Colaboración de Paco Pérez
Es
frecuente en la sociedad, de antes o de ahora, que cuando alguien hace cosas
que desafían las normas sociales por las que se rigen los presentes éstos se
muestren sorprendidos. Eso ocurrió cuando la mujer entró en la casa del fariseo
sin preocuparse de respetar los convencionalismos sociales que regían allí,
estar invitados o encontrarse sentados alrededor de la mesa. Jesús fue a esa
casa porque había sido invitado pero ella no. Por esa diferencia algunos de los
presentes se pusieron frente a ella, le criticaron su forma de actuar; también lo
hicieron con Jesús y se olvidaron de hacerlo con el anfitrión porque éste, cuando
Él llegó a la casa, también falló pues no le hizo a Jesús los honores que
establecía la tradición para estos casos.
Los
reunidos criticaron que Jesús acogiera y no rechazara a aquella persona por ser
gente de baja condición moral y a ella por lo que había hecho con el perfume, un
despilfarro innecesario, porque el dinero gastado se podía haber repartido
entre los pobres.
Entonces,
y ahora, los pobres siempre son
utilizados para conseguir simpatías sociales cuando tenemos auditorio pero
después, cuando estamos solos, no les ayudamos para que mejoren su desgracia.
No
fueron justos porque era tradicional que el
anfitrión derramara sobre la cabeza de quien llegaba algún perfume, si era
alguien importante, y, al no hacerlo, demostró
que él no supo valorar a Jesús como
ella sí lo hizo.
La
figura de la mujer aparece en la Biblia en repetidas ocasiones pero, de todas ellas,
la protagonista de este relato es la única que recibe de Jesús el perdón y lo
consigue porque no le pide cosas pero sí le da, lo perfuma. El anfitrión no lo
valoró pero sí criticaron, Jesús valoró las acciones contrapuestas y la liberó de
una enfermedad del espíritu, estaba
atrapada en una vida de pecado. El trato amoroso que recibió de Jesús despertó
en ella los sentimientos que todos tenemos dormidos en nuestro interior: El amor y la gratitud.
Una
vez más se nos confirma que no conocer a Dios de verdad es la causa de que nuestros
comportamientos sean erróneos. Por esa realidad el hombre, por mucho que la
vida le regale (como le ocurrió a David), siempre responde haciendo uso de su
libertad y nunca reconociendo que es Dios quien se lo concede. Cuando procede
así entonces actúa guiándose por la apetencia humana de poseer lo que no le
corresponde pues considera que él es quien decide sobre qué debe hacer y qué no
o qué debe tomar o qué no… Este es el grave error en el que solemos caer los humanos
cuando perdemos la sensatez.
David
fue elegido por Dios, triunfó porque Él estuvo siempre a su lado pero, cuando
estuvo arriba, ya perdió la razón y cometió las torpezas graves que lo llevaron
a perder la ayuda que lo encumbró.
Cuando
el profeta Natán le hizo entrar en razón él rectificó, reconoció su error y
pidió perdón por sus faltas; el Padre lo escuchó y le perdonó.
Quienes
pecan y después se muestran humildes ante Dios, reconociendo su error, son
perdonados pero, analizando el caso de David, se puede comprobar que nuestras
posibilidades futuras ya quedan limitadas, como fue su caso, por mostrarnos altivos
y autosuficientes. Esos errores impidieron a David construir el Templo de Jerusalén, Dios se lo impidió y reservó
ese honor para su hijo Salomón.
San Pablo nos recuerda
que cumplir las leyes no es suficiente en el “camino
de la salvación” pero seguir a Jesús
poniendo en marcha su proyecto sí. Él, como buen judío que era cumplía a
rajatabla las leyes, sabía bien que si persiguió a los cristianos fue por ellas;
que éstas fueron las que mataron a Jesús y que, cuando vio la luz, supo que por
ellas no es posible la salvación.
A
los cristianos nos ocurre igual que a los judíos, nos preocupamos de cumplir
nuestras leyes: Ir a misa, comulgar, no faltar a la procesión de nuestro santo,
encender velas… Preocuparnos por las personas que nos rodean para detectar sus
problemas e intentar ayudarles no es lo que ponemos en marcha a diario, un
grave error, porque por eso es por lo que Jesús murió en la cruz.
¿Cuál de los dos cumplimientos es más
importante? ¿Cuál se ajusta más a lo
que nos propone San Pablo por ser el camino que desea Jesús?
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