Colaboración de José Martínez Ramírez
Durante
las noches de este largo verano
miro
las estrellas suspendidas en la nada.
Rodeadas
de astros y un misterio anciano,
mi
voz en ese abismo queda anulada.
Náufragos
los libros en las garras del milano.
Sé,
que la inmensidad de esta noche consagrada,
torna
los siglos en minutos de un poblado.
Mientras,
la muerte se abre paso cautivada,
y
castiga firme al tirano rostro humano.
Allí
las cosas no se expresan en bandada,
ni
ruido alguno, ni hay motivos de villano.
Ni
razones de nobleza, ni anillos en la mano.
Yo
espero de la Luna una furtiva lágrima,
para
siempre guardarla en mi pecho arcano.
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