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lunes, 16 de enero de 2017

PAISANOS EN LA MILI

Colaboración de Juan Manuel Moral Moreno “Juanche”
Capítulo III
RECUERDOS DE UN SOLDADO
Nací el 19 Abril de 1935 en la calle La Tercia pero en el año 1940 nos cambiamos a una casa de la calle Queipo de Llano, más conocida en aquellos años por todos como “El Embudo”, hoy se llama 14 de Abril; por encima de nosotros estaba la casa en la que ahora hay una floristería; dos casas más abajo estaba la de la Cía Sevillana de Electricidad S.A. y en ella vivía la familia de Vicente PancorboEl de la luz”, él era entonces el responsable de la Compañía en nuestro pueblo.

En el año 1946 mi familia hizo un nuevo cambio de vivienda pues nos trasladamos a la calle Ramón y Cajal, popularmente es más conocida como “El Pilar”, y aquí estuve viviendo hasta que en el año 1963 me fui a Barcelona para trabajar como conductor de los autobuses urbanos. Me marché soltero y el 22 de Mayo de 1964 regresé para casarme con María Antonia García García el día 24.
En esa ciudad sigo teniendo fijada la residencia pero hace ya algunos años que tenemos casa en Villargordo (Jaén), donde también pasamos largas temporadas.
Hasta que abandoné el pueblo de manera definitiva trabajé aquí y en otros lugares próximos a él. En junio del 1955 me fui a trabajar a Las Infantas y me empleé en el cortijo de Santiago Martínez Aguyó. Este señor tenía de encargado a Rafael, un gran hombre que era muy experto en la agricultura, lo entendía todo y por eso sabía descubrir sus secretos y cómo tratarlos, él fue quien me enseñó todo lo que entonces había que saber en ese trabajo.
Estando trabajando en Las Infantas (Barriada de Jaén hoy y “Estación Ferroviaria” de Villargordo) me tocó hacer la mili y tuve que incorporarme el 22 de Marzo del 1957 al acuartelamiento de Infantería, Pavía número 19, localizado en San Roque (Cádiz). Ya llevaba un tiempo allí cuando me concedieron TRES meses de permiso… ¡Qué contento me puse!
El 31 de Octubre vine al pueblo con el permiso pero sólo me duró la alegría 24 horas porque al día siguiente, por la mañana temprano, vino un Guardia Civil a casa con un “aviso oficial” en el que se me comunicaba que tenía que incorporarme al cuartel inmediatamente. Cuando estuve en él de regreso me dieron la noticia de que regresábamos para irnos a la “Guerra de IFNI”; así fue como, de los tres meses concedidos, sólo estuve en el pueblo 24 horas.
Después de regresar permanecimos acuartelados en Pavía 19 hasta el día 27 de noviembre, ese día nos trasladaron muy temprano hasta el puerto de Algeciras y allí fuimos embarcados a las 13 horas en el barco “VIRGEN DE ÁFRICA”. Navegamos durante dos días hasta las Islas Canarias y en el puerto de Las Palmas, en la isla de Gran Canarias, atracamos pero sólo hicimos en él escala para repostar, comer al mediodía y continuar nuestro viaje hasta Sidi Ifni.
Cuando acabó la “Guerra”, con la derrota del ejército de Marruecos, los soldados de reemplazo fuimos recogidos de nuevo en la playa para ser embarcados, es decir, hicimos el mismo viaje pero esta vez más alegres y en sentido contrario.
Al regresar al cuartel de San Roque volvimos a la rutina de la vida que los soldados llevábamos allí, me dieron un tiempo de permiso y finalmente me licencié.
Una vez en el pueblo trabajé durante un tiempo en la albañilería, ya dije en otra ocasión que participé en la reconstrucción del Campanario de nuestra Iglesia, lo hice en la cuadrilla de Gil GarcíaGilico”. 
Después volví al mismo puesto de trabajo que tenía en Las Infantas porque el encargado, al enterarse de que ya estaba licenciado, me llamó ya que me tenía el puesto reservado; vuelvo a repetir que era un gran hombre pues nos enseñaba todo lo que había que saber para ser responsables en la vida.
Por todo esto Las Infantas fue, y es, mi segundo pueblo porque toda mi juventud la pasé allí, tenía muy buenos amigos entre ellos y por eso guardo muy buenos recuerdos de todos y del pueblo. Todavía, hoy en día, cuando regreso a Villargordo voy hasta allí y paseo por sus calles, mientras lo hago compruebo lo que ha cambiado y voy recordando aquellos tiempos, sus costumbres  y las gentes tan maravillosas que tiene nuestra “Estación”, aunque reconozco que ya casi nadie me conoce cuando los visito pues hace 55 años que me marché de allí.
En el año 1961 dejé de trabajar en las fincas de Santiago Martínez Aguyó y me fui a la de Grañena porque en ésta cambiaba de trabajo, ahora lo haría de “tractorista”. En dos años me saqué todos los carnés de conducir y con ellos en la cartera ya me fui a Barcelona, donde me coloqué a los tres meses de chófer de los “Autobuses Urbanos”. En ellos estuve desde el 20 de septiembre de 1963 hasta 1995, año  en que me jubilé y, después de tanto tiempo allí, deseábamos mucho regresar al pueblo y en él estuvimos unos cuantos años viviendo. Cuando esa necesidad quedó satisfecha decidimos volver otra vez a Barcelona y, desde entonces, alternamos unas temporadas aquí y otras en Villargordo.
De mi etapa profesional en los autobuses guardo unos recuerdos imborrables y tengo una anécdota muy curiosa.
Como llevaba muy poco tiempo en Barcelona y no conocía nada de la ciudad pues imagínate cómo me ponía cuando tenía que coger un autobús y meterme por una ruta de calles que no conocía. Yo era, todo mi cuerpo, un manojo de nervios y en esas circunstancias me ocurrió la anécdota.
Empecé el primer día a las dos de la tarde y, en la primera vuelta que hacía, se subió una señora de Las Infantas que era conocida como AnitaLa Marcha” por lo agradable que era, yo la conocía muy bien de cuando trabaja en aquellos campos y entonces, alguna vez que otra, la monté en el carros cuando ella iba a espigar. Cuando la vi parecía que había visto a mi madre, de la alegría que me dio, y después de los saludos correspondientes le dije:
- Anita, si conoces las calles ponte a mi lado y me haces de guía si quieres llegar a tu casa, ya le conté que era mi primer día de trabajo y, como llevaba muy poquito tiempo viviendo allí pues no conocía nada de Barcelona. Con ella me fue muy bien pero, cuando se bajó, me quedé con el mismo problema. Entonces ya aprendí la lección y, en cada vuelta, cogía a algún pasajero para que éste me fuera guiando. Así estuve casi un año, hasta que conocí Barcelona… ¡No os podéis imaginar los nervios que pasé hasta que aprendí los circuitos!
A PepeChalequito” le pasó algo parecido pues al poco tiempo de llegar se metió a “taxista” y tampoco conocía nada. Muchas tardes se venía a mi casa porque, como yo tenía las tardes libres, pues salíamos para que le explicara un poco por dónde estaban las calles.
Esto que os acabo de contar queda ahora como chiste pero hay que vivirlo para saber lo que se sufre.







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