Colaboración de Paco Pérez
El
hombre religioso ha escuchado, desde hace muchos años, que llegaría un día en
el que se destruiría el orden que el Padre nos regaló y que padecería por ello.
Cuando ocurra será una situación de aniquilación, muerte de lo anterior y nacimiento
de un orden nuevo.
Entender
este mensaje, por un hombre normal, es complicado porque en su momento no lo
entendieron los apóstoles. La esencia está, desde el comienzo, en el
sufrimiento del hombre y la angustia que le generarán las vivencias previas al
desenlace. También se contempla la esperanza
de la salvación para quienes hayan vivido practicando la justicia con sus semejantes, quienes no
hayan procedido así serán separados.
El
cristiano que ama a Dios siempre practica la justicia y ese sentimiento lo guía
en su andadura terrenal. Cuando lo hace es porque comprendió que ese es el
camino y entonces decide qué debe hacer para no fallarle; para alcanzarlo
modifica su comportamiento equivocado en los campos donde está presente su
actuación y los frutos de su cambio, si los logra, se los presentará al Padre
como ofrenda y con humildad.
Debemos
estar preparados para cuando llegue el día en el que se agoten los plazos concedidos,
en ese tiempo el Hijo del hombre
vendrá de nuevo y lo hará con la gloria de su condición para pedirnos cuentas.
Antes
de ese momento habrá señales inequívocas
pero sólo el
Padre sabe cuándo
será el momento.
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