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sábado, 13 de febrero de 2016

LLEVANDO AL SOLDADO “EL GLORIO” A BAEZA

Colaboración de Paco Pérez
En el pasado, durante algún tiempo, los soldados de Villargordo se incorporaban a filas en Baeza y los familiares los llevaban  allí el día de la marcha, viajando en los medios de transporte que entonces había: Andando, en bestias o en carros.
Antonio Jiménez Anievas trabajó en Villargordo como “guarda rural” y era conocido como “El Glorio”, apodo que heredó de su padre Sebastián Jiménez, conocido popularmente como “El Glorio viejo”.

Antonio era hijo único y el día que se tuvo que ir a la mili lo acompañó su padre y éste no podía aguantarse la pena que sentía por su marcha. Como el trayecto era largo, durante el camino se fueron juntando con otros soldados y sus familiares pero, aunque todos iban también apenados, ninguno manifestaba su dolor con tanta vehemencia y desgarro como lo hacía Sebastián.
En la comitiva de apenados nadie hablaba ni manifestaba su dolor pero Sebastián no paraba de dar la nota y cuando vio que las casas de Baeza estaban ya cercanas se soliviantó aún más y comenzó de nuevo a decir sus barbaridades más cargadas de bombo:  
- ¡¡¡Que tengamos un hijo sólo y que nos dejen desamparados y sin él!!! ¡¡¡Esto es una injusticia!!!
No se había pasado mucho rato y volvió a la carga con más fuerza y se cagó en todos los santos y en lo más sagrado de nuestra religión. Él no pensó en otra cosa que no fuera protestar por su dolor y nunca se imaginó que lo que decía pudiera ofender a sus acompañantes.
En aquel grupo de personas iba también un cura, éste respetó durante el recorrido sus expresiones pero, como todo tiene su límite, llegó un momento en el que éste ya no pudo aguantarse más pues lo tenía hasta la mismísima “coronilla” de escuchar sus barbaridades y por eso, como cerca de Baeza empezó de nuevo a decirlas con aumento de insensatez y volumen, el cura se fue hacia él y lo recriminó:
- ¿Por qué ofende usted tanto a Dios y a los santos?
- ¡¡¡Yooo, yo no he ofendido a nadie!!! –le contestó Sebastián.
- ¿Cóóómo que no?
- ¡¡¡Como que nooo!!! –afirmó Sebastián.
- ¿Qué le han hecho a usted ellos para que les diga esas palabrotas?
- ¡¡¡Qué sabe usted lo que es decir esas cosas!!! ¿Cagarse en Dios y en los santos es decir palabrotas?
- Es decir… ¿Que las ha dicho más fuertes en otras ocasiones? –le preguntó el cura.
Entonces, Sebastián aumentó su nivel de cabreo y le puso en ejemplo práctico para que lo entendiera mejor:
- Imagínese usted que estuviera en el “Hueco” con la yunta de mulos una mañana de invierno, que hiciera mucho frío porque el escarchazo caído hubiera sido de un palmo, que las manos  estuvieran congeladas, que empezaras  a “vilortar” el arado y que te dieras un martillazo en la mano… ¿Me puedes decir qué dirías entonces?
– Pues nada, me curaría y seguiría trabajando –le respondió el cura.
- ¿Ya estááá?
- Pues claro… ¿Qué más iba a hacer?
Ante esta respuesta Sebastián se indignó y le contestó así, dando el tema por acabado:

Pues yo me cagaría en lo más grande y, con el peso, se caería la sacristía entera y pillaría debajo al cura y al sacristán. 

1 comentario:

  1. Otra anécdota de Sebastián Jiménez (El Glorio viejo) y Juan Manuel Lerma (El herrero viejo) que en paz descansen, es que se ponían a beber una que otra botella de aquél vino que se adquiría a grande. Se sentaban en la puerta de entrada a la casa y cuando ya iban cogiendo tono, se le iban ocurriendo esas expresiones típicas con las que nos mondábamos de risa como eran: ¡tienes menos pelo que un litro de vino!.
    Me parece estar viéndoles. Yo tendría 10 años de edad.
    ¡SALUDOS!

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