Con Paco
Pérez
Capítulo IV
EL ORIGEN DE
NUESTRA ETERNA AMISTAD, NUESTROS PADRES
Los
avances de la ciencia nos deslumbran a diario cuando se nos presenta, en los
medios, la noticia de algo que ya es una realidad y no un proyecto de ilusión
para el futuro. He comenzado así porque hace unas fechas tomábamos café en
Nerja y, por casualidad, conocimos a un matrimonio que estaba allí para pasar
unos días de vacaciones en un hotel y, como eran algo mayores que nosotros, la
señora comenzó a lamentarse de sus dolencias y ya os podéis imaginar cuál fue
el tema estrella… ¡¡¡Las enfermedades y
las penas de los mayores!!!
He
puesto este ejemplo porque el marido nos dijo que unos meses antes había sido
operado de próstata en Pamplona y como en mi familia esa operación ha sido
recurrente porque abrió en canal al abuelo Paco, a mi padre y a mis tíos Juan y
Antonio, a los cuatro se la hicieron por el procedimiento radical, pues me
interesé por la técnica y su información me dejó impresionado porque ahora
hacen una pequeña incisión debajo del ombligo y así operan ya con la técnica de
“LAPAROSCOPIA”, unos días ingresado
y a casa. Le comenté los problemas vividos con la familia y me contestó que
nada de eso ocurre ahora… ¡¡¡Un gran
avance!!!
¿Qué sucederá el día que nuestra mente se
desarrolle enormemente?
Será
maravilloso vivirlo para poder ver cómo ese desarrollo nos permitiría
comprender lo que ahora es imposible, mejorar nuestra sensibilidad ante los
demás, usarla para dar felicidad y bienestar al hombre… ¡¡¡No será maravilloso
vivirlo!!! Pero no quiero pensar en lo que ocurriría si se empleara en sentido
contrario para elucubrar más maldad de la que ya disfrutamos y más refinada,
después se podría emplear en destruir a nuestros semejantes con más mala leche
y eficacia.
La
mente nos ofrece respuestas rápidas e increíbles y lo quiero resaltar porque lo
que he escrito hasta ahora, y escriba, ha sido y será el fruto de la respuesta
que me ha dado después de recibir un estímulo, para muchos sin valor pero para
ella fue todo lo contario. Lo ha hecho en un viaje rápido al pasado, cuando recibió
la noticia de que nominaban la calle restaurada con el de mi querido amigo Juanito. Con ese detonante las vivencias
que estaban bien guardadas al vacío en la gran despensa de mi masa gris se
despertaron, tomaron cuerpo de nuevo y aparecieron como si hubieran ocurrido
ayer… ¿No es interesante dedicarle unos
minutos a las cosas que nos ocurren y que por las prisas de la vida no le damos
valor?
Juanito, hoy vuelvo a
subir al “Tren de la vida” y lo hago
para viajar en sentido inverso hasta aquella estación en la que, por diversas
circunstancias que yo no puedo explicar pero que son lógicas, nuestros padres
ya tenían unas buenas relaciones de amistad y solían viajar juntos y a diario, te
hablo de los años en que se os bautizó como BAR “Tropezón”. Con el
paso de los años y el esfuerzo de toda la familia ese apodo alcanzó un
prestigio muy bueno a nivel local, provincial y en algunos lugares más.
Nosotros
éramos entonces unos niños pero ya se hablaba en nuestras respectivas familias
de los otros. Unos años después los hijos dejamos de ser niños, crecimos y empezamos
a relacionarnos. Con esta dinámica se nos fueron pasando los años, el “Tren de la Vida” no cesó de avanzar y
las semillas buenas que nuestros progenitores sembraron en el campo de la amistad
arraigaron en nosotros, los hijos de ambos…
¿Por qué?
Porque
nuestros padres fueron dos de los muchos “malas
uvas” que hubo en nuestro pueblo pero tuvieron un elemento común que los
atrajo y que, a la vez era y es, poco común entre los humanos… ¡¡¡Tener unos corazones tan grandes y tan
desprendidos que sus buenas acciones superaban en valor a las salidas
intespectivas que solían tener con quienes osaban salirse del carril de la
verdad!!!
Ya
estabais instalados en el Paseo, en
la casona que Antonio José “El Chato” construyó como albañil para D. Juan “El Boticario”, apodo injustificado porque nunca concluyó la carrera
de Farmacia y quien desempeñó tal función era un farmacéutico que contrató y
que era hermano de Carmencita
(aquella señora que estaba trabajando en la casa de Benigno Agudo).
Todavía
tenía yo pocos años pero ya tomaba alguna cerveza que otra, entré en el local
sobre el mediodía, fui atendido por tu padre (fue en uno de esos días en los
que el establecimiento está ocupado solamente por el cliente y el dueño) y la
conversación, mano a mano, arrancó (repetimos esta escena en más de una
ocasión) y hablamos de diversos temas pero nunca olvidaré de todo lo escuchado,
comentado y visto dos cosas:
1ª.-
Que habiendo entre ambos una diferencia de edad tan grande él me hablara con
una confianza total sobre temas de suma delicadeza.
2ª.-
Que llorara contándome algunas historias de la posguerra que conocía a fondo,
se afectaba porque no comprendía que el ser humano fuera capaz de hacer unas
bajezas tan grandes a otros semejantes y que, para poderlas hacer, se
aprovecharan del hambre y de la desesperación que tenían por no poder dar de
comer a sus hijos.
También
me habló de las situaciones complicadas que, a veces, tienen que afrontar las
personas cuando escuchan los lamentos ajenos en busca de ayuda y después tener
que tomar la decisión más acertada. En su caso se trató de una situación muy
difícil y lo fue porque quien se la planteó fue un gran amigo, éste le vino
llorando un atardecer al bar, se encontraba desesperado porque su mujer estaba
enferma y como no tenían ni una peseta pues no podía llevarla a un médico de
pago para poder intentar su curación, no había entonces el modelo de Seguridad Social que tenemos ahora para la asistencia sanitaria de cualquier
ciudadano… ¿Cómo respondió el señor
Manolo, el de la “mala uva”, a su gran amigo?
Le
dijo que pasara a la casa y que detrás iba él. Manolo cogió la caja con el dinero que tenía de la recaudación del
día, abandonó el mostrador y, una vez solos y sin testigos, le dijo:
-
Coge el dinero que necesitas y salva a
tu mujer, eso es ahora lo importante.
Los
momentos que vivieron después no vienen a cuento relatarlos pero en el conjunto
de nuestra conversación pude descubrir, en directo y sin pamplinas, lo que mi
padre me contaba siempre de él y puedo afirmar que ese día recibí una lección magistral
de cómo se puede compaginar el ser pastor
de ovejas, lo que con frecuencia proclamó ante mí con orgullo, y después hostelero honrado y de primera fila, ambas profesiones las
ejerció sin perder los buenos sentimientos hacia los demás.
Proclamo
aquí y ahora que, a pesar de mi corta edad, le guardé sus confidencias, y lo
sigo haciendo, porque siempre he pensado que los hechos oscuros de las personas
deben ser enterrados con el difunto y por la historia local lo antes posible y,
por el contrario, los buenos sí deben ser divulgados como ejemplos de vida a
imitar. Por desgracia, en nuestros días, se ha puesto de moda el comportamiento
contrario gracias a la “telebasura”
y a la “bajada de principios morales”
en el conjunto de la sociedad.
¿Qué coetáneos, amigos o clientes, no
recuerdan a Rosario por la mañana temprano sirviendo cafés y copas a los
madrugadores clientes?
Ambos
lucharon por sacaros adelante, ella trabajando en la cocina con las buenas
recetas de la abuela y él detrás del mostrador. Ya hemos comprobado, por la
foto, que también hicieron ambos churros, para que la profesión del chacho Luís no se perdiera.
Llegado
el momento el tren arrancó de nuevo
y avanzó hasta la siguiente estación; en ella os subisteis los hermanos e hicisteis
en ese trayecto del viaje el relevo generacional lógico y, aunque todos
pusisteis vuestro grano de arena durante la primera renovación, creo no cargar
las tintas en favor de Juanito si proclamo,
sin temor a equivocarme y con la sinceridad que aprendí de nuestros padres, que
el maquinista que manejó la locomotora del negocio hasta la
estación fatídica del 6 de septiembre de 2010 fue él.
Este
viaje duró algunos años y en esta época los viajeros que solías transportar a
diario vivimos los mejores momentos de nuestras vidas juntos pues reuníamos los
elementos que son necesarios para ser felices: Tener pocos años, estar solteros
y sin novia (tú te fuiste de palanca, expresión acuñada por mi tío Pascual,
otro palanquero), estar saludables, tener ganas siempre de todo y llevar los bolsillos
ligeros de pesetas. Esto último es muy importante para saber divertirse porque con
la abundancia no hay ingenio, te lo dan todo resuelto, te aburres con la
monotonía y, a la larga, con este método todo acaba mal. Por esta reflexión ahora
me doy cuenta del gran valor y sabiduría que encerraban las palabras que solía
decir con frecuencia el señor Pedro
Manuel “Pericatito”, una verdad más
grande que la catedral de Jaén, que ya es decir… ¡¡¡Un hombre con pocos años, salud y empalmado no tiene precio!!!
Los
tiempos y las circunstancias en las que nos movíamos propiciaron que surgieran
situaciones cómicas que nos hacían vivirlas unas veces como protagonistas, otras como testigos y, las menos, como oyentes de quienes las había
protagonizado o presenciado mientras estábamos en la “liguera”.
Recuerdo
aquella historia que conocí de oyente cuando, al día siguiente de los hechos
ocurridos, nos la contaste tú con tu risilla imperceptible y a golpes.
Ocurrió
en una de aquellas noches de lluvia fuerte y desesperada que había cada dos por tres en aquellos
lejanos años.
Los
clientes se habían marchado, tú habías cargado los frigoríficos con las
cervezas y refrescos consumidos y estabais solos ya, el gran Sebastián García “Galgo Viejo” que estaba acodado en la barra por fuera y tú que lo
hacías por dentro, con las manazas apoyadas sobre el mostrador. La reunión había
alcanzado un puntillo bueno por la ingesta y porque tú estabas ya descansando,
querías marcha, no deseabas que se fuera y él no tenía prisa tampoco porque al
día siguiente no iría a trabajar.
Como
el wáter estaba entonces en el patio, había un trecho grande hasta él, caía el
agua a cántaros y Sebastián se
estaba meando pues cuando él manifestó su necesidad en voz alta a ti no se te
ocurrió otra cosa, debido a lo pintones que estabais ya, que darle una botella
vacía de vino de los “Marcos” para
que meara dentro de ella y luego, cuando parara el agua, él la vaciara en su
sitio. Sebastián aligeró su carga,
puso la botella encima de la barra con total naturalidad, siguió la tertulia su
curso y, cuando paró de llover, Sebastián
se marchó a su domicilio y tú, después de cerrar el negocio, te fuiste a la
cama.
Al
amanecer, tu padre abrió las puertas del bar y el primer cliente que entró fue Ramocillo “Chavaleras” y después de darse los buenos días tu padre le
preguntó:
-
¿Qué vas a tomar?
–
Pues lo de siempre, un legui de vino blanco.
Manolo le puso el
vaso, cogió la botella y lo llenó. Cuando volvió con el aperitivo observó que
Ramoncillo hacía unos guiños muy raros y le preguntó:
-
¿Qué te pasa?
-
¡¡¡Meaos!!! – le contestó mientras
se limpiaba la boca con el dorso de la mano.
-
¡¡¡Estás chalado!!!
Entonces
Manolo cogió el vaso y probó el
contenido, se quedó muy serio y dijo:
-
¡¡¡Meaos!!!
-
¿Qué te decía yo? – le preguntó Ramoncillo.
-
¡¡¡Me cago en el zagal, ya verás cuando
se levante!!!
Según
nos contaste, cuando te presentaste al día siguiente a trabajar tuviste con tu
padre “carrera de sacos” y te atizó
unos cuantos “fobis”, como decía en
aquellos años la Francisca de “Tiznajo”.
Recuerdo
de manera especial los momentos que vivíamos cuando llegaba la hora de
marcharnos, tú llenabas sin consultar para alargar la noche y entonces aparecía
el “Simplón”, el Quico Mendoza, con su famosa expresión…
¡¡¡Qué palique tienes Juanito!!!
Después
de pronunciarla soltaba Alonso sus
contagiosas carcajadas y el “Simplón”
esbozaba su suave sonrisa mientras cruzaba sus zapatos y daba unas caladas profundas
y seguidas al cigarro.
Podría
seguir con el recuerdo de aquellos buenos momentos que vivimos juntos en el “Viejo Tropezón”, sería interminable el
relato porque de una historia iríamos a otra, pero por encima de todo tengo que
resaltar “lo poco que necesitábamos para
ser felices” y ahí creo que estuvo el secreto de nuestras buenas relaciones.
Unos días antes de que el tren se detuviera
para ti de manera definitiva en la estación que nadie desea apearse, el 26 de
agosto del 2010; Mari y yo habíamos regresado de Nerja; salimos de casa agobiados por el calor, era una noche típica
del verano villargordeño en agosto, y porque en esas fechas, si se mueve algo
de fresco es por la actual calle Juan
Martínez Ramírez “Juanito el
Tropezón”… Una vez acoplados, te acercaste hasta nosotros para saludarnos y
te sentaste unos momentos. Al concluir la conversación nos propusiste aquella
ganga que te habían ofrecido de jamones de “5 jotas” y te encargamos uno.
¡¡¡Cómo
no me voy a acordar de esa noche si ya no volvimos a cruzar más palabras!!!
Unos días después, el 6 de septiembre, iba
caminando por el polígono industrial y allí recibí la inesperada noticia, no
podía creerlo y desearlo menos, confiaba en que no fuera cierta y me encaminé
hacia vuestra casa para preguntar. Al llegar, Rosario y Pepe iban ya para Jaén
y me la confirmaron.
También quiero mostrar hoy aquí a parte de la
gente que te rodeó en otras épocas y circunstancias y que aparecieron por el “Salón de bodas” el último día en que éste
abrió sus puertas para pasar al recuerdo
con la reforma:
Cuando
el “Viejo Tropezón” cerró sus
puertas, además de los anteriores, estuvimos los viejos añorantes del
establecimiento y de ti, y también algunos más.
Nosotros
no podíamos fallarle a la “FAMILIA
TROPEZÓN” ese día histórico y para el recuerdo, al menos ese fue nuestro
sentimiento.
Quienes también pasaron a la historia ese día
para no repetirse más en él son las escenas que protagonizaste y que merecen
ser enmarcadas para siempre, ésta es una de ellas:
Después de unos meses de cierre obligado los
albañiles acabaron la primera fase y así ha quedado después de que le lavaran
la cara al viejo… ¡¡¡Está fenomenal!!!
Ahora vamos a recordar la historia de tu
calle y de la casa-establecimiento mediante
un viaje rápido, desde el pasado al presente, con las fotos que tengo. Así estaba el
entorno cuando comprasteis la casa.
Después
vino la primera reforma.
¿Qué
tal ahora con la que aún no ha concluido?
Quiero
informarte que tu hermano Manolo sigue en su cárcel, la cocina, hablamos poco
porque siempre está en el pozo, así es como yo le llamo a la actual por estar
en el sótano. Cuando nos vemos suele ser en el Paseo, los días que él se da una
vuelta y que coincide. No solemos hacerlo en el bar. Me ha invitado en más de
una ocasión a que lo visite y creo que voy a hacerlo de manera programada ya, se
lo merece. Creo que quiere desahogar sus cansancios profesionales y sus
cosillas personales en mi hombro.
Un
amigo común me ha comunicado que Manolo se acuerda mucho de ti. Está viejote porque
todos lo estamos pero tu marcha le ha tocado fuerte y creo que le costará
recuperar la normalidad.
A
veces, las pérdidas son más pérdidas porque llegan en el momento más
inoportuno, la tuya es un ejemplo.
Ahora,
como reza en el cartel que colgaron los políticos en tu calle, ante la
adversidad doble que les ha presentado la vida a los “Topezones”, lo que tienen
que hacer es fijarse en el lema de la farola: [Luchar y, además, tener “Algo más que ideas”.].
Espero
que el rótulo de tu calle nunca sea sustituido y lo digo porque, como de vez en cuando aparece
un iluminado y lo cambia todo, pues no me extrañaría que alguno dijera
que otro tenía más méritos que tú. Si llega esa circunstancia, la que no deseo,
deberá de no olvidar que ya será el segundo porque tú fuiste el PRIMERO... ¡¡¡He dicho!!!
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