Colaboración de Paco Pérez
La
escena del lago es un ejemplo perfecto sobre lo que es la vida. Muchos acudieron para escuchar a Jesús, unos estaba en la orilla y otros
sentados en sus barcas pero, cuando acaba su enseñanza y se marcha del lugar, sólo
unos pocos le siguen. En aquel momento
hubo una circunstancia real que impidió a la mayoría hacerlo, no tenían barca.
Otras veces no era necesario tenerla para seguirle porque viajaba a pie pero no
lo hicieron, sus palabras no les calaban hondo o no tenían fe.
La
travesía del lago nos puede empujar a interpretar que cada persona es una barca
que surca las aguas de la vida con naturalidad mientras todo discurre sin
sobresaltos pero, cuando las aguas se tornan bravas y la golpean con fuerza, ya
nos asustamos y perdemos la confianza que teníamos… ¿Por qué?
Esa
pregunta nos la responde Jesús
cuando echa en cara a sus acompañantes el comportamiento
que tienen y les habla de la
causa que les hace actuar así, el miedo y
la poca fe.
Cuando
Jesús calma los efectos de las
fuerzas de la naturaleza e impide que la barca zozobre lo que hace es
dominarlas sin cambiar las leyes que las crearon, este es el fundamento de todo
MILAGRO.
Con Jesús los milagros ocurrían y todo desperfecto recuperaba su
normalidad, para las personas dichos cambios eran percibidos como un hecho que
estaba asociado a Él y a sus poderes extraordinarios. Pensaban así porque
cuando los hizo no fue en privado y porque con ellos ayudaba a las personas, de
ahí la popularidad de sus acciones. Por esa razón el pueblo llano se las
reconoció como obra de su poder especial, y ya le buscaban ilusionados y
confiados en recibir de Él su ayuda.
Hay
unos hechos incuestionables en los relatos milagrosos: [Quienes acudían a Él lo hacían convencidos de que los
curaría, “tenían fe” en sus palabras y en sus obras. Él los conocía por dentro, sabía de la realidad de cada uno
y, si se le acercaban con fe, les concedía sus deseos.].
¿Tenemos nosotros el nivel de fe de las
personas bíblicas o es una actitud errónea la nuestra cuando, de manera
egoísta, le insistimos en nuestras peticiones? ¿Hemos pensado que si nos
concede el milagro, tal vez, lo viéramos como el premio que nos regaló porque éramos
muy buenos y no como una consecuencia natural de “nuestra fe en Él” y de “su
amor por nosotros”?
El
milagro multiplicó los panes y los
peces, transformó el agua en vino, curó al paralítico… ¡¡¡Pero no creó en ninguno de los casos!!!
Lo
que sí hace es manejar las fuerzas naturales que intervienen en los cambios que
realiza sin transgredir las leyes con las que Dios creó lo que se multiplica,
transforma o cura.
Si
los hombres buscamos en el milagro la “prueba”
que confirme el poder de Dios es que
no somos honrados pues será la demostración de que dudamos de su existencia o
de que no hemos comprendido para nada a qué vino Jesús y qué nos enseñó.
Nuestra
fe no puede crecer alimentándonos en la “despensa
de los milagros”, deberemos crecer “abrazando
la realidad de Jesús resucitado”.
El
hombre camina a diario entre los sentimientos opuestos que manifestamos ante
las dos caras de la vida: Felicidad o
dolor. En el primer caso vivimos sin
acordarnos de agradecer a Dios lo
que nos ha regalado o regala y en el segundo, cuando sufrimos un contratiempo,
ya quedamos desbordados y le preguntamos con osadía y desconocimiento:
-
¿Por qué me haces esto Señor?
Preguntas
como ésta fueron y son frecuentes en el hombre pero cuando se hacen son la
demostración de que desconocemos su grandeza y su poder. Job se encontró en este trance y Dios le respondió. Como camino de REFLEXIÓN les propongo leer Job
38,1. 8-11 y conocerán la respuesta:
El Señor habló a Job desde la
tormenta:
- ¿Quien cerró el mar con una
puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por
mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y
cerrojos, y le dije: "Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la
arrogancia de tus olas?
La grandeza de
Dios queda patente en este texto… ¿Podemos comprenderle ahora mejor?
¿Podemos seguir haciéndole preguntas?
Si
Pablo fue elegido por “Jesús resucitado” para dar testimonio
de la verdad y evangelizar, a pesar de que era un perseguidor de los
cristianos… ¿Puede el hombre explicar
esta decisión de Dios?
Como
es imposible comprender sus decisiones nuestra actitud correcta será confiar
totalmente en Él.
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