Colaboración de Paco Pérez
COMPARTIR LA MESA
Dios tenía una
gran preocupación y fue mostrada a los hombres por Jesús… ¡¡¡Que COMIÉRAMOS todos,
todos los días!!!
Su
deseo no ha sido interpretado por la sociedad de igual manera, por eso cada
cual va buscando su propio interés y no quiere conocer las necesidades de los
otros. Esa realidad ha originado que unos tengan en abundancia los alimentos
siempre y otros sigan pasando hambre… ¿Por
qué no se soluciona este gran problema?
Porque
los hombres siempre han planificado con egoísmo
y ambición las estructuras
sociales para dominar todos los campos de influencia: La familia, la clase sacerdotal
y la clase política.
La
FAMILIA funcionaba bien al principio
pues vivían juntos, los mayores eran respetados y escuchados, todo era de todos
y se ayudaban, este conjunto de acciones les daba seguridad y confianza.
Con
el paso de los años esta estructura se ha perdido, ya nada es igual y de ahí
que los principios elementales hayan sido sustituidos por elementos que rompen
y no unen.
Al
no funcionar ésta ya se ha deteriorado el edificio de la sociedad porque los
cimientos ya no son consistentes.
La
CLASE SACERDOTAL de entonces estaba
mezclada con el poder político y
ambas organizaciones movían los hilos de los intereses comunes, poniéndose de
acuerdo… ¿Se preocupaban estos
dirigentes de los problemas de la ciudadanía?
Ni
antes ni en nuestros tiempos. A mi entender, el problema está en que los
hombres no abordan, con tranquilidad y sin prisas, el diseño que dé respuesta a
lo que Dios espera de nosotros. La tradición
sigue dominando, no hacen nada para desmitificarla porque temen quedarse
solos. A Jesús le importaba el
prójimo pero estas simplezas no.
Él
siempre hacía las cosas para enseñarles algo, normalmente cuando se reunía con
sus discípulos y amigos a comer, procedía así porque pensaba en el futuro de
ellos. Sabía que ahora no lo entendían pero que, cuando muriera, entonces ya
podrían recordar y comprender todo lo que les enseñó sobre la cruz. Él quería que vieran con claridad
que era ese su destino, que la padecería en cumplimiento de una misión y que
ésta consistiría en servir para la salvación de los demás hombres.
En
nuestros días, si quienes se reúnen alrededor de una mesa para compartir los
alimentos todavía no comprenden el mensaje amplio y profundo de la Cruz pues tampoco entenderán que comer
no puede quedar sólo en diversión, deberán reunirse por otras razones muy serias
y si algún día algunos se reúnen así podremos decir que sí comparten la mesa
dispuestos también a compartir los otros temas de la vida.
Jesús compartía la
mesa con los pecadores y publicanos pero su acción no buscaba dar
pan o alimento al que tenía hambre o al que iba de paso para continuar el
camino; se trataba de acogerlos en su
mesa. La búsqueda del Reino tiene
que pasar por la hospitalidad y apertura de nuestra mesa.
Cuando
comía con éstos el pueblo no lo veía
bien pero Jesús respondió a esas críticas diciéndoles que no podía apoyar a
quienes, actuando en nombre de Dios, habían establecido una organización social con la que excluían
a determinados grupos sociales y, además, amparados en una ley de pureza.
Como
contrapartida, Él les decía que debían luchar para alcanzar un mundo nuevo y
diferente, en el que la misericordia
sustituyera a la pureza.
Este
paso fue muy importante para que, en el futuro, las fronteras sociales quedaran
rotas y el cristianismo se pudiera
extender por todos los lugares.
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