Por eso nos agarramos a
cualquier tontería de la vida y la convertimos en dios: placer sexual
desenfrenado, aborto, afán de acumulación, crítica destructiva hacia el prójimo
sin preocuparnos por el daño que le causamos…
Cuando
el Hijo viene y se nos muestra a
diario como ejemplo viviente de comportamiento no lo escuchamos y lo
matamos… ¿Hemos cambiado de
pensamiento o de comportamiento?
Que
cada uno reflexione y se juzgue.
EL
Espíritu Santo es una realidad que
aparece en los momentos más importantes de nuestra creencia, además de lo
dicho, en la Anunciación a María y
en el Bautismo de Jesús. Tomando
como orientación este último acontecimiento bíblico me he preguntado muchas
veces… ¿Por qué se bautizó Jesús de
adulto y a nosotros se nos aplica, sin nuestro consentimiento, cuando acabamos
de nacer?
Cuando
Jesús los convocó al monte de
Galilea acudieron los once y no todos estaban convencidos de quién era, ellos
también dudaron, pero Él los
perdonó. Esta es una muestra de que cuando el hombre duda no debe sorprenderse
por ello debido a que Dios siempre es tratado así y Él siempre nos responde con amor, comprendiendo y perdonando nuestras debilidades.
Tener
dudas es de humanos y no tenerlas es un problema. Lo es cuando de manera
consciente dudamos, persistimos en la duda, nos alejamos de Dios e intentamos
destruirlo. Quienes actúan así saben muy bien lo que buscan, necesitan apartar
a Dios de su camino para no tropezarse con sus normas, ellas son los obstáculos
que les impedirán hacer sus travesuras. Luego, la PALABRA es un obstáculo insalvable para los que aspiran a ser unos “TREPAS” sociales...
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