Colaboración de José Martínez Ramírez
He asistido, como espectador-observador, a varias
procesiones en el pueblo donde habito y, en algún otro.
Siempre que lo hice
pude comprobar cómo el ser humano tiene la capacidad camaleónica de disfrazar
los rostros de las imágenes para que nos transmitan mensajes de tristeza,
añoranza, admiración etc. Me ocurrió mientras las miraba al pasar por las
calles de esos pueblos.
Por esas vivencias, en estos días, he recordado
como Juan Valera retrataba, con su
maestría y dominio habitual del idioma, la Semana
Santa de su pueblo natal. En Juanita
“La Larga”, mezcló el halo bucólico
de su juventud y la avanzada edad de D.
Paco, ambos chocaban con la hipocresía que campaba por sus calles. De la
misma forma que los personajes desfilan por las páginas de sus novelas,
alrededor de los palios y de las convicciones religiosas ocurre igual, ahí se
puede comprobar cómo los jóvenes creyentes actuales dan el relevo a los
antiguos y así todos contribuyen a que cada año la cosa vaya manteniéndose o a
más.
“Clarín”,
en la vetusta ciudad donde desarrolla La
Regenta, consigue imprimirle un aura de religiosidad y de pecado en
perfecta comunión con la existencia humana. La presión de los habitantes de la
ciudad determina el enfoque naturalista de la novela y entonces quedan al
descubierto: La corrupción de la Iglesia; la política de la época, exacta a la
actual, y la hipocresía de las damiselas. Esa presión ambiental se masca de
manera palpable y actúa sobre la protagonista hasta que, finalmente, es vencida
y cede, es la crónica de un coito anunciado, etc.
Desde las esquinas en las que me he apoyado para
observarlas no he podido dejar de ver a los personajes participantes y con su
visión me ha sido imposible el poder dejarlos a un lado, por mis creencias
religiosas, los enfoqué con mi mermada vista y entonces pude comprobar cómo la
hipocresía campaba a sus anchas con la ayuda de ciertos feligreses.
Todos tenemos algo de hipócritas, más que nada
para sobrevivir pero, cuando observo estas escenas, entonces me pregunto… ¿Cómo
es posible que haya seres humanos vestidos con el traje de la hipocresía
ilimitada; mostrando el semblante grave, próximo a la crucifixión, caminando
delante de un santo y que el rostro no se les caiga al suelo?
¡QUÉ
BARBARIDAD!
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