Colaboración de Paco Pérez
DOCTOR, NO ME ENCUENTRO BIEN
Capítulo II
En los
años en que Benigno Agudo transitaba por nuestras calles la
medicina local estaba atendida por don Nazario
Fraile Matesanz, un doctor que tenía fama de ser más bruto que “Cajetas”, que vino a Villargordo
soltero y que aquí encontró a la mujer de sus sueños, María Francisca Bautista. Cuando se casaron no tuvieron hijos pero en
ellos se cumplió el refranero local: [A
quienes Dios no les da hijos les regala sobrinos.].
En su caso tomaron como
hijo propio a un sobrino muy pequeño de María, era mellizo de Antonio Bautista “Antoñito
Donazario”, murió sin llegar a echar los dientes y entonces fue Antonio quien vivió con ellos, sin necesidad de ser
adoptado. Este caso es un ejemplo perfecto de cómo deben ser este tipo de
decisiones, se relacionaron con él como si fuera legítimo y María murió con más de noventa años
perfectamente atendida por la familia de Antonio.
Estas
relaciones ocurren de tarde en tarde, pero ocurren, y siempre que se dan
coincide con que estuvo presente durante el tiempo que duró la acción invisible
y silenciosa de una gran mujer, también tenemos otros casos en los hay que dar
los méritos a ciertos hombres, pero en este caso la gran mujer fue Isabel Castellano “Isabelita
la de Teléfonos”.
He
comenzado así porque Don Nazario era
nuestro doctor cuando ocurrió en nuestro pueblo el hecho que os voy a mostrar
para deleite de todos.
Un
invierno se presentó de una manera muy anómala y, aunque todos sabemos que
nuestras temperaturas suelen ser muy
extremas en invierno y en
verano, en esa ocasión fue muy crudo y, además, nevó. Parece ser que a todas estas circunstancias inevitables se
unieron a las malas condiciones que reunían las viviendas de entonces para
combatir el frío y las escasas posibilidades que tenían las familias para
comprarse buenas ropas de abrigo. Entonces se comentó que estas circunstancias
adversas se juntaron y ocasionaron que en el pueblo hubiera una epidemia muy grande de “gripe” y que muy pocos vecinos se
escaparan de padecerla. Otra realidad que empeoró la situación fue que, además
de lo anterior, no había medicinas eficaces como ahora para combatirla y que
las familias no tenían medios económicos para ir a los médicos y comprar
después las medicinas que les prescribieran.
En Benigno Agudo esas circunstancias económicas no se daban, por eso fue a la
consulta del doctor Nazario, y,
cuando lo visitó, le preguntó el doctor:
- ¿Qué
le pasa a usted?
– La
verdad, no lo sé, pero es que tengo frío y no me siento bien –le contestó el
enfermo.
Entonces,
D. Nazario continuó con el
interrogatorio para intentar orientarse mejor y llegar con más facilidad al
descubrimiento de la enfermedad de su paciente. Para lograrlo le preguntó de
nuevo:
- ¿Lo
que tiene qué es “benigno” o “agudo”?
– Las
dos cosas, porque yo me llamo Benigno
Agudo –le respondió.
La
respuesta dada debió estar motivada por no estar atento a lo que le preguntó
debido a su enfermedad o a que era un hombre muy dado a practicar el buen
humor.
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