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martes, 27 de septiembre de 2016

TOMANDO CAFÉ

TOMANDO CAFÉ
Colaboración de Paco Pérez
EL GRAN ANTONIO, “EL TORERO”
Antonio es un señor de 76 años que reside actualmente en Nerja y que vivió durante sus años nenes en una casa-cuartel de Salamanca, era hijo de un mando de la Benemérita. Todos sabemos que Salamanca es tierra de ganaderías bravas y de ahí que haya dado toreros de gran renombre, siendo los más destacados: Santiago Martín "El Viti”, Julio Robles y Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea”. Además de los mencionados hubo una veintena que también fueron anunciados en los carteles de las fiestas patronales de los grandes pueblos y ciudades de nuestra querida España donde había y hay plaza de toros.

Pues bien, en este ambiente taurino creció Antonio y de ahí que estuviera un tiempo ilusionado con la idea de ser uno de ellos. Un día, cuando esa idea cuajó en su deseo, abrió la puerta de casa a escondidas y muy decidido; saliendo de casa con decisión y con su atillo de “maletilla” colgado al hombro.
La ilusión juvenil que lo invadía era enorme y le hizo soñar con las historias de los ilustres matadores salmantinos. Este viaje al país de la ilusión lo solía repetir mientras miraba al cielo cuando estaba acostado al raso bajo el cielo estrellado del verano y así esperaba la llegada del sueño. Repitió esta escena mientras recorrió, en compañía de los otros amigos aletillas, los cercados de las ganaderías que visitaban para encontrar algún cornúpeta suelto que les permitiera intentar torearlo y poder probar si les gustaba de verdad esa lucrativa profesión.
Estas incursiones las hacían cuando la jornada laboral acababa en las ganaderías y los trabajadores ya estaban descansando, lo hacían así para evitar que los descubrieran merodeando. En una de ellas, estaba ya atardeciendo, divisaron desde lejos el toro tan buscado y deseado, decidieron no dejarse ver y volver cuando la noche estuviera en marcha y el personal laboral de la dehesa estuviera durmiendo. Serían las 23:00 horas, más o menos, ya estaban los maletillas fuera del cercado observándolo; era una noche de Luna llena cuando les llegó el momento de la verdad, una noche ideal para probar suerte por la luminosidad; analizaron al animal con detenimiento al contraluz y en todas sus dimensiones; tenía una estampa que impresionaba y entonces fue cuando comprobaron,  Antonio y sus acompañantes, que los cuernos resultaban en el cercado bastante más grandes que en las corridas de la TV y esa realidad abortó anticipadamente que nacieran unos cuantos  toreros más en Salamanca.
Unos años después tuvo que cumplir con la Patria y se marchó para hacer el Servicio Militar Obligatorio, el periodo de instrucción lo hizo en el CampamentoÁlvarez de Sotomayor”, en Viator (Almería), y acabado éste fue destinado a Melilla para servir en el  acuartelamiento de Regulares.
Antonio siempre fue un enamorado de la cocina y, cuando descubrieron en el cuartel esas cualidades, lo destinaron como asistente en la “Residencia de Oficiales”.
Cuando acabó su milicia obligatoria le llegó la hora de tener que optar por una profesión y, como no quiso ser “guardia civil” como su padre, embarcó y emigró a Inglaterra para trabajar en la hostelería. Recaló en Worchester Warwock, allí conoció a Olivia, esta mujer se convirtió en su esposa y tuvieron tres hijas. Ella, ya fallecida, fue una emprendedora que se hizo un hueco en el mundo empresarial como propietaria de siete tiendas de prendas de vestir femeninas y él regentó un restaurante.
Con el paso de los años las hijas se casaron, una se instaló en EEUU, otra en Australia y la tercera en España. Ante esta situación optaron por liquidar los negocios y viajaron a España con la intención de fijar su residencia aquí, visitaron Nerja y en ella se quedaron.







Así fue como el matrimonio llegó a este pueblo, compraron esta casa en una urbanización que está junto a la carretera que va desde Nerja a Frigiliana.
Una vez instalados el gusanillo empresarial apareció en la pareja, adquirieron en aquella zona otra propiedad conocida como “La Noria” y decidieron transformarla en un restaurante en el que poder ofrecer al público un servicio excelente, sustentado en estos pilares: Las dotes culinarias de Antonio, el dominio que ambos tenían del español y del inglés, las maravillosas vistas que ofrecía el lugar a los clientes y, además, las veladas nocturnas las amenizarían con actuaciones flamencas.
El proyecto funcionó durante unos años pero un día Olivia enfermó y falleció, él continuó con el restaurante pero se cansó de remar en solitario y traspasó el negocio. Con el tiempo el local cerró sus puertas y Antonio vendió la propiedad a un grupo empresarial que tenía la intención construir en sus terrenos un complejo urbanístico de siete casas.
Os regalo algunos aspectos biográficos de Antonio porque, desde  hace unos años, entramos a formar parte de un grupo de personas de distintos lugares pero que habían sido aglutinadas gracias al gran poder de atracción que tuvo para todos, mientras vivió, Miguel Rodríguez González Matachinas”, nuestro gran amigo común.

Nuestro gran amigo era el mayor, tenía unas condiciones humanas fuera de lo común y, lamentablemente para todos, murió el 25 de abril de 1975. Miguel se marchó pero su espíritu cohesionador caló en todos, todavía sigue vivo y cada mañana acudimos a la cita, nos acomodamos en las mismas mesas para convivir alrededor de la taza de café humeante que nos prepara Paqui, la dueña de la CafeteríaBajamar” y que nos sirven sus empleadas con la amabilidad que siempre tienen.

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