Colaboración de Juan Manuel Moral Moreno “Juanche”
Capítulo II
SU MUERTE, COINCIDENCIAS
A
veces se afirma: [El vino daña la salud de
las personas.]. También podemos escuchar a otros sostener con fuerza: [El vino es fuente de salud y de alegría.].
Cualquiera
de estas dos afirmaciones puede convertirse en una mentira o en una verdad pues
la balanza se decantará de un lado u otro en función de los diferentes ejemplos
de personas que pongamos para justificar cualquiera de esas dos afirmaciones. Los
doctores, ante las continuas consultas que sus pacientes les hacen en este
sentido, recomiendan siempre tomar en las comidas dos copas pues así hasta es
beneficioso pero tomado en cantidades excesivas y fuera de la mesa puede resultar
perjudicial.
¿Cuál de estas dos posturas es la correcta?
Si
hubiéramos preguntado a los célebres bebedores del lugar pues hubieran votado
por la segunda afirmación y una prueba de ello la tenemos en el ejemplo de Juan Manuel Lerma “El Herrero viejo”. Estaba un día ligando con su peña de amigos y,
en contra de su costumbre, decidió tomar la palabra y hablar, algo que no solía
hacer. Les comunicó, muy suavemente, este deseo:
-
Muchachos, os voy a pedir
este favor: [El día que muera quiero que me pongáis en la caja una corona de “pámpanas”.].
Pues
bien, el mejor ejemplo que podemos poner para defender las bondades del vino
está en la persona de Fernando “El Artista” porque vivió hasta los 90
años y sólo se quejaba de que no tenía vino o aguardiente. Así vivió un día y
otro hasta que, sin más problemas que los descritos, se murió sentado en un
sillón y no se dio cuenta de que se iba con Dios. Los sobrinos, al verlo
tranquilo, creyeron que estaba durmiendo, como le ocurrió otros días.
Benita y Blas, cuando llegó la hora de darle la
cena fueron a despertarlo y entonces descubrieron que había fallecido, y
entonces, como también eran mayores, llamaron a la familia para los trámites
propios de esos casos.
En
aquellos tiempos no se estilaba lo de llamar a las funerarias para que
solucionaran los temas oficiales, todo lo arreglaban los familiares y, a su
conclusión, el paso final era ir por la caja a la casa de Juan Trinidad “El Campanero”
y traerla a la casa donde estaba el difunto. Como Blas era mayor, comprendió que se necesitaba la ayuda de otras
personas ajenas a la familia y, al vivir cerca de “El Recreo”, pensó que si había algunos conocidos pues ellos le
echarían una mano. Dirigió sus pasos al bar y, cuando entró, observó que había
unos cuantos conocidos, los que ya estaban algo pintones, y cuando le contó lo
que buscaba fueron muy amables con él pues se prestaron de inmediato a ir donde
hiciera falta para hacer lo que les propuso. Le acompañaron Francisco “El Melgui”, Pedro “El Cojo la Laera”, Toribio “El Mayor” y Manolo “Juanche”; todos los protagonistas ya fallecieron.
Esta
historia se va a conocer gracias a Manolo,
él fue quien me contó lo que esa noche ocurrió en el bar y después, durante el
traslado. Reconoció que los cuatro estaban bastante alegres y que reunían unas
condiciones físicas especiales pues él era muy alto, los otros tres más
recortados y, además, Pedro tenía el
problema físico de una gran cojera en una de sus piernas. Si a estas realidades
les añadimos que Blas ya estaba muy
mayor pues el traslado de la caja desde la casa de Juan Trinidad hasta donde estaba el difunto, en la calle El Embudo, pasara por momentos cómicos
sin que nadie se propusiera que así fuera. Al estar los cuatro ayudantes borrachuzos
pues no se mantenían muy derechos, daban por esa razón demasiados bandazos. Además,
tuvieron otro problema con las cojetadas que daba Pedro de manera obligada y
continuada pues no podía andar de otra manera aunque quisiera, por algo llevaba
gancha. Con esta realidad, y de puro milagro, la caja llegó intacta hasta la
casa. Además, ellos llevaban un vocerío impresionante al culparse unos a otros
de los vaivenes que daban.
El
otro poema vino cuando tuvieron que meter al difunto en la caja porque, al
llevar muerto unas horas en el sillón se había quedado tieso, hecho un cuatro y
las piernas no se le estiraban con facilidad. Después de algunos intentos
creyeron haberlo logrado pero cuando las soltaban se volvían a poner
flexionadas y vuelta a empezar de nuevo, también metieron una buena para lograr
conseguir cerrar la caja.
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