Capítulo III
Colaboración de José Martínez Ramírez
V
Cuando los pámpanos cubiertos de rocío
regalan su brillo al ojo del caminante,
a través del rayo suave del sueño impío.
La liebre veloz y astuta, amante,
juega ajena, en las sombras de su libre albedrío,
bajo los zarcillos rizados en los alambres.
El viticultor mira cómo se acerca el estío
y cómo el vigoroso sarmiento que tiene delante
sujeta con fuerza, como a un hijo, el racimo.
Cierra los ojos y ve en el lagar un diamante,
de cereza y nuez, rosa y jazmín sombrío.
Mientras, el azul celeste baña a sus infantes,
las golondrinas orillan de barro sus picos
y se pierden entre el lejano viento de la tarde.
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