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sábado, 8 de octubre de 2016

LOS ENFERMOS, EN TIEMPOS DE JESÚS, ERAN DISCRIMINADOS

Colaboración de Paco Pérez
Él SE COMPADECÍA Y LOS CURABA
La cultura de un lugar determina la religiosidad de sus habitantes. En Galilea, la enfermedad no se entendía como lo enseñó Jesús y como ahora lo vemos. Entonces, guiados por el texto del Levítico 13,45-46: [Y el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos rasgados y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo, inmundo!
Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada.].

La interpretación literal del texto religioso se convirtió en cultura popular, no se reflexionó bien y ello generó a los enfermos una situación de injusticia social, porque los condenó a vivir en la calle de manera indigente. No fueron justos en aquellos tiempos porque catalogaron a todas las personas con afecciones en la piel como enfermas de lepra y no les concedieron la posibilidad de que no lo fueran o que pudieran recuperarse. Con esta consideración les hubieran permitido su inserción posterior en la sociedad, una vez normalizados.
La mala interpretación del texto y el poco conocimiento que entonces había de las enfermedades ocasionaba que esas desgracias personales no fueran atendidas.
Cuando Jesús entraba en un pueblo ellos acudían a Él, se compadecía de ellos, se acercaba a quienes padecían las dolencias y los curaba: ciegos, paralíticos, sor­domudos, enfermos de la piel, desquiciados… No le importaba que algunos fueran enfermos tachados de incurables y que por su desgracia eran rechazados, al contrario, como sabía que no podían ganarse el sustento por las prohibiciones de la cultura que los rechazaba Él no los abandonaba.
Los enfermos tenían que soportar: El peso y el dolor de su problema físico, la humillación moral que sentían cuando eran despreciados y el tener que vivir apartados de todos.
Trataban así a los enfermos porque, según su cultura religiosa, Dios concede la salud y la enfermedad, también la vida y la muerte. Por este planteamiento consideraban que los enfermos habían sido abandonados por Dios, un desconocimiento grande
sobre cómo actúa y que hoy se sigue creyendo por muchas personas cuando les ocurre algo. Como pensaban así pues se sentían confundidos y entonces se preguntaban… ¿Por qué no nos trata Dios como a los demás?
Como el hombre no puede conocer los misterios de Dios aquella sociedad oscurantista optó, como mal menor, por impedir a los enfermos que tuvieran una convivencia religiosa y social normalizada pues, al ser considerados como “impuros”, trataban de impedir así que pudieran contaminar a quienes pertenecían al pueblo santo que Dios había elegido.
¿Pudieron sentirse aquellos enfermos abandonados por Dios y por los hombres?
Una cosa es sentirse abandonados, sobre todo cuando sufrimos alguna desgracia y otra, bien diferente, es que el Padre actúe así con sus hijos. La prueba de que no nos puede abandonar está en que Jesús, su Hijo, atendía a este grupo humano los primeros cuando se acercaban y tocaba a los que nadie tocaba, así se ganó su confianza y respeto… ¿Por qué?
Porque los trató como lo que realmente eran… ¡Sus HERMANOS!
Si nos acostumbramos a regirnos por el principio de “los hechos probados” entonces la mejor prueba de que transitamos por el camino de la verdad estará en aplicar la metodología con la que Jesús hacía, de manera extraordinaria, la curación de los enfermos… ¿Tenían dudas de su poder? Tal vez sí pero, a pesar de esa posible realidad, Él lo hacía: [Por amor a los hombres y para que a estos les resultara más fácil comprender el mensaje de que Dios está siempre con los que sufren la marginación.].
El relato de la curación del general sirio Naamán es un ejemplo de leproso que vivía en un lugar donde había una cultura diferente a la judía sobre esta enfermedad. Éste vivía entre los suyos, tenía trato con su rey y con los esclavos. Por eta última razón una le habló de que visitara al profeta Eliseo, él le prescribió la solución para su enfermedad y el final feliz de su lepra le hizo abrazar a Dios.
Si tomamos este relato como referencia y leemos 2 REYES 5 podremos comprobar que en todas las culturas no se trataba a los enfermos de la piel igual.
Según San Pablo, con Jesús nació el nuevo modelo de religión, a él nos debemos enganchar, como si estuviéramos encadenados, pero no hay mensaje más libre que el que nos enseñó Él y por eso debemos seguirlo sin dudas.

Una vez más la FE es el elemento necesario para que las peticiones de ayuda se conviertan en actuaciones milagrosas. Lo es porque si no tenemos ese don, cuando recibimos el favor nos olvidamos de lo que se nos ha concedido y no somos capaces de dar las gracias al Padre.
Queda claro, además, que Dios nos quiere a todos por igual y por eso Jesús no reparó en la religiosidad o nacionalidad de los enfermos, los curó y ya está. Pero ellos demostraron que no tenían fe en Dios y que no conocían lo que es agradecer el bien recibido.

REFLEXIONES FINALES
1.- Dios nos ofrece el regalo del Reino y con Jesús nos anticipó un poco de lo que podemos alcanzar.
2.- La sociedad está muy enferma, lo que le afecta es muy grave, necesita curarse para entrar en el Reino y para ello tendrá que poner en marcha cambios radicales.

3.- Tendremos FE si tenemos la plena seguridad de recibir aquello que le pedimos.

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