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domingo, 13 de marzo de 2016

LA MUJER EN LA BIBLIA

Colaboración de Paco Pérez

Las acciones liberadoras que DIOS hizo a lo largo del tiempo para rescatar a su pueblo de la opresión que padecía en los lugares de destierro fueron una realidad pero la importancia de estos hechos no está en recordarlos y en quedarnos con la boca abierta mientras lo hacemos porque son PASADO, lo que realmente deberá tener valor para nosotros es mirar hacia el futuro, trabajar en el presente e intentar construir un mundo mejor para todos.

No debemos caer en la tentación de mirar hacia atrás porque ese comportamiento nos llevará a quedarnos anclados en lo viejo y esa situación anómala será la constatación de que vivimos en un inmovilismo que nos hace no aceptar que lo anterior sólo fue una etapa que había que atravesar necesariamente para pasar a la siguiente, lo que hizo el pueblo de Dios después de salir de Egipto es un ejemplo, y que ahora debemos ser los protagonistas en nuestra travesía. Para recorrerla con éxito nos dejaremos acompañar por la ilusión y la esperanza.
Los hombres debemos trabajar siempre con miras elevadas y de futuro, Isaías ya lo enseñó y, con el paso de los años, Pablo retomó el tema y les habló de que el hombre, cuando pierde algo, sufre, lo busca y trata de recuperarlo aplicando su justicia, la que procede de la Ley de los hombres. Reconoce que, durante un tiempo, él actuó así pero nos recuerda que el verdadero camino no es ese sino el que nos lleva a entender que las cosas materiales carecen de valor y que sólo debemos preocuparnos de conocer y aplicar la justicia que viene de DIOS, la nuestra nunca.
Hay que aceptar que sólo lo lograremos si nuestra fe es verdadera y si, ayudados por ella, profundizamos en el conocimiento de Jesús y ponemos en marcha sus enseñanzas.
Proclama que transitar por estos planteamientos no es un camino de rosas, es todo lo contrario. Por eso nos recuerda que nunca deberemos pensar que haciendo cuatro cosillas ya tendremos comprado el billete para viajar al Reino, no. Nos anima a ilusionarnos con la decisión de seguir a Jesús.
Cuando Jesús predicaba a su pueblo el camino que debían seguir lo que pretendía era eliminar para siempre lo que pudiera contribuir al estancamiento del hombre en su viaje hacía el Reino: La cultura ancestral que le enseñaron, las tradiciones que practicaban... Lo hizo así porque Él iba a lo importante de la vida y de esa forma es cómo les enseñaba que todo lo demás no valía.
La cultura de aquel pueblo hacía que, por tradición, los matrimonios fueran acordados por los padres cuando ella tenía unos 12 ó 13 años y él 18. Era normal que los contrayentes ni se conocieran hasta el día de los “esponsales”, ese día eran declarados marido y mujer, después del acto ambos se iban de nuevo a sus casas paternas. Un año después celebraban las “bodas” y ya sí se iban a vivir juntos.
En ese espacio temporal ocurrían las infidelidades y estaba tipificado el castigo para las MUJERES
1.- Si se cometía el adulterio entre los “esponsales” y las “bodas”, la pena que se aplicaba era la lapidación, ese castigo pidieron para la adúltera a Jesús cuando se la llevaron.
2.- Si era después de las “bodas” la mujer era estrangulada
Quienes la acusaron, se amparaban en la Ley de Moisés para pedirla… ¿Era justo o injusto el procedimiento que tenían?
Como miraban a esta Ley pues nadie reparaba que fue válida en el PASADO y que ya no tenía vigencia porque… ¿Es el adulterio un acto individual o de dos? ¿Nada más que la mujer había cometido adulterio? ¿Por qué no se acusaba también al hombre de adúltero?
El gesto de Jesús es elocuente y nos enseña que:
1.- Tendremos una objetividad grande para comprender que debemos mirar hacia el futuro siempre y que debemos enterrar todo aquello que en el pasado tuvo validez pero que ya no nos sirve en el presente.
2.- Deberemos acompañarnos siempre de la justicia y el perdón cuando tratemos los deslices de los demás, haremos como Jesús y les daremos una segunda oportunidad.
Quienes presentaron a la adúltera como culpable se consideraban perfectos y Jesús, con el gesto de darles la piedra, les hizo comprender, de golpe, lo hipócritas que eran.
Cuando Jesús y ella se quedan solos Él le expresó su respeto y cariño así:
- Mujer ¿ninguno te ha condenado?
Ella le respondió:
- Ninguno, Señor.
Jesús le dijo:
- Tampoco yo te condeno. Vete y, en adelante no peques más.

Después del perdón Jesús le aconsejó que CAMBIARA.





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