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martes, 29 de marzo de 2016

DE HIPOCRESÍA Y VESTIDORES DE SANTOS


Colaboración de José Martínez Ramírez
He asistido, como espectador-observador, a varias procesiones en el pueblo donde habito y, en algún otro. 

Siempre que lo hice pude comprobar cómo el ser humano tiene la capacidad camaleónica de disfrazar los rostros de las imágenes para que nos transmitan mensajes de tristeza, añoranza, admiración etc. Me ocurrió mientras las miraba al pasar por las calles de esos pueblos.
Por esas vivencias, en estos días, he recordado como Juan Valera retrataba, con su maestría y dominio habitual del idioma, la Semana Santa de su pueblo natal. En JuanitaLa Larga”, mezcló el halo bucólico de su juventud y la avanzada edad de D. Paco, ambos chocaban con la hipocresía que campaba por sus calles. De la misma forma que los personajes desfilan por las páginas de sus novelas, alrededor de los palios y de las convicciones religiosas ocurre igual, ahí se puede comprobar cómo los jóvenes creyentes actuales dan el relevo a los antiguos y así todos contribuyen a que cada año la cosa vaya manteniéndose o a más.
Clarín”, en la vetusta ciudad donde desarrolla La Regenta, consigue imprimirle un aura de religiosidad y de pecado en perfecta comunión con la existencia humana. La presión de los habitantes de la ciudad determina el enfoque naturalista de la novela y entonces quedan al descubierto: La corrupción de la Iglesia; la política de la época, exacta a la actual, y la hipocresía de las damiselas. Esa presión ambiental se masca de manera palpable y actúa sobre la protagonista hasta que, finalmente, es vencida y cede, es la crónica de un coito anunciado, etc.
Desde las esquinas en las que me he apoyado para observarlas no he podido dejar de ver a los personajes participantes y con su visión me ha sido imposible el poder dejarlos a un lado, por mis creencias religiosas, los enfoqué con mi mermada vista y entonces pude comprobar cómo la hipocresía campaba a sus anchas con la ayuda de ciertos feligreses.
Todos tenemos algo de hipócritas, más que nada para sobrevivir pero, cuando observo estas escenas, entonces me pregunto… ¿Cómo es posible que haya seres humanos vestidos con el traje de la hipocresía ilimitada; mostrando el semblante grave, próximo a la crucifixión, caminando delante de un santo y que el rostro no se les caiga al suelo?

¡QUÉ BARBARIDAD!

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