Colaboración de Paco Pérez
El
día 30 de noviembre, desayunando en Nerja, hablaba con Mari de temas variados
y, sin poder decir cómo, nos acordamos de que era San Andrés, el santo de
nuestra nieta Andrea. Mi esposa, muy familiarizada con las frases de sus
mayores, recordó una que la abuela María
Juliana pronunciaba siempre en este día:
-
Dichoso mes que empieza con “Los Santos”
y acaba con “San Andrés”.
Antiguamente
era muy corriente pronunciarlas, no sólo en la fecha adecuada sino cuando la
ocasión lo propiciaba. Así de fácil pasaban de generación en generación y por
tradición oral porque, como no había TV, de algo tenían que hablar cuando se
sentaban en la puerta de la calle en el verano para tomar el fresco o junto a
la lumbre de la cocina para mitigar el frío. Aún se escuchan en el pueblo algunas como ésta porque todavía viven
personas que convivieron con esa cultura y ahora lo hacen con la actual, dos
formatos diametralmente opuestos. Por esta razón no se han perdido todavía pero
no tardarán mucho en hacerlo porque… ¿Quién
las recordará en nuestra familia cuando Mari desaparezca?
Creo
que, siendo sumamente objetivo, nadie. Lo afirmo así porque a nuestros peques
estas cosas no les dicen nada y sólo se las podríamos comunicar, si acaso, alguna
vez y de manera ocasional pero no frecuentemente como ocurría antes, pues de
hacerlo nos dirían de inmediato:
-
¡¡¡Abueeelooo, ya estás otra vez con
esas tonterías!!!
Hablábamos
de estas cosas, viajando de una a otras, porque el recuerdo se activó cuando
escuchó la fecha mágica, 30 de noviembre,
y por ella viajé retrospectivamente hasta el día de San Andrés del año 1971, cuando lo hice recordé algunos
hechos militares que viví y que estaban relacionados
con esa fecha, después le dije a mi esposa:
-
La coincidencia ha querido que cuarenta
y cuatro años después se repitan en este día unas acciones que guardan una gran
similitud.
Mari
quedó muy sorprendida con esas palabras pues no sabía por dónde le iba a salir
con mis recuerdos esta vez y me dijo:
-
¡¡¡Pues sí que has viajado lejos en esta
ocasión!!!
Continué
desvelándole las imágenes que brotaban de mi interior con fuerza y
atropelladamente, como sale el agua de un manantial cuando la bolsa es pinchada
por la máquina de perforación.
Un
8 de octubre de 1971 me marché destinado al Campamento “Álvarez de Sotomayor”, Viator (Almería) y lo hice por traslado desde Jaén, al haber ascendido a “cabo primero”. Este desplazamiento
ocurrió porque durante mi etapa de soldado en el Acuartelamiento de Caballería “Alcántara
X” fuimos propuestos por el teniente, dos “cabos rojos”, para ascender. Ambos no lo deseábamos y se lo
comunicamos, él no atendió nuestros argumentos y nos obligó a ir a Granada para
examinarnos. El día fijado viajamos, nos examinamos y esperamos hasta que nos
comunicaron los resultados. Cuando un capitán vino hasta nosotros para
informarnos de los resultados recibimos una gran sorpresa, habíamos aprobado
pero no podíamos retornar a Jaén porque no había plazas y por ello habíamos
sido destinados al Campamento “Álvarez
de Sotomayor”, Viator (Almería),
ese hecho insólito sólo afectó al compañero y a mí.
Un
8 de octubre de 2015, ya habían
transcurrido cuarenta y cuatro años del anterior, también viaje pero ahora las circunstancias que me
llevaron hasta Nerja (Málaga) fueron de tipo familiar.
En
ambas me ausenté temporalmente del
pueblo, aunque con una diferencia sustancial, en 1971 lo hice obligado y
en 2015 por propia voluntad e ilusionado
porque la familia deseábamos experimentar qué tal se estaba allí en el otoño
pues este año ya no teníamos obligaciones que atender y que nos impidieran
irnos.
Como
toda acción de ausentarse de un lugar
lleva aparejada otra de regreso pues
en este caso también ocurrió.
Donde
más coincidencia hay es en el regreso,
el día 30 de noviembre, ocurrió en 1971 y
en 2015. En esos días volví al pueblo por la tarde, de manera voluntaria y todo estuvo programado
con antelación. Mari ya no se acordaba
de este hecho y entonces tuve que ponerla al día.
Llevaba
poco tiempo en el Campamento, ya
estaba totalmente acoplado en la Cía. con mis nuevas funciones de cabo 1º, en este destino mi trato con
los compañeros y oficiales era excelente porque cumplía escrupulosamente en el
trabajo. Por esas buenas relaciones decidí aprovechar la circunstancia
favorable para poner en marcha, con tiempo suficiente, el protocolo oficial
reglamentario que había para solicitar que se me concediera, en diciembre, el
mes de permiso reglamentario que todavía no había disfrutado en Jaén.
Lo
hice dirigiéndome al capitán de la XVII
Compañía del V Batallón, D. José Mª Gómez Ibarrondo; un profesional total
porque era recto y muy justo, por ello era muy querido por todos.
Gestionó
mi solicitud y, transcurridos unos días, me confirmaron la concesión del
permiso por escrito. Llegado el momento, como me llevaba muy bien con el
teniente, éste me autorizó de palabra que regresara a casa la tarde del 30 de noviembre, algo inusual, pues el
permiso oficial comenzaba el día 1 de diciembre.
La
noche de antes preparé el “petate” y salí de la Cía. zumbando al mediodía, al
concluir los trabajos, para llegar a tiempo a la estación férrea de Huercal-Viator, que estaba del
Campamento a unos 4 Kms., y no esperar hasta el día siguiente.
Esta
decisión me impidió poder utilizar el billete que nos daba el Ejército para
viajar a casa y por eso tuve que pagármelo… ¡¡¡Lo hice encantado!!!
Ahora, en el 2015, el regreso estaba previsto para
el día 10 de diciembre y, como en Nerja
ya había bajado algo el termómetro, pues decidimos adelantar el viaje de vuelta
porque ya no eran las temperaturas tan agradables, sobre todo al atardecer.
También regresamos contentos en esta ocasión, esta vez fue en coche, porque
abrazaríamos a la familia después de una larga temporada. Esta parte se cumplió
nada más llegar porque al primero que vimos y abrazamos fue a nuestro hijo Luís
Ángel y a sus hijos.
Cuando
abrimos la puerta de la casa y pasamos a su interior, nos entraron ganas de
regresar otra vez debido a que había un diferencial de temperatura abismal, 20º
en el salón de la vivienda de Nerja y aquí 8º. Para mitigar el problema,
rápidamente pusimos en marcha el protocolo de la calefacción pero, sorpresa…
¡¡¡No funcionaba y no os podéis ni
imaginar el pataleo que tuvimos que tener para poder solucionar algo el
problema!!!
Al
día siguiente conecté los ordenadores y ambos me decían que no había conexión a
Internet. No me sorprendió que el de casa respondiera así de perro después de
haberse pasado dos meses de vacaciones pero no comprendía que el portátil se
comportara igual habiéndolo usado allí unas horas antes. Pues también tuve que
pasarme ese día tocando aquí y allá en ambos hasta que pude descubrir algo para
salir del paso y apañarme hasta que pudiera normalizarlos.
Mari,
por otro lado, tampoco paró desde que regresamos pues estuvo solucionando la
habitabilidad de la casa, a pesar de que lo había dejado todo, antes de
marcharnos, arreglado y con las puertas de las habitaciones bien cerradas.
El
tercer día viajamos a Jaén por la tarde y, como la edad nos lleva ya a no tener
ganas de ajetreos para resolver problemas porque sólo queremos disfrutar de tranquilidad
allá donde estemos y tomar un caldo caliente que nos reconforte el cuerpo
entelerido en estas gélidas fechas, le dije a Mari mientras tomábamos un café
con churros en la cafetería “Colón”
de la capital… ¡¡¡Si lo sé no me vengo!!!
Como
es lógico, lo que nos deparó aquel
regreso y lo que hemos vivido en
éste no tienen nada en común. Entonces,
desde el primer día, nos pasamos un mes
de diciembre inolvidable por volver a estar juntos y por las cosas propias
de la Navidad. Ahora ya hemos visto
lo que nos esperaba nada más llegar, solucionar
problemas.
Espero
que todo marche con normalidad, durante el resto del mes, y ya será más que suficiente para nosotros. Lo
más importante de todo es que no tendré que regresar a la mili el día 1 de
enero de 2016 y así, al aproximarse estos días tan entrañables, si tenemos gana
de marcha, podremos recordar las viejas costumbres de los años jóvenes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario