Colaboración de Paco Pérez
SIGAMOS EL MODELO DE JESÚS
Hoy,
Jesús nos propone un ejemplo de
parábola para que entremos en contacto con dos estilos diferentes de ORACIÓN. En ella entran en acción dos
clases sociales diferentes, un fariseo
y un publicano. Si analizamos cómo
se presentan a Dios ambos veremos con facilidad qué debemos hacer nosotros, qué
no y qué modelo agrada a Jesús:
1.-
El fariseo aparece satisfecho con su
comportamiento y con lo que da, altivo, juzgando a los demás, ocupando un lugar
bien visible en el templo…
2.-
El publicano no se muestra
satisfecho con lo que hace, pide perdón a Dios por ello, está hundido, no
justifica lo que hace, no juzga a nadie…
A
Jesús le agradó el comportamiento
del publicano, nos mostró un ejemplo
de cómo rezaban en su tiempo que
puede tener vigencia hoy pues, tal vez, todavía puede haber personas que se
consideren perfectos en el cumplimiento y que el resto sean los pecadores… ¡¡¡Hoy, también nos atrevemos a juzgar al
prójimo sin conocerlo por dentro, algo que sólo compete a Dios!!!
Jesús, para que no
seamos como los fariseos, nos enseñó
que nuestro caminar como cristianos tiene que ir en una dirección: [Dios, el Padre de todos los hombres.].
Si
Él, a todo lo que hacía, le daba esa
orientación… ¿Deberemos nosotros seguir
otra metodología?
El
hombre siempre tuvo, y creo que aún
la tiene, una relación con Dios que está perjudicada por una carga emocional tremenda, el miedo… ¿Por qué?
Porque
se nos ha vendido durante muchos años una imagen
errónea de Dios y, según ella, Él
castiga y premia. Por esta realidad muchos nos vemos empujados a no verlo como el amigo o el Padre que
siempre está dispuesto a perdonar nuestros fallos. Lo incomprensible es que se
nos inculcara ese mensaje cuando Jesús
siempre nos enseñó, con su ejemplo, otra visión diferente: era receptivo a los
problemas de las personas y las escuchaba, les daba de comer, les perdonaba sus
debilidades, los curaba… Este comportamiento sólo es propio de un padre o de un hermano, lo que es Dios
y fue Jesús para el hombre.
Él, de manera
permanente, viajaba de pueblo en
pueblo pero, a pesar de ello, nunca dejaba a un lado la oración y buscaba un lugar
apartado donde poder estar solo y
en silencio. Cualquier momento del día era bueno para hacerla; antes de amanecer, al atardecer, por la noche,
antes de curar a los enfermos…
En
nuestros tiempos, las personas somos muy amantes de rezar con frases redactadas
por otros pero no profundizamos en el formato que Él practicaba cuando lo hacía: No
hablaba pero sí entraba en comunicación mental con Dios.
Los
judíos oraban de pie y se
mostraban serenos y confiados cuando
estaban delante Dios, por ello podemos
suponer que Jesús también lo hacía
así. La otra referencia que tenemos está en el relato de la noche que estuvo en
el “Huerto de Getsemaní”, antes de ser apresado, lo hizo así: “postrado en tierra”, “gritando”, “llorando” y “elevando los ojos al cielo”.
Su
acto siempre era sencillo, sin testigos, sin circo mediático y sin
palabras rimbombantes porque éstas sólo son apariencias. Lo hacía así para
enseñarnos que es un acto que nos lleva a presentarnos ante Dios pero no ante los hombres. Por eso
les recomendaba no hacer la oración en las plazas del lugar y sí
en una dependencia de sus casas,
pero con la puerta cerrada; que
fueran espontáneos y naturales, que les naciera de su interior, que fueran sinceros y que en ella le mostraran cómo vivían y qué
necesitaban.
Con
su forma de hacerla nos enseñó también que debemos tener una confianza absoluta en Dios porque su grandeza no está en su
poder sino en que es bueno con todas
las personas. Por esa razón nadie ni nada podrá ser utilizado contra nosotros.
Debemos
asumir que la bondad de Dios es grandísima pero que, a su vez,
se nos muestra con los efectos de la
pequeñez y que por ello nos cuesta trabajo advertir su presencia. Ejemplo: [A la bondad de Dios le sucede
igual que a las semillas después que
el agricultor las ha depositado en la tierra, no se ven a simple vista al
principio pero después de un cierto tiempo se manifiestan con fuerza, crecen y
dan sus frutos.]-
Dios, además, también es sumamente justo y siempre escucha las peticiones de los necesitados, en cambio, los hombres
poderosos del mundo sólo están pendientes de tener más poder. Actúa con misericordia y, a la vez, es un juez justo. Trata así a los pobres
y oprimidos porque sabe cuál es la causa de sus lamentos, éstos le llegan
con fuerza y siempre escucha sus
súplicas; con quienes practican la maldad
y la soberbia Él no actuará así, se
mostrará con severidad y dureza pues no acepta que las personas sean oprimidas
por nada ni por nadie, por eso ordenó a Moisés
que liberara a su pueblo de la esclavitud que padecía en Egipto. Luego… ¿Puede consentir que, en nuestros días,
todavía haya personas que sigan explotando a los que más lo necesitan?
Cuando
el cristiano conoce el mensaje de Jesús
a fondo y se convence de que aquí debe ganarse con su esfuerzo el poder entrar
después en el Reino y entonces conocer la VERDAD que allí nos espera…
¿Qué debe hacer?
Cada
persona tiene unas circunstancias particulares y, consecuentemente, cada
respuesta no estará ajustada al modelo que hoy se nos propone, el de San Pablo. Después de un comportamiento
equivocado el vio la luz de la VERDAD,
cambió de actitud y hasta su muerte:
1.-
Predicó el mensaje de Jesús para que todos lo conocieran.
2.-
Murió por hacerlo.
REFLEXIONES
FINALES
1.-
Reconoceremos ante Dios, al orar, que somos pecadores y le pediremos perdón por
ello.
2.-
Nos acercaremos a Él con humildad, le mostraremos nuestras miserias, le
pediremos su perdón y le daremos las gracias por todo lo que nos ha regalado.
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