Colaboración de Paco Pérez
Capítulo II
Cuando,
por las situaciones descritas, las personas se veían desbordadas, al no lograr
dominar los acontecimientos, los familiares comentaban lo que ocurría con los
vecinos y, de manera casual, éstos les informaban de que había personas que
podían hablar con el “muerto”, estas
personas eran conocidas como espiritistas.
Se decía de ellas que estaban dotadas de unas facultades fuera de lo normal, que
por ellas actuaban de mediadoras entre las personas afectadas y los espíritus y
que podían preguntarle qué deseaba.
Al final de las sesiones el médium les comunicaba lo que debían
hacer. Las soluciones que les daban eran muy comunes: Ponerse hábitos de las imágenes, estar recluidos en la ermita un número determinado de días, encender velas, ofrecer misas…
Después
de cumplirlas el miedo desaparecía, las personas se liberaban y la normalidad
retornaba a la familia.
Hubo
relatos que se escapan de lo razonable. Por ejemplo:
1.-
En una familia ocurrió un hecho insólito cuando una niña soñó con su abuelo y
éste le dio un mensaje:
-
Dile a la abuela que cumpla la promesa que nos echamos, llevarle aceite al “Señor de la Salud”.
Se
lo comunicó a su madre y ésta fue, de inmediato, a la casa paterna para
informar a la suya. Cuando ésta recibió la noticia se echó las manos a la
cabeza y exclamó:
-
¡Es verdad, pues no nos acordamos de
cumplirla!
Entonces
le preguntó su hija:
-
¿Cuándo os la echasteis y por qué?
-
Nos echamos la promesa recién casados pillé el tifus, estuve muy grave y por
ese motivo nos comprometimos a llevar tres litros de aceite a la ermita para la
lámpara del Cristo. Después fuimos dejando su cumplimiento y se nos olvidó hacerlo.
Después
de aquello la abuela reunió a sus hijos para juntar el aceite pues las penurias
económicas del momento no le permitían llevarlo. Reunido el aceite, la abuela
fue subiéndolo a diario para alimentar la lámpara y así cumplió el compromiso.
Cuando
se saldó la promesa, la niña volvió a soñar con su abuelo. Ella estaba en el
portal de la casa; él se asomó a la puerta y, con una inclinación de cabeza, le
dio las gracias; desapareció y ya no volvió a repetirse el sueño.
La
niña que protagonizó la escena nunca había escuchado a su familia hablar del
tema porque la promesa fue hecha varias décadas antes y sus protagonistas ya la
habían olvidado, de ahí su incumplimiento.
2.-
DOS narraciones eran de parecidas
características, en ambos hubo elementos casi repetidos y la diferenciación
estuvo en los protagonistas, el nudo y el desenlace:
a)
Se comentaba en aquellos tiempos que, muchos años antes y en sueños, una señora
conversó con una vecina que había “muerto”
unos meses antes. En la conversación la difunta le formuló una petición:
-
Juana, necesito que digas a mi hija Antonia que vaya al Santuario de la “Virgen de
la Cabeza” y que allí ofrezca una misa por el descanso de mi alma.
Juana,
a su difunta vecina, le dijo:
-
¿Por qué no se lo dices tú?
-
Porque está embarazada de siete meses y no quiero que por hacerlo pueda perder
a su hijo –le respondió.
Al
día siguiente Juana visitó a la hija y le comentó lo que había soñado. Cuando
Antonia escuchó el relato le dijo:
-
Juana, te creo lo que me dices porque nadie más que mi difunta madre sabía lo
de mi embarazo, se lo había comentado cuando sólo estaba de una falta y, por
desgracia, ella murió un poco tiempo después.
Un
tiempo después la promesa quedó saldada.
b)
También escuché en aquellas reuniones de la “mesa camilla” que otra señora soñó con una vecina “muerta”. Durante el sueño le hizo esta petición:
-
Rosario, dile a mi hija Rafaela que suba al Santuario de la “Virgen de
la Cabeza” y que allí ofrezca una misa por el descanso de mi alma porque me
eché esa promesa y no la pude cumplir.
Rosario,
al día siguiente, visitó a la hija de su vecina y le comunicó lo que su madre
le había encargado. La hija no recibió el mensaje de manera correcta y se puso
violenta con la vecina, hasta el punto de ofenderla con estas palabras:
-
Yo no sabía nada de esa promesa, ella no
me comentó nada.
La
vecina se marchó a su domicilio, quedó tranquila porque ella había cumplido el
encargo y ahora la hija vería lo que debía de hacer con la promesa. Pasó un
tiempo y el sueño se volvió a repetir. Rosario volvió a visitar a la hija y le
comunicó que su madre había vuelto de nuevo a ella con la misma petición.
La
hija, de manera sorprendente, volvió a no toma en serio lo que le comunicaba y esta
vez se comportó aún peor:
-
Rosario, sigo pensando igual que la otra
vez, es decir, esa historia es mentira y lo que realmente ocurre es que tú
quieres ir al Cerro –le respondió.
-
Rafaela, escucha bien lo que te voy a decir… ¡¡¡Si quieres ir a cumplir la promesa vas y, si no, que te deeen pooor cuuulo!!!
Cuando
Rafaela terminó de decir su frase ocurrió un suceso inesperado para las dos:
-
¡¡¡Una plancha salió volando y estuvo a
punto de golpear a Rafaela!!!
Las
dos se quedaron muy asustadas durante un rato pero mucho más grande fue el de
Rafaela. Cuando lograron recuperarse ésta ya reaccionó de otra manera pues de
inmediato, antes de que se marchara Rosario, le comunicó:
-
Perdona lo que te he hecho con mi comportamiento anterior pero he decidido que
sí voy a cumplir lo que te ha pedido mi madre y, además, quiero que me
acompañes.
Rosario,
que era muy buena mujer, aceptó las disculpas y se comprometió a ir al
Santuario con ella.
Estaban
en la misa cumpliendo la promesa las dos y Rosario veía a la muerta detrás del
cura, se movía siempre que él lo hacía, pero la hija no la veía.
Rosario
le pidió a la Virgen de la Cabeza, con mucha fe, que permitiera a Rafaela ver a
su madre para que así comprendiera que ella no la había engañado. Acabó la misa
y Rafaela no logró ver a su madre pero sí sucedió algo inesperado… ¡¡¡Pasó junto a ella y le puso la mano encima
del hombro!!!
Al
ponérsela, Rafaela lo notó e inmediatamente después sintió que un frío glacial
invadía su cuerpo desde la cabeza a los pies y, en ese momento, comprendió que
había sido su madre la que había usado esa forma de darle las gracias.
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