Colaboración
de Paco Pérez
El
lago de Galilea tiene un protagonismo
grande en la vida de Jesús porque en él y su entorno ocurrieron hechos
relevantes durante su vida pública. También se le conoce como lago de Tiberíades
o de Genesaret, estos nombres fueron tomados de dos de las varias ciudades que
en aquellos tiempos se encontraban junto a él. Una de las más importantes fue
Cafarnaúm. Esta ciudad tenía un puesto de aduanas, porque era zona fronteriza;
estaba junto a la gran calzada romana que unía Galilea con Siria y tenía una
guarnición romana. En ella vivió Jesús al dejar Nazaret y se protagonizaron
muchas escenas bíblicas de su predicación. Sus habitantes vivían en casas de
construcción humilde, adaptadas a las condiciones climatológicas del lugar y se
dedicaban a la pesca y a la agricultura. Por el trazado de las casas se puede
intuir la extrema pobreza en que vivían los amigos de Jesús.
Cuatro
siglos después de Jesús, Cafarnaúm quedó destruida y a finales del siglo pasado
se encontraron sus ruinas.
¿Por qué hago este relato breve?
Porque
entre sus ruinas apareció un recuerdo muy importante, la cimentación de la casa de Pedro. Las
inscripciones encontradas en ella demuestran que los primeros cristianos se
reunían allí ya, desde el S.I, para celebrar la Eucaristía.
La
acción didáctica y profética que Jesús inició comenzó su andadura en el barrio
de pescadores de Cafarnaúm, un lugar popular, pobre y trabajador.
Debemos
recordar que los profetas, anteriores y posteriores a Él, tenían una misión que
cumplir y lo hacían por encargo expreso de Dios porque cómo adquirían esa condición no
está al alcance de todos, eran escogidos por Él… ¿Lo hacía al zurro o sería porque éstos tenían unas condiciones
especiales que Él sí conocía?
Ellos
proclamaban sin miedo el mensaje de Dios y advertían a los hombres sobre lo
ciegos que estaban cuando actuaban en la vida, aunque no fueran invidentes. Los
hombres de entonces lo estaban y los de ahora también porque nunca logramos ver
cómo se nos manifiesta Dios a diario en todos los hechos y circunstancias de la
creación. Reconocerlo es una tarea que no es fácil porque no sólo no palpamos su
presencia en nuestro entorno sino que actuamos tan mal que lo único que
conseguimos es que su presencia resulte más invisible e incomprensible.
En
Isaías y Pablo encuentro de común que ambos se sintieron indignos de desempeñar la labor que les
encomendó pero también veo claro, ayudado por estos dos ejemplos, que Dios nos
conoce a la perfección y que sabe valorar en nosotros lo bueno que tenemos. De
los dos, me voy a detener en la figura de Pablo porque quiero ver en ella (es
mi opinión) cómo valora Dios la fuerza con que perseguía a los seguidores de
Jesús, por orden del judaísmo, para que viera la VERDAD y se convirtiera
entonces, con la misma fuerza, en su defensor. El ejemplo de Pablo nos debe
servir para que nos demos cuenta de la importancia que tiene para el hombre el
dejarse guiar por principios de vida que dicen ser únicos y después, un tiempo
más tarde, se comprueba que es una filosofía equivocada que causa dolor a las
personas, Pablo actuó equivocadamente al principio por ser un fiel creyente del
judaísmo. Rectificar es de sabios, él lo fue y cambió; sigamos su ejemplo.
Jesús,
cuando predica a las gentes desde la barca, ya era conocido y respetado, por
eso les ordenó adentrarse en el lago y echar las redes, ellos le obedecieron a
pesar de no haber pescado nada durante la noche. La recogida de la pesca
abundante sólo fue presenciada por los pescadores, por esa acción le reconocen
su grandeza y se declaran pecadores e indignos de estar a su lado.
Para
Dios no hay nada imposible y por eso escoge a unos humildes pescadores para que
le ayuden en su labor divulgadora de la PALABRA para captar a los hijos de Dios
para la Iglesia y la pesca abundante fue símbolo del fruto que habrá que
recoger después de la predicación del Reino de Dios.
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