Por D. Juan
Antonio Martos Moreno
Capítulo II
¿PUEDE FUNCIONAR UNA SOCIEDAD SIN VALORES?
Una
sociedad sin valores ni ayuda ni educa, está llamada al fracaso y es una
sociedad condenada. Por esta razón debemos cultivarlos, convencidos de esta
realidad y ayudados por el espíritu de Jesús.
Tiempo de Cuaresma, tiempo de REFLEXIÓN
La
Cuaresma es el gran tiempo de
preparación a la Pascua. La Iglesia nos invita a aprovechar este “tiempo favorable” y a prepararnos para
la celebración del Misterio Pascual de Jesucristo. Por eso, la Cuaresma puede
corresponder a un “retiro espiritual”
vivido por toda la Iglesia, porque es un
itinerario penitencial, bautismal y pascual. El tiempo de cuaresma nos
invita a caminar en estos días por la Jerusalén villargordeña y es una ocasión
única para hacernos una profunda revisión
de nuestra propia conciencia, en
definitiva de nuestra propia vida, por lo que todos los años al llegar el “Miércoles de ceniza” los cristianos nos
acercamos al altar para recibirla mientras se pronuncian las palabras: [Polvo eres y en polvo te convertirás.].
Éstas nos recuerdan lo efímero de la vida terrenal. La imposición de la ceniza
nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida
definitiva se encuentra en el Cielo.
La
Cuaresma, cuya duración es de 40 días, es un tiempo litúrgico que va desde el “Miércoles de ceniza” hasta el “Domingo de Ramos”, día en el que
comienza la Semana Santa. Su duración está basada en la simbología que el
número 40 tiene en la Sagrada Biblia: [Los
40 días del diluvio, los 40 años de marcha que el pueblo judío tuvo por el
desierto, los 40 días de Moisés y de Elías en la montaña y los 40 días que paso
Jesús por el desierto.]
También
es tiempo de arrepentimiento de nuestros pecados, de reflexión, de penitencia,
de conversión, de perdón y de preparación al misterio Pascual.
El
Papa Pío XII, en 1.946, dijo: [Lo que caracteriza a nuestra época no es
que se peque sino que se está perdiendo la conciencia del pecado.].
Imaginémonos
lo que habría dicho el PAPA si hubiese conocido nuestra época.
Siempre
se ha pecado pero en la Iglesia se buscaba el perdón.
Hoy,
cada uno tenemos nuestra propia conciencia y, desde ella, pretendemos determinar por nosotros mismos
qué está bien y qué está mal, de manera unilateral y al margen de Dios.
Así,
el hombre va perdiendo su propia conciencia y dicta él mismo lo que está bien o
lo que está mal, sin darse cuenta de que el pecado ocasiona la esclavitud de nuestras almas y que nos genera
tristeza y cansancio. Es una ofensa a Dios y con él destruimos a la sociedad
mediante el orgullo, la envidia, la avaricia, la soberbia...
Por tanto tenemos que buscar el perdón de nuestros pecados.
Los
seres humanos que por naturaleza somos débiles y frágiles, nos aferramos a lo
material y con su posesión nos creemos fuertes. Actuando así estamos muy
equivocados porque sólo nos damos cuenta de nuestra fragilidad en la pérdida de
un ser querido o en una grave enfermedad. Nos ocurre esto porque siempre
pensamos que estamos ajenos a todo esto, hasta que nos llega el gran momento de
conocer una gran verdad: [Somos polvo y
en polvo nos convertiremos.].
Estas
palabras tan ciertas no nos deben causar tristeza, si tenemos fe, porque polvo es nuestro cuerpo y éste se
corrompe pero nuestra alma no muere porque es vida y después pasa a otra mejor
junto al Padre.
Tenemos
que aprender a perdonar, lo haremos igual que el Padre, sin preguntar, Él nos perdona
porque nos ama y su amor es infinito, el “hijo
pródigo” es el ejemplo adecuado. Este perdón tiene que ser recíproco porque a la vez que
perdonamos debemos sentirnos perdonados
y reflexivo porque tenemos que
perdonarnos nosotros mismos.
Aquel que esté libre de pecado que arroje la
primera piedra
En
esta Semana Santa que coincide con el “Año
de la MISERICORDIA”, que es un año de perdón
y reconciliación, la esencia del “jubileo” es “pedir perdón a
Dios y perdonar a los demás”. Debemos todos: cristianos, judíos, ortodoxos,
musulmanes… Considerar la MISERICORDIA como el primer atributo del DIOS ÚNICO.
La
Cuaresma es tiempo de reflexión: vivimos tiempos difíciles y estamos atravesando grandes crisis tanto
“económica” como “ambiental”, sin embargo
nos olvidamos de otra que es la mayor de las crisis que estamos atravesando y
que es, desde mi modesto punto de vista, es la principal de todas… ¡La crisis de valores en los planos humanos,
espiritual y en la familia!
Hoy,
uno de los mayores problemas de nuestra sociedad está en que carece o no quiere
respetar los valores morales y, como consecuencia de ello, es imprescindible imponernos
como un deber el volver a reeducar a la sociedad. Los medios de comunicación no
son democráticos en cuanto a su funcionamiento y se han convertido en grandes competidores de la familia y la
escuela… ¡Ellos quieren educar a nuestros hijos!
Decía
San Juan Pablo II: [La familia es la base de la sociedad y el
lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guiarán
durante toda su vida para una correcta convivencia social.].
Hoy
la juventud está creciendo sin valores y, por ello, no saben lo que está bien o
está mal; sólo piensan en divertirse; no creen en el “más allá” y, como para ellos no existe, el ser felices es su
religión, por eso se permiten hacer lo que sea, como sea y cuando sea. Con esta
forma de pensar imperante se están
educando nuestros jóvenes, haciéndolo en el más espantoso de los egoísmos, y
los padres, como respuesta, les damos todo lo que nos piden porque tienen derecho
a ser felices.
Estamos viviendo en la era del vacío
El hombre de hoy está perdido ante las
interrogantes de la existencia pues vive sin
ideas claras, indiferente, pragmático, de pensamiento débil, sin formación humanística… Los mayores, nos
escandalizamos mucho por el hecho de que una mujer lleve un abrigo que está
hecho con piel de animales y, sin embargo, nos sentimos indiferentes de que se
maten miles y millones de embriones
humanos. Ocurre porque la conciencia
se ha sustituido por la estadística
pues hoy no vale aquella para ver si una cosa está bien o mal. En nuestros el
aborto ya no rechazado por la conciencia pues la silenciamos guiados por la
tendencia social que reflejan las encuestas, si un 40% o un 65% dicen sí o no
nosotros estaremos.
Nos
ocurre esto porque ya hemos prescindido de Dios debido a que pensamos que
nosotros, sin Dios, podríamos construir una serie de valores que nos
permitieran vivir sin ÉL y esto nos ha llevado a quedarnos sin valores.
El
hombre de hoy no tiene vínculos
porque es un hombre huérfano de humildad, de nobleza, de caridad… ¿Cuántas veces hemos pensado, aunque no nos hemos atrevido a decirlo,
que esta vida es un asco porque todo el mundo va a lo suyo?
Hoy,
más que nunca, necesitamos una razón para vivir, para amar, para aguantar el
sufrimiento y para morir por algo; la necesitamos porque, cuando no la tenemos
o no la encontramos, enfermamos de angustia. Esta nueva epidemia, por muchos
psicólogos y teólogos, ha sido etiquetada como la “enfermedad del siglo XX” y, posiblemente, del “siglo XXI”.
Los
otros días me decía un sacerdote, al que le tengo un gran aprecio y admiración,
ya está mayor: [Juan A. desde que se ha
perdido la conciencia del pecado y del perdón, porque la gente no quiere
confesarse, los psicólogos se están forrando de ganar dinero.]… ¡Me quede de piedra!
La
personas han perdido los valores morales,
humanos y espirituales porque se han afincado entre nosotros el odio, el egoísmo y, sobre todo, lo material. Nos ha ocurrido porque le damos
más valor a lo material que a la propia persona y en este sentido creo que, por
ello, los cristianos estamos viviendo en una sociedad hipócrita, corrupta y
carente de valores. Nos ocurre porque al
vivir sin temores a recibir castigos físicos correctos de la Justicia (lo
habitual) o morales pues hemos quedado atrapados en una sociedad que, por estar
carente de valores espirituales, está llamada al fracaso, al odio, a la
envidia, a la ira, a la codicia y a la corrupción. Nos hemos olvidado de los
pecados capitales.
Hemos
pasado de los valores morales a los
de mercado, todo se mueve por
interés y ya nada vale por sí mismo, sólo por su utilidad.
Hemos aterrizado en el Relativismo
Es
la era del relativismo, todo es mentira nada es verdad. La cultura del descarte
y de la indiferencia, la que ha borrado del diccionario las palabras solidaridad, caridad, amor, conciencia social… Lo ha hecho porque
les resultan incómodas y molestas a muchas personas de esta sociedad, de
aceptarlas, tendrían que cambiar sus formas de proceder.
Esta
cultura ha prescindido de las cinco últimas
personas del verbo y ha conseguido que solo conjuguen los hombres las
variantes de la primera persona (yo, mí, me, conmigo), olvidándose de las otras
(tú, él, nosotros, vosotros y ellos) para caer en el mayor de los egoísmos.
Esta forma de pensamiento nos hace despreciar a los pobres, a los ancianos, a
los enfermos, a los niños no nacidos y a sentirnos indiferentes hacia Dios, nuestro
Creador. Si nos fijamos bien, comprenderemos que es el triunfo del poder y del dinero sobre la
dignidad, lo humano, la verdad, la justicia, la libertad y la caridad.
Tenemos que abandonar ya: [Te quiero
porque te necesito.] y abrazarnos a: [Te
necesito porque te quiero.].
La Pasión de la Iglesia Católica
En
definitiva no podemos seguir dándole más valor a lo económico y a lo material
que a lo social y a la propia persona.
Si
a todos estos problemas que afrontamos a diario en nuestra sociedad cristiana-católica le añadimos el gran problema interno que
está atravesando la IGLESIA CATÓLICA,
no debe sorprendernos que intenten aprovecharse de este río revuelto para
pescar y de ahí que nos quieran introducir cualquier tipo de religión a costa
de despreciar la nuestra.
Por
esta tendencia vemos cómo hay gente que para satisfacer su propio ego son
capaces de ridiculizar y burlase de las creencias de los demás… ¿Qué valores humanos, no cristianos, podían
tener Pascual Maragall y Carlos Rovira, cuando visitaron
Jerusalén y se burlaron de la “Pasión de
CRISTO” en el lugar más sagrado del cristianismo, a unos metros del
Calvario y del Santo Sepulcro? También nos podemos detener en Rita Maestre, portavoz del Ayuntamiento
de Madrid, para recordar aquel acto deleznable en el que asaltó la Capilla de la Universidad Complutense,
en Madrid. Hace unas fechas ha sido Ada
Colau, la actual alcaldesa de Barcelona, permitió que en un acto público
organizado para la entrega de unos premios, la presentadora, se burlara ante
las cámaras de TV del “Padre Nuestro”.
Estos
señores/as que han representado y representan a este modelo de sociedad
carecen, en absoluto, del sentido que tiene el saber respetar los sentimientos y
los valores morales de los demás, lo más importantes del ser humano.
El respeto que
das a los demás es un claro reflejo del respeto que te das a ti mismo porque si
quieres ser respetado deberás comenzar por respeta a los demás.
A
estas personas yo les pregunto… ¿Serían ustedes
capaces de entrar en una mezquita y hacer lo mismo, burlándose del Corán y del
Profeta? ¿Hasta qué punto de
corrupción moral nos quieren llevar ustedes?
También
escandalizó a esta parte de la ciudadanía un hecho: Que el Gobierno actual
enviara un avión especial para repatriar a un misionero español enfermo de ébola, Manuel García Viejo. Sin embargo, cuando se pone al servicio de un
alpinista en peligro un helicóptero para rescatarlo se aplaude… ¿Es justa esta
doble vara de medir la solidaridad?
En
ambos casos, misionero y alpinista, estaban haciendo lo que les gustaba pero
con una diferencia notable: El alpinista
hacía deporte y el misionero estaba
dando su vida para salvar las de otros. No obstante, yo, estoy de acuerdo en
que a los dos se socorriera.
Hoy
se desprecia y se quita el crucifijo en las escuelas y hospitales pero se
respeta el “burka”. Ambas acciones
contradictorias son realizadas por
quienes dicen ser progresistas… ¿Este comportamiento es el fundamento de la
filosofía progresista?
Ocurre
porque nos olvidamos muy pronto, pese a todo, de la gran ayuda espiritual, moral y económica que ha aportado
y sigue aportando a la sociedad la Iglesia Católica a lo largo de la historia
con su presencia en las misiones, los hospitales, los colegios, los comedores,
las residencias de ancianos, a través de Caritas y de Manos Unidas… ¿Se puede dar más y ser tan poco reconocida
esta labor silenciosa?
La
Iglesia, en España, atiende a 4.459 centros asistenciales que acogen a 2,7
millones de personas, se han duplicado con la crisis…
En
Educación a más de 6.041 centros, lo que supone 1.370.151 alumnos y tiene más
de 17.000 misioneros españoles repartidos por todo el mundo.
¿Por qué los pobres llaman a las puertas de
la Iglesia y no a las puertas de otras religiones?
La
Iglesia recibe del Estado, mediante el IRPF de los cristianos que tachan su
casilla, 252 millones de euros mientras que su aportación a la sociedad supone
algo más de 30.000 millones de euros, es la mayor ONG del mundo.
A
pesar de todo, se está descristianizando
la sociedad pues la pérdida de valores ha hecho que perdamos la FE, estamos
pasando por momentos difíciles los católicos, los que ya se habían dado en otras
épocas.
El
Papa León XIII, el día 5 de Mayo de
1.891, público su Encíclica “RERUM NOVARUM” (De las cosas nuevas o
de los cambios políticos). En ella pretendía paralizar la descristianización
que la Iglesia estaba sufriendo en aquella sociedad del siglo XIX.
Esta
encíclica fue una pieza clave para la “Doctrina Social” de la Iglesia y se basa
en cuatro principales valores: Verdad,
Libertad, Justicia y Caridad.
Estoy
convencido que si la ponemos en práctica superaremos esta crisis que estamos
atravesando y para ello sólo tenemos que hacer caso a las palabras del Papa Francisco:[La mayor herencia que los cristianos podemos dejarle a nuestros hijos
es la FE.].
La
Cuaresma también es tiempo de caridad; caridad con todos los
necesitados ya sean de la etnia, estirpe o raza que sean y para aplicarla deberemos
actuar con gran nobleza, humildad y generosidad cristiana hacia todos y lo
haremos abriéndoles nuestros corazones.
Si
somos cristianos… ¿A qué demos tener
miedo y por qué?
No
debemos tener miedo de abrir nuestros corazones a los más humildes, a los más
necesitados, a los más pobres o a los más desconsolados. Decía San Juan Pablo II: [No tengáis miedo a abrir las puertas de par
en par, no tengáis miedo.].
No
debemos tenerlo porque ellos son los que más sufren y los que arriesgan su vida
por tal de que se les reconozcan sus derechos fundamentales, los que más
soportan la gran injusticia de esta sociedad, materialista y egoísta, a la que
poco o casi nada le importan los grandes problemas que azotan a la humanidad: El hambre, la guerra y la miseria.
Existen
muchos hermanos necesitados que esperan ayuda,
muchos oprimidos que esperan justicia,
muchos desocupados que esperan trabajo,
muchos pueblos oprimidos que esperan libertad
y respeto… ¿Cómo es posible que en nuestro tiempo, haya todavía quién se muere de
hambre; quién está condenado al analfabetismo; quién carece de la asistencia
médica más elemental o quién no tiene techo para cobijarse?
Es
posible porque en esta sociedad materialista el hombre sólo busca el poder, el
dinero y el placer a costa de lo que sea. Le da igual todo porque lo importante
para él es conseguirlo, y lo hace olvidándose y despreocupándose de los
problemas de los demás. Cuando alguien levanta la voz contra quienes actúan en
perjuicio de los más débiles, Jesús es el ejemplo ideal, los que hablan con la
voz del corazón para defender la dignidad, la libertad y los derechos del
hombre creado a imagen y semejanza de Dios... ¡Es perseguido para silenciar su voz crítica!
Cuando
estas cosas ocurren el hombre no puede alcanzar la felicidad porque escucha con el oído del egoísmo y trata de comprarla pero no puede conseguirla
así porque se le pone delante un vacío
insalvable de amor, de perdón, de generosidad y de misericordia,
el que sólo puede ser llenado con DIOS.
¿Y qué es la Felicidad?
Dar
lo mejor de sí mismo por una causa noble y justa. Cuando el hombre no tiene una
razón para poder dar lo mejor de sí mismo está llamado al fracaso y no puede encontrar
la verdadera felicidad y entonces tendrá que preguntarse… ¿Cuál es la razón para vivir y dar lo mejor de nosotros mismos?
Para
los cristianos la única razón es “seguir
a JESUCRISTO” porque sabemos que Él se coloca siempre al lado de cada
persona para ayudarle a llevar sus cruces, los fracasos, los miedos, las angustias
y decirle… ¡Salta por encima de todos
tus problemas y dale a los demás el amor que no se merecen, entrega lo mejor de
ti mismo y, si los demás no te recompensan, Yo seré tu recompensa!
Por
todo lo anteriormente dicho, y a mi modo de ver, es el momento de preguntarnos:
¿Qué estamos haciendo para sanar a este mundo
enfermo que tanto está sufriendo porque el hombre está enfermo, aquejado de la pérdida
de valores humanos cristianos y que vive
encerrado, sin salida posible, dentro de esta sociedad materialista, empírica y
engañosa?
Nada
mientras nos movamos sólo por intereses personales, egoístas, privados,
partidistas, políticos, electoralistas y no lo hagamos por el principio del
bien común que nos lleve a la concordia. MIENTRAS
LOS QUE HABLAN CON LA VOZ DEL CORAZÓN SEAN ESCUCHADOS CON EL OÍDO DEL EGOÍSMO Y
NO CON EL DE LA CONCORDIA este mundo seguirá sufriendo.
Hoy
la virtud fundamental es la de la concordia, la del dialogo hecho sin prejuicios,
con claridad y caridad y que no tenga dobles fondos y ases escondidos.
Tomo
prestadas las palabras del PAPA FRANCISCO para preguntarme y preguntaros:
- ¿QUÉ MUNDO? ¿QUÉ MUNDO QUEREMOS DEJARLE A NUESTROS HIJOS? ¿QUÉ MUNDO QUEREMOS DEJARLE?
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