Colaboración de José Martínez Ramírez
DAMA
SIN NOMBRE
Cuando
te pregunté tu nombre,
mientras
nos sosteníamos
por
las callejuelas de polvo y piedra
de
aquella ciudad antigua,
llena
de vencejos y nubes,
me
dijiste… ¡Es de mi propiedad!
Paralelamente,
apretabas mi mano
y
respirabas profundo
el
aroma de azahar
que
nos embriagaba
cuando los besos
subían
al escarpado cielo.
Se
fueron para siempre
a
través de la noche nerjeña,
mientras
perdían su frescura.
Les
ocurrió como a los brotes
que
nacen a finales de mayo,
cuando
todo lo bello acaba.
Estaba
la sangre ardiente
y
la madrugada la enfrió;
como
a ese día, ya distante.
No
lo hizo con estos versos inmortales,
ni
con aquellos estúpidos jardines
y
sí con tu hermosura y nobleza de corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario