Colaboración de Paco Pérez
LOS PASTORES DEBEN GUIARNOS A SU COMPRENSIÓN
Jesús les habló del
Reino y en nuestros días seguimos
recibiendo ese mensaje por los clérigos
o leyendo la Biblia pero… ¿Tenemos
claro si Él se refería a un lugar y, si era así, en dónde estaba ubicado? ¿Podría haberse
referido, en vez de a un lugar, a una forma concreta de enfocar nuestras
relaciones con las personas de nuestro entorno?
Este
mensaje del Reino se ha entendido por
mucha gente como una referencia al “más
allá” pero, según los entendidos, el Reino
está todos los días en nuestro entorno
y es la realidad que la vida nos
presenta a diario: Levantar al vecino si se cae, dar comida al que tiene
hambre, cuidar a nuestros mayores, no fastidiar a otros con acciones dañinas,
dejar la lengua en reposo… Cuando lo entendemos bien actuamos así y nuestro
espíritu se siente liberado y gratificado.
Esta
interpretación no fue entendida por los escribas
y fariseos y, como consecuencia
de ello, no estuvieron dispuestos a aceptar su mensaje aunque se lo mostraba a
diario cuando curaba a los enfermos,
expulsaba los demonios o enseñaba las “Bienaventuranzas”. En la Biblia
están estas huellas de su predicación y que con ellas fue como nos enseñó la
relación que hay entre el Reino y la
vida. Lo expuesto está en Mt 4, 23: [Y recorría toda Galilea, enseñando en sus
sinagogas, proclamando el evangelio del Reino y curando toda enfermedad y
dolencia en el pueblo.].
Jesús quiere que
luchemos por defender los principios fundamentales de la vida y que intentemos disminuir
los padecimientos de quienes sufren en ella pues, haciendo así las cosas, sí
estaremos caminando ya en el Reino. Este
deseo quedó desarrollado en las “Bienaventuranzas”,
en ellas dejó claro que nos debe preocupar la salud y la dignidad de los enfermos y endemoniados pero
que también debemos actuar para cambiar
las situaciones de pobreza, hambre y sufrimiento que afectan a muchísimas personas.
Estas
realidades que ahora están muy presentes en nuestra sociedad ya las denunció Jesús en ese sermón pero, dos mil años
después, la sociedad y las religiones no han logrado encontrar la
respuesta adecuada y eso es señal de que todos debemos tener nuestra cuota de
culpa… ¿O no somos capaces de reconocerlo?
Los
cristianos pasamos de puntillas
sobre el mensaje de las “Bienaventuranzas”
porque implica nuestro compromiso en todo y como no lo hacemos, para que no nos
duela la “Conciencia”, lo maquillamos
recurriendo a prácticas virtuosas: Ser humildes, renunciar
al mundo y al pecado, perseverar en la oración, cultivar la fe… Con ellas
hemos convertido las “Bienaventuranzas” en “virtudes”, el “mensaje del Reino” lo
hemos reducido y con “nuestras acciones maquilladoras” hemos perdido
la fuerza que se necesita para conseguir la transformación del comportamiento viciado de los hombres en los campos
social y religioso.
Los
cristianos, actuando así, caemos en la
tentación de contentar la conciencia
y adormecemos la responsabilidad
que nos empujaría a intentar acabar, o mitigar en la medida de nuestras
posibilidades, el hambre y el sufrimiento de quienes tienen estos
padecimientos en nuestro entorno.
Es
importante entender que el “Reino de
Dios” empieza en la familia, continua en el entorno del lugar
donde vivimos… Con este comportamiento estaremos procurando vivir la vida en plenitud cuando ayudemos a los que la tienen disminuida, amenazada o insegura por
vivir con problemas. También, procuraremos generar un clima de respeto donde nadie sea humillado o despreciado por llevar sobre sobre su espíritu la “CRUZ” de sus limitaciones.
Las
personas siempre se plantean muchas cuestiones sobre el Reino de Dios pero hay una en la que coincidimos muchos: [Un lugar ideal en el que deseamos estar y
que alcanzarlo en el futuro será un logro que nos dará un grado elevado de felicidad.].
Por
este deseo, cuando Jesús les anunció
que ya llegaba el Reino, los
hombres sencillos se entusiasmaron
porque Él se lo mostró de manera entendible,
es decir, como algo que sería compartido por todas las personas en una “nueva vida” donde la libertad, el gozo y la alegría serían regaladas a todos
por igual, sin diferenciaciones.
Este
ideal de vida es el Reino que Él les anunció y, como es lógico, no coincidía con el que le anunciaron los
dirigentes religiosos de su tiempo y eso acarreó a Jesús que lo consideraran un enemigo y lo trataran como a un
delincuente… ¿Se comprende ahora por qué
lo mataron junto a dos ladrones?
Crucificarlo fue un acto lamentable
que se lo generó la no aceptación de
su VERDAD por parte de las
autoridades y del pueblo judío… ¡¡¡Este fue el delito que lo llevó a la MUERTE en la CRUZ!!!
Esta
forma de morir sólo se aplicaba para ciertos reos y era la más injusta que
entonces se usaba para castigar a quienes eran encontrados culpables… ¿Él fue culpable de algo?
De
predicar como no les interesaba a ellos, era otra forma diferente de entender
la vida, y por eso los hombres de su tiempo no comprendieron la misión que debía
cumplir cuando se encarnó: que viviera como un hombre sencillo, que realizara
prodigios y que todo lo hiciera para salvarnos.
Con
este sumario lo condenaron y crucificaron junto a dos culpables. En el
sufrimiento de la “cruz” tuvo la
satisfacción de que uno de ellos fue el único que lo reconoció y proclamó como
“Hijo de Dios”.
Este
“culpable bueno” le pidió su ayuda
para después de la muerte y lo escuchó… ¿Por
qué?
Porque
supo reconocer ante Él que era un
pecador… ¿Reconocemos con humildad nuestros pecados diarios ante Jesús? Él, con su misericordia infinita,
lo perdonó y, con su muerte, lo redimió.
¿Lo hemos entendido nosotros en su justa
dimensión o estamos peor que cuando recorría Él los pueblos para enseñarles el
Reino?
Sospecho
que no lo tenemos nada claro todavía y esta corazonada me viene porque cuando nos
visita algún problema hacemos toda clase de peticiones a las imágenes pero no actuamos
como el “ladrón bueno”, reconociéndolo
y pidiéndole su ayuda.
Dios, con el
nombramiento de David como rey de Israel, nos enseña cosas muy
interesantes. Él no necesita de hombres con grandes cualidades para conseguir
su objetivo pues con que sean justos y honrados le basta. El ejemplo está en David, era de profesión pastor y lo escogió para ser rey de su
pueblo. Eligió a un pastor porque es
una profesión en la que se necesita tener un cuidado especial con los animales.
Él nos viene a decir así que también debemos tenerlo con las personas… ¿Lo tienen nuestros dirigentes con los
ciudadanos?
El
pastor tiene que estar pendiente de su rebaño siempre y, por desgracia,
nuestros dirigentes sólo se acuerdan
de nosotros cuando hay elecciones. Estos ejemplos nos enseñan que quienes mandan
tienen que ser justos siempre… ¡¡¡Los
pastores sí buscan comida para todo
el rebaño pero los políticos nos
están enseñando que no!!!
David también le falló
cuando el poder le hizo olvidarse de
Él y así tomó decisiones equivocadas
y graves, fue perdonado pero pagó por ellas un alto precio.
REFLEXIONES
FINALES
1.-
Los soldados le ofrecieron vinagre… ¿Qué le ofrecemos nosotros a diario?
2.-
Debemos comportarnos bien para que, cuando nos llegue la hora, estemos junto al
delincuente bueno.
3.-
Jesús no falló a los hombres, era INOCENTE cuando le hicieron sufrir, ellos
cometieron una INJUSTICIA y, a pesar
de ellos, nos PERDONÓ y nos SALVÓ.
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