Por D. Juan
Antonio Martos Moreno
Capítulo V
JUEVES SANTO
El
“Cristo del Gran Poder y María Santísima
de la Esperanza” recorren nuestras calles en esta tarde-noche.
Recordamos
el gesto de la “última cena” y el
“lavatorio de los pies” a sus discípulos, haciendo un gesto de humildad y
constituyendo a sus discípulos en sacerdotes mediadores de su palabra, de sus
sacramentos y de su salvación.
Cuando
llegue la noche, Jesús vivirá la angustia de lo que está a punto de sucederle.
La
imagen de Cristo con los sufrimientos de un hombre resignado en su silencio;
sumido en la turbación, en el miedo y en la amargura de sentir de cerca que
llega el final, le hace sudar dolorosas gotas de sangre.
Sus
amigos se han dormido, ahora está solo, sólo los olivos centenarios de
Getsemaní son testigos:
-
¡PADRE, APARTA DE MI ESTE CÁLIZ, PERO NO
SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA!
¿Por qué te abandonan, Nazareno? ¿Dónde están los que te aclamaban con ramos
y palmas? ¿Por qué te abandonan,
Nazareno? ¿De qué te acusan,
Nazareno? ¿Cuál es tu pecado?
Pero
sus labios sellados solo aciertan a decir:
-
¡Amaos los unos a los otros como yo os
he amado!
Hasta
en esto le hemos fallado.
¿Cuántos cofrades encienden su vela y
piensan, cuántas veces hemos abandonado al que más nos necesitaba? ¿Cuántas veces retiramos el hombro cuando
más duele el peso del dolor ajeno?
¿Cuántas veces hemos estado en misa, hemos
escuchado la palabra de Dios en la homilía y nos hemos preguntado, lo habrá dicho
por mí, se referiría a mí? ¿Por
quién lo dirá? ¿Cuántas veces se nos
ha dicho en la colecta dominical que seamos generosos? ¿Lo hemos sido siempre, algunas veces o quizás
ninguna?
Poco
a poco, se va alejando Jesús, en el
huerto.
Entre
el terciopelo verde y la plata, entre la cera derretida y la noche clara, asoma
al cancel la “Virgen de la Esperanza”.
La
música se desparrama, forma alfombras de notas y caminos de sosiego.
La
madre de Dios, como siempre, va detrás de su hijo. Empieza el caminar lento… Paso
a paso, paso a paso.
Toda
su vida esperando… ¡La amargura del
momento!
Nunca
dudaste, buena madre y siempre confiaste en su palabra…
¡Enséñanos, María, a no perder nunca la
esperanza!
María, esperanza del que sufre, esperanza del que anhela, esperanza del que vive y del que espera
una vida nueva.
Cuando
regresan al templo las puertas están cerradas, ahora todo es silencio. Dentro,
Jesús está acompañado en el Santísimo Monumento
y, en una recogida capilla, allí es adorado.
Sus
amigos, los villargordeños, no lo abandonan en la noche de la traición. No lo
dejemos solo en el sufrimiento. Blancos, moraos, verdes y pueblo… ¡Acompañemos, con la oración, a Jesús y
reflexionemos sobre su agonía!
Jesús
sigue hoy entre nuestros hermanos enfermos; entre los que están solos y entre
los que son marginados, explotados, perseguidos o despreciados.
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