Colaboración de Paco Pérez
¿NECESITAS VER
PARA CREER?
Cuando
al hombre le ocurre cualquier contratiempo fuerte se siente desilusionado y abandonado
por Dios, entonces se muestra muy crítico con Él y le dirige palabras o
expresiones desconsideradas que demuestran el desconocimiento que tiene del
hecho religioso… ¿Por qué llegamos a
esta situación, a veces?
Porque
nos ocurre igual que a los coetáneos
de Jesús y a sus discípulos. Para
ellos, también fue su MUERTE una
desilusión tremenda porque su predicación no fue entendida a tiempo y por esa
razón para aquella sociedad el final que tuvo fue incomprensible, se asustaron
y huyeron a Galilea o se escondieron.
En
nuestros tiempos entendemos nuestras relaciones con Dios en un plano comercial o mercantil pues deseamos que Él resuelva nuestros problemas a
cambio de algo. Un ejemplo lo tenemos en la persona que se acerca a Dios y le
dice:
-
Señor, necesito que ayudes a mi hijo a sacarse el carnet de conducir. Si
aprueba, te encenderé cinco velas en la ermita.
¿Qué
hacemos si no aprueba el muchacho?
Pues,
como le hicimos una petición condicionada es posible que ahora no las
encendamos debido a que no cumplió Dios su parte, ya dudamos de Él y entonces pasamos
a reprocharle que no nos haya ayudado.
Esto
sucede a los hombres porque tenemos un problema, no vemos su presencia junto a
nosotros a diario, les ocurrió a los discípulos y por eso también se sintieron ellos
abandonados cuando murió. Dios, consciente de este problema humanos, nos enseñó
que no los abandonó y por eso se preocupó de que lo vieran; así, la realidad de
la Resurrección les hizo comprender
que nada de lo ocurrido había sido por casualidad y que, consecuentemente, hubiera
sido un fracaso… ¡¡¡Fue todo lo
contrario, un triunfo!!!
El
pueblo sencillo lo hubieran entendido como un triunfo si Jesús hubiera cogido una espada y hubiera expulsado a los romanos
de allí pero no era esa su misión, de ahí que ellos no lo comprendieran y por
eso se sintieron mal con el final que tuvo. Pues, lo mismo que no entendieron
entonces el anuncio anticipado de lo que sucedería después, ahora tampoco
entendemos las desgracias que nos afectan y nos atrevemos a cuestionarlo.
Las
apariciones de Jesús fueron un regalo de confirmación, el Padre nos lo hizo
para que los hombres de buena voluntad, de entonces y los de ahora, no se
sientan perdidos nunca y que por esos prodigios conociéramos la verdadera condición de Jesús, Hijo de
Dios, y la protección y desvelos que
Él siempre nos regala.
¿Cómo se puede demostrar a los incrédulos o
afectados por reacciones despechadas contra Él que están en un error?
En
aquellos tiempos, los prodigios reseñados fueron necesarios porque el hecho religioso
cristiano resultaba entonces más incomprendido que en nuestros días. Para mí,
el nacimiento; su vida pública y los acontecimientos últimos de su pasión,
muerte, resurrección, apariciones y ascensión a los cielos fueron la prueba
irrefutable que Dios regaló a los hombres para que nos guiáramos hasta el final
de los tiempos. Ahí está la respuesta a nuestras incomprensiones, si murió su Hijo crucificado como un
delincuente
… ¿No clarifica este suceso nuestras
dudas?
Esta
realidad hay que entenderla como una “catequesis”
permanente para quienes nos consideramos cristianos y tenemos el deseo de
mejorar nuestro conocimiento del Padre.
La
incredulidad que nos asalta, a veces, habrá que entenderla en el campo de la
singularidad humana porque a los discípulos también les ocurrió y tenemos la
prueba en Tomás, a unos antes y a otros
después, pero ellos recibieron la visita de “Jesús Resucitado” y ya comprendieron de manera definitiva el
conjunto de nuestra creencia. Ahora tenemos la ayuda de la Biblia, el sostén de nuestra fe, y ahí encontraremos ahora el camino cuando no comprendamos lo que
nos sucede, por él retornaremos a la “verdadera
FE” si perdemos el norte, nos volveremos a encontrar de nuevo con Él y nos
perdonará nuestra incomprensión y egoísmo.
Es
necesario que busquemos el encuentro con Jesús porque Él nos liberará de la
tristeza que nos angustia, de los miedos que nos paralizan y después ya
seremos, de nuevo, alegres y felices.
Debemos
pensar que Dios no abandonó a Jesús, su Hijo, aunque algunos piensen así cuando
les ocurre algo grave a los suyos, porque nosotros también somos hijos suyos...
¿Podemos seguir pensando, desde este
momento y en el futuro, que él nos tiene abandonados?
En
la Biblia se nos enseña que Jesús
anunciaba la ternura y misericordia del Padre, y que su manera de ser y de
actuar coincidía con Él cuando se mostraba solidario con los que sufren, defendiendo
a los pobres, perdonando a los pecadores… ¿No
es ese el camino verdadero que debemos seguir?
Los
apóstoles y discípulos siguieron ese camino después de lo ocurrido, las gentes
les respondían de manera diferente pero, los que se sentían cristianos, los
seguían con el mismo entusiasmo que en tiempos de Jesús, ellos les respondían
con prodigios y curando a quienes se les acercaban con problemas.
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