<Nunca olvide que la Iglesia es un hospital de pecadores, no una casa
de santos>
Publicado por María
Vallejo-Nágera en “Religión en
libertad”
La
Comunión es el Cuerpo verdadero y la Sangre
verdadera de Cristo, querido lector.
Supongo que lo sabe bien… Yo no lo creía, hasta que un día vi como un pobre
poseído se enfurecía brutalmente ante el Santísimo
expuesto en una custodia. Ahí se me abrieron los ojos, los oídos y todo lo
demás… Fue una espantosa experiencia, pero le aseguro que aprendí más
presenciándola que si hubiera hecho mil tesis en teología. El demonio existe y reconoce a Jesús en un trozo de pan. Lo ve, lo
teme… Y le espanta.
Jesús está vivo: lo está en un trocito de pan consagrado y es EL MISMO que andaba
por Galilea, sin diferencia alguna.
Es entonces triste no poder comulgar… ¿Quién es digno de recibir a todo un Dios
en su boca? Nadie. Sólo los santos lo son… Y a pesar de ello, los demás
comulgamos. Yo la primera, aunque no esté divorciada y vuelta a casar. A mí me
sostiene la Confesión. ¿Qué haría sin ella? Y aún así me siento indigna de
comulgar. Felices las almas que tienen la alegría de comulgar todos los días
con la conciencia tranquila...
Los divorciados católicos vueltos a casar sufren por no poder comulgar y son
muchas las amistades que se me quejan por ello. “Nuestra religión es cruel con nosotros”, me dicen.
Pero eso es falso, querido lector: la Iglesia no es cruel con los divorciados.
No lo es con nadie: nos ama, protege y enseña como una Madre que conoce a Dios.
Y por eso nos da un regalo abismal del que se habla poco: la Comunión Espiritual.
¿Sabía que durante siglos no se comulgaba en los conventos más que una o dos
veces al año? ¿Sabía que hasta principios del siglo XX en miles de comarcas,
pueblos y hasta ciudades, se permitía comulgar tan sólo una vez por semana? Así
era… Y la gente, profundamente creyente, comulgaba espiritualmente y se llenaba
de Dios.
Son muchas las veces que lo he hecho yo así. Es muy dulce comulgar de deseo: sólo entonces se depende de Jesús, de su
Misericordia y de su Gracia. A veces, en mis viajes por Asia era para mí
imposible comulgar en semanas –zonas hinduistas-, lo que me entristecía
profundamente. Entonces lo hacía espiritualmente. Si no hubiera conocido este
regalazo que nos ofrece la Iglesia católica, (La Comunión Espiritual), no
hubiera podido sobrevivir a muchos acontecimientos con paz...
Un día, orando ante el Santísimo, tuve conocimiento de la inmensa dulzura que
es la Comunión Espiritual… Sentí que el Corazón de Jesús se unía al mío. Desde
entonces para mí toda ciencia teológica es el amor y la unión de mi alma con
Dios por Jesucristo. Ahí está mi Todo, y no deseo saber más.
Por favor, corra hacia la Comunión, ya sea en la boca o espiritualmente. Vuele hacia
Ella. Ahora ya le he contado que la Comunión Espiritual es muy poderosa
también… Y es para gentes hermosas a los ojos de Dios, como los divorciados
vueltos a casar.
Nunca olvide que la Iglesia es un hospital de pecadores, no una casa de santos.
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