Colaboración de Paco Pérez
Jesús,
mientras vivió entre los hombres, generó muchos comentarios sobre qué hacía o quién podía ser pero la verdad de esa situación fue que ni los
mismos discípulos sabían decir quién era.
Por esa realidad social Jesús se
sentía mal, quiso averiguar la verdad y les preguntó a sus discípulos:
-
Y vosotros… ¿Quién decís que soy yo?
Lo
lamentable del cristianismo es que 2000 años después de esa escena es muy
posible que muchos todavía no estemos preparados para responder a esta
pregunta:
-
¿Quién es Jesús?
Si
alguien se decide a responderla deberá hacerlo con palabras que sean inspiradas
por sus verdaderos sentimientos hacia Él y no lo hará con las frases hechas por
otros: El Papa, los teólogos, los Padres de la Iglesia… De hacerlo con las de
otros demostraremos que estamos poco convencidos de nuestra fe y, por ello, más
vacíos que un campo de fútbol después de jugarse el partido.
Para
ir al encuentro con Jesús el primer paso que daremos será visitar la Biblia, ahí
lo iremos conociendo poco a poco. Leerla no será suficiente porque Jesús no
ilusionaba como los políticos, con palabras huecas que suenan bonitas pero que
a la hora de concretarse en algo serio están carentes de contenido real. Él, lo
hacía al revés, ayudaba y hablaba pero sólo si era necesario; lo hacía con las
palabras que el momento requería y, sobre todo, dando soluciones reales a las
necesidades de quienes se le acercaban. Por esta forma de actuar Jesús quedó colocado
en el centro del cristianismo, seguirlo será nuestra preocupación más urgente. Para
lograrlo tendremos que convencemos de que hacerlo implica ACTUAR ayudando a
otros más necesitados que nosotros y no quedarnos en los planteamientos
teóricos o en las frases bonitas.
Debemos
elegir entre el Jesús que hemos creado
los hombres, postura errónea, y el verdadero. Éste, siendo Dios, se encarnó y fue
un hombre más entre los hombres porque sufrió como nosotros; se puso a nuestra
altura; nos enseñó qué hacer con los necesitados; proclamó la verdad y, por
hacerlo, sufrió el rechazo del poder y no fue comprendido; lo apresaron de
manera injusta; lo juzgaron, condenaron
y ejecutaron como un delincuente vulgar, siendo inocente; sufrió la muerte
física; resucitó y así confirmó su condición divina, pero no fue comprendido
este acto portentoso, y ascendió al Reino,
junto al Padre… ¡¡¡Este es el Jesús que
debemos buscar, conocer y abrazar!!!
Lo
esencial de nuestra creencia es
tener FE en que Dios existe y lo haremos
fijándonos en que Jesús nos enseñó las características de su Reino: Un lugar de paz, compasión y justicia.
Nos
enseñó cosas importantísimas y no queremos meditarlas, preferimos seguir con
las rutinas. Él no pedía a las personas que
hicieran penitencia ante el Padre pero sí les enseñaba las cosas buenas que
tenían que hacer para agradarle.
Él
no invitaba a sus seguidores a “buscar a
Dios” pero sí les pedía que hablaran de Él a las gentes para que lo conocieran y así pudieran encontrar el “Reino
de Dios y su justicia”.
Esas
enseñanzas qué eran… ¿“CAMINO” o “RUTINA”?
Jesús trabajó para
que los hombres construyeran una
forma de vida que se ajustara a la que Dios pensó para nosotros. Tendremos que
hacer muchas cosas para lograrlo, de manera preferente: Asimilar qué es la
compasión de Dios; ayudar a los últimos; lograr que la sociedad sea más justa, sobre
todo con los más olvidados; mostrarnos bondadosos… Quienes lo hagan tendrán que anunciar a los hombres el proyecto del
“Reino de Dios”; ayudaran a que haya
menos sufrimiento, porque Dios quiere que la vida sea feliz para todos, y a
confiar siempre en Él.
El
seguimiento a Jesús nos hace cristianos y esa transformación debe hacerse
realidad cuando empezamos a vivir de manera diferente la fe, la vida y la
realidad de cada día. Para lograrlo deberemos
creer en lo que Él creyó; vivir lo
que Él vivió; dar importancia a lo que le daba Él; interesarse por lo que Él se
interesó; tratar a las personas como Él las trató; mirar la vida como la miraba
Él; orar como Él oró y contagiar la esperanza como lo hacía Él.
Si
comenzamos a vivir con estos planteamientos estaremos trabajando por la Iglesia
de Jesús. No todos los cristianos tenemos la misma visión de que ese es el
camino y por eso, con frecuencia, no solo actuamos de manera diferente sino al
contrario.
Si,
por el contrario, vivimos cómodos y satisfechos en la abundancia sólo podremos alcanzar
metas pasajeras pero no podremos ofrecer a la sociedad soluciones que
conviertan la esperanza en logros. Cuando no seguimos el camino que nos enseñó
generamos olvido y causamos la muerte física o espiritual de los necesitados.
De actuar así con los hermanos… ¿Quién nos podrá consolar después?
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