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domingo, 27 de septiembre de 2015

LOS HOMBRES ENSEÑABAN, Y ENSEÑAN, SU CAMINO. JESÚS ES CAMINO, VERDAD Y VIDA.

Colaboración de Paco Pérez

Quienes ostentan el mando en la sociedad, religiosa o civil,  siempre suelen hablar con propiedad de las cosas que no son tangibles y lo hacen dando normas o explicaciones a quienes son el pueblo sencillo de los hijos de Dios. Con esta táctica atemorizaban a la sociedad cuando acusaban al demonio de causar ciertas enfermedades, sobre todo, si las personas estaban afectadas por trastornos psíquicos o mentales. A quienes les ocurría les llamaban “endemoniados” y decían de ellos que estaban poseídos por él.

Como en el pasado todo estaba clasificado en “puro” o “impuro” pues un “endemoniado” era considerado como “impuro” porque estaba poseído por quien era “impuro”, el demonio. Una vez etiquetados así el siguiente paso era rechazar a la persona porque lo “impurocontagiaba a los demás.
Con este pensamiento los hombres religiosos del pueblo de Israel hablaban también de “bueno-malo”, “positivo-negativo”… Con esta mentalidad establecieron 613 preceptos religiosos, clasificados en 365 prohibiciones (tantas como días tiene el año) y 248 obligaciones (una por cada hueso del cuerpo humano).
Basados en estos fundamentos establecieron la “impureza” para la menstruación, los cadáveres, la lepra, la locura, el buitre, el cerdo… ¿Tiene sentido establecer este planteamiento humano como principio religioso?
Con el paso de los años el pueblo evolucionó desde una religión amparada en la magia o el miedo hasta una religión de personas responsables. Ocurrió cuando Jesús destrozó estas costumbres con sus palabras y sus actitudes. Él nos enseñó la buena noticia de que la “pureza verdadera” está únicamente en el corazón del hombre y en la actitud de justicia que tengamos con las necesidades del prójimo.
El pueblo, con la práctica religiosa del miedo, estaba oprimido y Jesús, que no lo estaba, lo que hacía era enseñarles, con su ejemplo, a ser LIBRES. Esta tarea no era fácil porque el hombre alcanza la verdadera libertad si logra abandonar la situación negativa en que vive encorsetado por una religión rutinaria o por el poder político del momento. Lograremos la “liberación” si comprendemos el origen de nuestro mal, si estamos convencidos de que debemos abandonar ese estado en que nos han metido otros y si actuamos guiados por los dictámenes de nuestra conciencia.
Jesús trabajó para “liberar” al pueblo de esas ideologías peligrosas. Este deseo de Él no lo entendieron entonces porque iba dirigido a la persona de todos los tiempos y por eso era mucho más profundo que el deseo que tenían sus coetáneos de verse libres de la sumisión que les imponía el poder romano con la ayuda de la autoridad religiosa. Él buscaba un camino que sirviera siempre a los hombres para defenderse de la opresión, fueran quienes fueran los opresores (entonces Roma y la religión). Nos enseñó el CAMINO cuando no hizo caso a las “prohibiciones” que les imponía la interpretación farisea de la Ley y cuando defendió la libertad de sus discípulos para lavarse o no, con estas acciones afirmó su superioridad sobre la Ley misma.
Frente a la ideología oficial, que era injusta, Jesús les enseñaba a tener un espíritu críti­co, su proceder mostraba al pueblo las carencias del sistema y así, mostrándoles la VERDAD, ocasionó el descré­dito de los maestros consagrados, puso en duda su autoridad y liberó a la gente de su influencia negativa.
Los gobernantes mostraban con sus acciones incorrectas lo que les impedía acercarse a Dios, Jesús desmitificó ese camino y les enseñó que lo que impedía al hombre tener una buena relación con Dios era “tener un mal corazón”. A quienes enseñaban normas falsas les llamaba “ciegos y guías de ciegos” y pedía al pueblo sencillo que no hicieran caso a lo que éstos les decían.
El interior es muy importante y en tiempos de Moisés esa relevancia quedó de manifiesto cuando el Espíritu del Señor se posó sobre los ancianos y éstos, inspirados por Él, profetizaban.
Para que ocurrieran estos hechos, supongo, ellos debieron de haberle mostrado al Señor en repetidas ocasiones que su interior era digno y cómo tenían asimilado el verdadero camino de la VIDA. Josué no debió de haberlo entendido bien y por eso Moisés le enseñó que debía estar contento con lo que hacían los otros y no sentirse celoso de su correcto actuar porque personas así son las que necesita la Palabra para llegar a todos.
Los hombres juzgamos a los otros con suma facilidad pero… ¿Conocemos realmente la limpieza o suciedad de su corazón?
Cuando procedemos así sólo nos fijamos en lo externo y por ello encumbramos a quienes poseen, sin importarnos cómo lo han logrado y cómo lo emplean con los demás.
De quienes están en la indigencia no nos preocupamos de averiguar la causa de su situación o de ayudarles. Si lo hiciéramos, tal vez, encontraríamos la verdadera causa de su desgracia pues entonces comprobaríamos que la ambición genera injusticia en el que posee, éstas lo llevan a la explotación del asalariado y éste, un tiempo después, es cada vez más pobre y el opresor cada vez más rico.







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